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CAUSAS Y TIPOS DE VIOLENCIA CONYUGAL EN LIMA, 2000-2015

Enviado por   •  30 de Octubre de 2018  •  2.757 Palabras (12 Páginas)  •  400 Visitas

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Por otro lado, existe la imagen de la mujer como propiedad del varón la cual origina, directa o indirectamente, comportamientos controladores como “vigilar los movimientos de su mujer”, y esta a su vez es una causa muy común de violencia ya que el varón se siente en el derecho de poder manipularla a su antojo. Al tener todo el control sobre ella, podrá tenerla, más que como una esposa, como un objeto del cual ellos son dueños. Según Teresa Viviano, “el agresor es un varón adulto que expresa celos, descontrol, ansias de dominación, y que tiene antecedentes de ejercer violencia familiar” (2010: 140), los indicadores asociados al patriarcalismo y al control machista ofrecen una fuerte explicación de la ocurrencia del fenómeno (maltrato físico y/o psicológico); además, Paola Meléndez menciona que las víctimas tienen cinco veces más probabilidades de percibir algún tipo de violencia en la etapa marital cuando los varones tenían actitudes machistas, controladoras o eran muy celosos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó un informe donde se evidencia que “el porcentaje de mujeres que declararon haber sufrido uno o más de estos comportamientos variaba entre un 90%” (s/f: 11); en consecuencia, se resalta que, la violencia, ya sea física psicológica o sexual, suele ir acompañada, en la mayoría de los casos, de un comportamiento dominante de parte del marido; además, “las mujeres con parejas que las controlan haciendo que estas limiten su interacción con la familia o amigos tienen cuatro veces más posibilidad de sufrir violencia física por su pareja que las que no son controladas por su parejas” (Reyes 2012: 40). Según los datos del registro del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), evaluados dentro de la provincia de Lima, la encuesta mostró que, entre la acción de ejercer control, están los celos (46.5%), impedimento para recibir y realizar visitas (23.6%), acusarla de infidelidad (14.6%), insistir en saber dónde está su mujer (42.8%) e incluso desconfían del dinero que ella maneja en el hogar (13%); esta encuesta se encargó de explicar que, de las mujeres entrevistadas, todas habían sufrido al menos una de estas muestras de control, unas más que otras. Además, los estereotipos juegan un papel muy importante dentro de los motivos por los cuales el varón reacciona de una manera machista y con la etiqueta de ser superior, ya que en la sociedad está impregnada la imagen del varón como nacido “para mandar y se consideran como atributos masculinos la fortaleza, el don de mando, la agresividad, la decisión, el control de emociones y el poder, a la mujer se le reconocen como atributos la dulzura, la suavidad, la ternura, la emotividad y la debilidad” (Ruiz 1988: 31), la sociedad reconoce al hombre como hecho para mandar ser autoridad y emplear la fuerza, mientras que a la mujer como un ser sumiso, dependiente y hecho para servir. Según Patricia Ruiz, la violencia se puede presentar en el momento en el cual el varón siente que su espacio de poder está en peligro o no puede ejercer el mismo poder sobre su esposa; es en ese momento en el cual, para conseguir mostrar su superioridad el hombre recurre a la fuerza y violencia para manifestarle su soberanía sobre ella. En consecuencia, la autoridad no se acepta por consenso, se emplea un carácter violento que muchas veces culmina con agresiones físicas o psicológicas.

La violencia ejercida en contra de la mujer se manifiesta de forma física, psicológica y/o sexual. Si nos enfocamos, primeramente, en la violencia física, podemos resaltar lo dicho por Patricia Ruiz, pues clasificó las agresiones físicas en tres: leves, graves y homicidio; se guía, principalmente, de la cantidad de curaciones y días que necesitará la víctima para poder recuperarse luego de haber sufrido agresiones de parte de su pareja. Las leves suelen requerir 10 o menos curaciones y un máximo de 10 días de descanso; las graves, se consideran delito por ocasionar lesiones que requieren más de 10 curaciones y más de 10 días para poder recuperarse; y por último, el homicidio que se presenta como el nivel de violencia que causa la muerte de la víctima (1988: 33). Según Blitchtein, “la proporción de mujeres víctimas de violencia física reciente de pareja fue para Lima Metropolitana 12%” (2012: 39); además, en una encuesta realizada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA-Perú) a 4905 varones de Lima Metropolitana, se informó que el 34,5% en algún momento golpeó, abofeteó o realizó otra forma de agresión física contra su pareja (2008: 69). Asimismo, un estudio realizado por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) informó que dentro de Lima metropolitana la violencia física en contra de las mujeres se manifestó en empujones (29.1%), abofeteo (24%), puñetazos (16%), patadas (11.2%), intento de estrangulamiento (3.2%) y ataques con chuchillos (2%) (2012); en consecuencia, como resultado de estas agresiones, las mujeres terminaron con moretones y dolores (57.6%), con heridas, quemaduras, dientes o huesos rotos (10.8%), o tuvieron que acudir a recibir atención médica (11%) por la gravedad de sus lesiones (2012). Además, se registró en el 2006 que “el 88,6% sufre violencia física: los mayores problemas de salud manifestados son los hematomas y molestias estomacales. El 54,3% refiere violencia sexual y presenta temor y miedo a la intimidad” (Bardales 2012: 93); este estudio fue realizado a 105 mujeres atendidas en la Comisaría de Mujeres del distrito de Independencia. Cabe resaltar que la violencia ejercida durante la etapa de gestación de la madre puede poner en riesgo a la vida del bebé o en muchos casos la muerte, como en el caso del distrito de Lima donde se registró que “las principales complicaciones durante la gestación fueron la amenaza de aborto (24%) y la ruptura prematura de membranas (20%). La gestación terminó por cesárea en el 36% de los casos; las complicaciones durante el parto fueron la distocia de contracción (39%) y la hemorragia (18%)” (Bardales 2012: 105), debido a los golpes causados por el agresor muchas veces el bebé, que en este caso se encuentra aún dentro del vientre de la madre, es el más afectado pues es un ser muy vulnerable y se encuentra en etapa de formación y desarrollo constante.

Otra de las modalidades de agresión es la violencia de tipo psicológica, que suele presentarse en forma de insultos, humillaciones o amenazas. Asimismo, “la violencia psicológica es el tipo de maltrato más común y recurrente y, también, es el más tolerado; la forma más arraigada y «aceptada» de maltrato psicológico son los gritos, que ocurren en la gran mayoría de los casos (72%)” (Viviano citado en Bardales 2012: 137), este estudio encuestó a 101 mujeres que se encontraban entre las edades de

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