Un don que se ordena a los demas

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hombre puede llegar a ser don cuando en su libertad decide donerse al otro, darse al otro (Mt 7, 20). Dios nos concede gracia tras gracia porque Él mismo es el Don por excelencia. Se nos da de diferentes maneras porque está en cada etapa de nuestras vidas, Él está como verdadero Dios. En el libro del éxodo ante la misión de Moisés: Contestó a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?» Dios le responde que irá al nombre de “Yo soy el que estaré” (YHVH). Así pues su nombre es ya motivo de esperanza pues Él mismo nos acompaña en los momentos de alegría, de tristeza, en los momentos de mayor dificultad como también en los de tranquilidad, su presencia en medio de nosotros, esta presencia que se reafirma en Jesucristo resucitado, en la Eucaristía.

Ser un don que se ordena a los demás, entonces, se entiende y plenifica solo en Dios (2 Co 5, 17-18).

Del egoísmo al donativo

Un día en Roma la Guardia Suiza esperaba la llegada en visita oficial de un reina. Por la plaza de San Pedro pasó la madre Teresa de Calcuta, con ese bolso de paja que la tapaba casi por completo, con su inconfundible cabizbaja figura. Al verla, el capitán de la Guardia dijo: “estamos aquí para rendir honores a una reina. Pero se nos ha adelantado la Reina de la caridad”. ¿Acaso no salva al mundo el que la gloria de la caridad siempre se adelante a las glorias pasajeras?

Madre teresa de Calcuta. La reina de la caridad.

Tu podrás ser pequeño, como ella lo fue, pero también inmensamente grande en el amor, en el abrazar la dignidad de cada persona.