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El tráfico en Lima: espacio social de conflicto y desesperación.

Enviado por   •  26 de Abril de 2018  •  2.127 Palabras (9 Páginas)  •  455 Visitas

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Una tercera característica es la poca protección relativa de cada individuo. Como señala Goffman, el vehículo se transforma en una especie de “caparazón protectora”; no obstante, esta protección podría limitarse a una defensa física, pues las agresiones verbales se realizan generalmente desde el interior del vehículo , que se torna como un casco que a pesar de su naturaleza frágil , brinda seguridad y valor. A eso se añade el hecho de que no importa quien posea el auto más lujoso o de material más resistente, el único fin de esta carcaza protectora es brindar anonimato y dar el suficiente valor al sujeto para que con la violencia, se imponga ante el resto.

Es entonces que al observar la magnitud de esta problemática, y ser conscientes del largo tiempo que se ha vivido con ella, no es difícil creer que estamos condenados a continuar con la misma. Sin embargo, existen ejemplos de países que han obtenido ciertas mejoras en su sistema de transporte. Así por ejemplo, En Inglaterra, a pesar de la abundancia de vehículos, no existe un grado de violencia y desorden similar a nuestra ciudad. Entonces, ¿En que radica su mejor situación? Al parecer, son muchos los factores que lo determinan, desde los determinados como sociedad, hasta los determinados como individuos.

Por un lado, las cuestiones del gobierno son importantes, pues un adecuado y bien planificado sistema de transporte contribuye al orden en las calles. Por otro lado, la disposición de la población es un componente relevante también. Si los individuos ofrecen mayor disposición a la obediencia de las reglas y al bien conjunto, el desplazamiento por las calles sería menos caótico y estresante. Katz señala que “mucha gente desarrolla lo que ellos consideran como maneras particularmente sagaces de moverse en la sociedad (…) usar discretamente otro carro como “pantalla” para entrar a una autopista, y pasar una intersección y hacer descaradamente una doble línea para evitar la cola en la línea para voltear a la izquierda”, es decir, la gente es altamente egoísta e individualista, hecho que termina perjudicando al resto y genera un círculo vicioso: el egoísmo personal produce desesperación, motiva a movilizarse “sagazmente”, genera desorden. Incentiva la desesperación del resto, ralentiza aún más el trasporte y finalmente desespera y despierta las actitudes más violentas de los conductores, quienes terminan siendo más individualistas aún.

Personalmente, esta situación me preocupa y aunque a veces genere desesperación y poco esperanza, creo que aún existe la posibilidad de la mejora. Como se mencionó anteriormente, la desesperación me ha motivado incluso a preferir caminar, incluso distancias considerablemente largas. No obstante, considero que como peatón, también se es parte del caos, pues muchos transeúntes, nuevamente en su afán individualista, suelen cruzarse entre los autos de forma imprudente, también corren al cruzar las avenidas o calles sin observar el semáforo u observan el semáforo pero hacen caso omiso a lo que este indica. Por lo tanto, el desorden se vuelve aún mayor, pues al problema de los otros vehículos, para cada conductor se añade el problema de los peatones, ahora deben incluso luchar para movilizarse más rápido que ellos y asumir riesgos como la producción de accidentes.

En este sentido, he decido tomar una postura responsable ante el caos. En la medida de lo posible respeto las señales de tránsito en las calles. Sin embargo, la situación es más difícil dentro del transporte público. Estar cómodo y sereno dentro de un autobús es cada vez más difícil; si no es por la bulla y congestión de los conductores, la calma se altera por el desorden generado por el resto de pasajeros. Nadie está dispuesto a ceder, todos luchan por salir más rápido del auto, todos se quejan de la lentitud y gran parte pide bajarse en paraderos no autorizados, nuevamente contribuyendo al caos vehicular. Por todo ello, es difícil mantener la calma, he intentado gran número de veces leer dentro del auto, pero es una tarea tan difícil que prefiero escuchar música y aislarme de la violencia de mi entorno, pues aunque he tratado de vitarlo, muchas veces llega a alterarme y transformar mi humor.

En líneas generales, el tráfico es un problema de increíble magnitud, que tiene implicancias en la vida de todos los ciudadanos y el desenvolvimiento de incluso aquellos que no están inmersos en él. El desorden genera un círculo vicioso, en el que el egoísmo genera desorden, deshumaniza a los conductores, motiva la irresponsabilidad de los peatones, genera aún más desorden, aún mayor caos y finalmente altera aún más el estado de ánimo de transeúntes y choferes. Entonces, incluso aquellos que no se trasladaron durante el día pueden sufrir las consecuencias del desorden al tener que lidiar con el mal humor de un familiar o compañero.

La responsabilidad entonces recae en la población en su conjunto, lo que dificulta aún más las consideraciones para la solución. Esto se debe a que es difícil distinguir a un culpable específico, es necesaria la voluntad de cambio conjunta, para modificar la actual estructura del transporte.

En conclusión, el tráfico es un espacio peculiar de interacción regido por la regla del más fuerte. Posee características como la deshumanización de la población, la falta de poder y jerarquías determinadas por clásicos indicadores, como la clase social o consideraciones de género. Por el contrario es un ámbito que motiva la violencia y altera la personalidad de cada individuo. Por todo ello, el cambio está en nosotros, aunque sea difícil conseguir el anhelado orden, si se empieza a pensar como comunidad y se busca el bien común. Trasladarse por las calles de Lima será una tarea más fácil y se evitarán mucho malos días. Parece utópico este anhelo, considerando el grado de informalidad e indiferencia de gran parte de la población, pero mientras exista la motivación de un grupo para iniciar el cambio, aún es posible que se produzcan mejoras en este complejo espacio de interacción social.

Referencias Bibliográficas:

Yazici, Berna. (2013). Towards an anthropology of traffic: A ride through class hierarchies on Istanbul’s roadways. Ethnos 78 (4), 515–542.

Goffman, Erving. (1971). Relations in public: Microstudies of the public order. Nueva York: Basic Books.

Katz, Jack. (2001). How emotions work. Chicago: University of Chicago Press.

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