Ensayo de EL cuerpo sin órganos y la mercantilización del deseo
Enviado por Sara • 15 de Noviembre de 2018 • 3.771 Palabras (16 Páginas) • 454 Visitas
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Tenemos, entonces, en las corporalidades que han sido construidas discursivamente, una serie de conexiones que dicen relación no tanto con la percepción de los otros, sino con las funcionalidades de estas y el modo de vincularse y que son denominadas como máquinas deseantes. Estas, como ya se distinguió en los ejemplos, pueden ser de carácter interpersonal o individual y en su funcionamiento permiten que los flujos puedan recorrer sus caminos o bien ser cortados por las mismas máquinas.
El deseo es, por lo tanto, para Deleuze y Guattari, un flujo, es un fluir libidinal a través de las máquinas deseantes que, acopladas, generan los espacios para que este flujo avance y se corte de acuerdo al momento y a las necesidades de estas máquinas acopladas. Así, explican que es justamente la necesidad de este flujo la que provoca el acoplamiento: “El deseo no cesa de efectuar el acoplamiento de flujos continuos y de objetos parciales esencialmente fragmentarios y fragmentados. El deseo hace fluir, fluye y corta” (Deleuze & Guattari, 1985, pág. 15).
No obstante, este flujo libidinal a través de las máquinas deseantes es un flujo que se encuentra ya codificado, es decir, no se trata del deseo en su estado puro o natural, sino que ya ha pasado por los espacios simbólicos para poder llegar a “significar algo” en la sociedad. Antes de esto nos encontramos con lo que los autores denominan el Cuerpo sin órganos (CsO) o, en otras palabras, el inconsciente de los individuos, de las sociedades y de la historia completa. En el CsO el deseo aún no se encuentra decodificado, es decir, se encuentra en estado puro, en ausencia de representación o de objeto. Y es justamente este estado el que se necesita dominar, hegemonizar y controlar en las sociedades definidas por el capital.
Pues las máquinas deseantes son la categoría fundamental de la economía del deseo, ya que producen por sí mismas un cuerpo sin órganos y no distinguen a los agentes de sus propias piezas, ni las relaciones de producción de sus propias relaciones, ni lo social de lo técnico. Las máquinas deseantes son a la vez técnicas y sociales. (Deleuze & Guattari, 1985, pág. 38).
En otras palabras, el deseo en sí mismo, sin interpretaciones, sin una codificación, no tiene objeto, es parte de la conformación del CsO, pero cuando este forma parte de las máquinas deseantes, es decir, cuando se encuentra dentro de un sistema de flujos, es que recibe una interpretación para que se vuelva consciente, es en esta instancia en que el deseo es codificado, no obstante, no es codificado por los sujetos o por las mismas máquinas que le permiten el fluir, sino que, inmerso en un sistema capitalista que rige la sociedad, el deseo es codificado, hegemonizado por el poder.
Sociedad capitalista, deseo y desterritorialización
Es innegable que en la actualidad el mundo se encuentra regido casi en su completud por un sistema de relaciones sociales en que la producción adopta la forma de conversión del dinero, de las cosas y de las personas en capital. De este modo, la generación de plusvalía o de ganancias para el capitalista es fundamental en el sistema de intercambio actual, buscando siempre beneficios para quien tenga el poder y, por lo tanto, intentando obtener la mayor producción posible a costa del beneficio de los otros.
Cuando este sistema pasó también a regir en los parámetros de las corporalidades y del dominio de los sujetos con el fin de obtener el mayor beneficio de las masas, es que se instauró lo que Michel Foucault llamaría biopolítica, puesto que era (y sigue siendo) necesario controlar las corporalidades y mantenerlas inmersas en un sistema que beneficiara a quienes ejercían el poder. Así, explica Foucault que “el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político. Las relaciones de poder lo convierten en una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman (…), exigen de él signos” (Foucault, Vigilar y Castigar, 2008, pág. 35). De este modo, los sujetos son moldeados no solo en tanto su construcción simbólica y social, sino que físicamente de acuerdo a lo que cada una de las naciones quiere y requiere de ellos. En otras palabras, habitamos las instituciones tal y como se nos guía a habitarlas: del modo en que quienes ejercen la hegemonía en las redes de poder se puedan servir de nuestros cuerpos utilizarlos de acuerdo a una economía de las corporalidades al servicio de la nación.
Es, por lo tanto, el cuerpo uno de los elementos fundamentales en las sociedades de todos los tiempos que, de acuerdo a sus sistemas particulares de operación, utilizan las corporalidades como elementos del campo político con el fin de llevar a cabo sus objetivos de dominación. Cobran entonces importancia las ideas de que los cuerpos y la visión que tenemos de ellos son una construcción discursiva que se ha ido generando y modificando a través del tiempo, regida, como se puede apreciar, por los distintos sistemas ideológicos que hegemonizan los lugares en donde se mueven dichas corporalidades.
Por su parte, Deleuze y Guattari explican este sistema regido por el capital desde la teoría de los flujos desarrollada en El Anti Edipo, comprendiendo que el sistema capitalista que impera en la actualidad surge de dos flujos distintos: en primer lugar el flujo del capital-dinero y, en segundo lugar, el flujo del trabajador libre. Y es este sistema el que lleva a la desterritorialización del socius o, en otras palabras, a salir de las codificaciones de la formación social de los sujetos, a abrir una línea de fuga en el socius:
El capitalismo tiende hacia un umbral de descodificación, que deshace el socius en provecho de un cuerpo sin órganos y que, sobre este cuerpo, libera los flujos del deseo en un campo desterritorializado. (…) Cuanto más desterritorializa la máquina capitalista, descodificando y axiomatizando los flujos para extraer su plusvalía, tanto más sus aparatos anexos, burocráticos y policiales, vuelven a territorializarlo todo absorbiendo una parte creciente de plusvalía. (Deleuze & Guattari, 1985, pág. 40)
Pero, ¿qué quieren decir los autores al mencionar que la máquina capitalista desterritorializa y descodifica todo? Lo que ocurre en este proceso es que el capitalismo, como sistema de organización social de la producción deseante, logra abstraer el deseo (que fluye en las máquinas deseantes acopladas) y lo somete bajo las ideas abstractas de la mercancía y del dinero (con el valor de capital que se le da en la actualidad). El deseo, por lo tanto, se convierte en una abstracción que funciona bajo el código hegemonizante del capital: el valor del dinero.
En este contexto de la abstracción,
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