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Los cuatro hijos lindos del matrimonio mazzini – ferrax se la pasaban todo el día sentados en el hermoso patio de su casa

Enviado por   •  4 de Marzo de 2018  •  1.553 Palabras (7 Páginas)  •  557 Visitas

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la veían fijamente.

-Señora, los pequeños están aquí en la cocina.

La mamá llegó, no quería que jamás pisaran ahí y mientras más intenso era el amor a su metido e hija, mas irritado era su humor con los mostros.

¡Que salgan!, ¡échelos!, ¡te digo que los eches!, los pobres pequeños fueron a dar a su banco, después de haber sido brutalmente empujados. Después de comer, salieron todos u la mamá decidió saludar a sus vecinas chismosas. Por lo mientras los estúpidos siguieron sin moverse del banco.

La mamá al darse cuenta de que su hija no había nacido igual de estúpida que sus otros hijos, dejo de ponerles atención a ellos, Bertita nació en una mala crianza y mimación. La mamá sentía mucha vergüenza de los 4 engendros que el papá le había forzado a criar. Con esos sentimientos, ya no hubo afecto para los 4 pequeños, la sirvienta sustituía a la mamá pero con una brutalidad. Cuando Bertita cumplió 4 años al no poderle negar las golosinas que si le negaban a sus otros 4 hijos, le provocó escalofrío y fiebre y los padres tenían miedo de que muriera o peor, que se quedara estúpida.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.

-¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces...?

-Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa: -¡No, no te creo tanto!

-Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla!

-¡Qué! ¿Qué dijiste?...

-¡Nada!

-¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

-¡Al fin! -murmuró con los dientes apretados-. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!

-¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

-¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Aunque el sol había traspuesto ya el cerco, de pronto su hermana se sacó, logro atravesar los ladrillos.

Sus 4 hermanos solo la observaban, pero la mirada de estos estúpidos se vio animada, no dejaban de ver a hermana y decidieron acercarse.

-¡Suéltame! ¡Déjame! -gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.

-¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! -lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.

-Mamá, ¡ay! Ma. . .

No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.

-Me parece que te llama- le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.

-¡Bertita!

Nadie respondió.

-¡Bertita! -alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.

-¡Mi hija, mi hija! -corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:

-¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

Increíble final, contiene una verdadera paradoja. En efecto, estos chicos, desprovistos de cualquier aptitud humana, infelicidad o de injusticia estos chicos que solo aparecen sometidos a sus instintos. La niña les a privado del mínimo efecto necesario. Así cuando más crueles se portan, mas humanos aparecen pues de alguna manera al vengarse del abandono total en el que se encontraban se libran de una animalidad que no hubiera podido hacérseles justicia. Es más que una prueba del que el ser humano no puede vivir sin

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