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El silencio de miles de gritos

Enviado por   •  16 de Diciembre de 2018  •  1.795 Palabras (8 Páginas)  •  257 Visitas

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Los sonidos rítmicos se hacen cada vez más intensos, tanto que me comienzan a inquietar, el lugar lo percibo diferente, tengo la certeza que son voces, voces de angustia que piden algo, que claman algo, cientos de amargos lamentos que comienzo a percibir.

Por un momento me mantuve entre dormido y despierto, en aquello que parece un sueño lúcido, y en ese momento pude escuchar nuevamente la voz que trata de comunicarse conmigo, percibí sus palabras con mejor claridad, y me decía: ¡Este lugar no es lo que tú crees!, ¡Necesitamos que reconozcas en lo que te has convertido!, ¡Atiende a tu entorno, todos lo necesitamos! Cuando desperté, noté las voces rítmicas, parece que todas dicen sólo tres letras ¡Acá!, pero los cientos de voces en un solo clamor ¡Acá!... ¡Acá!... ¡Acá!.. No quise escucharlas más y me refugié en la oscuridad.

Me encuentro dormido y tengo miedo de despertar, no sé qué es aquello, pero no es agradable, ese coro de cientos de voces me angustia, me trastorna: ¡Acá!... ¡Acá!... ¡Acá!... sin parar, como una grabación repetitiva. Y ese profundo eco que parece produzco desde la profundidad de mi mente, que intenta comunicarse conmigo pidiéndome algo que no comprendo me enerva. Pero aparece de pronto y cada vez más insistente, llega un momento que no puedo silenciarlo. Siento que estoy perdiendo lo que me queda de razón ¿Por qué me quieren sacar de esta paz?, ¿Qué pretenden?, ¿Por qué trastocar esta tranquilidad absoluta?

No puedo aceptar lo que me dices, ¿Qué pretendes? ¿Cómo que somos cientos y hemos sido abandonados? No te creo, estoy por acercarme a los pies de mi Dios, lo que dices es absurdo, estoy a un paso de ver su rostro y tratas de decirme que todo es mentira. No te creo, Dios existe y su bondad es absoluta. Yo no he sido abandonado por nadie, y ni tú ni tus palabras harán cambiar mi parecer. Aunque me lo digas desde dentro de mi ser. ¿Qué esas voces buscan ser encontradas y que yo formo parte de esas voces? Estás equivocado, yo no necesito que nadie me busque, porque soy uno con mi Dios y a él iré y me entregaré en absoluta paz. ¡Déjame en paz!

Ya casi no duermo, los murmullos se han convertido en gritos de angustia, lo que era paz, ahora se ha convertido en un escándalo de lamentos que entre sollozos no dejen de gritar la misma sílaba ¡Acá!... ¡Acá!... ¡Acá!... es angustiante, que pretenden. Y la voz de mi interior, tampoco deja de hostigarme, me pide que reaccione, ¿que reaccione a qué?, que asuma mi papel de olvidado, de desaparecido, que Dios ha abandonado por siempre a los hombres, que todo lo que pienso es un sueño, que todo se ha ido al traste, que lo único que nos queda es el recuerdo de aquellos que alguna vez nos amaron, que por eso es vital que nos encuentren. No entiendo nada de lo que me dice, lo percibo como alguien que parece mi enemigo, mi antonimia, es quizá un demonio, seguro que es la última prueba para estar con mi Dios eternamente.

A pesar de esta larga pesadilla, me siento estoico, imperturbable, mi fe es mayúscula, no sé cuánto tiempo habrá transcurrido, pero lo siento infinito ¿Habré pasado la prueba? De pronto todo es silencio y por vez primera escucho un sonido externo, algo como un rascar de tierra y el retumbar del espacio en que me encuentro, percibo las voces lejanas de unos hombres, y que con el ruido del rascar de la tierra se hacen cada vez más claras. Oigo risas, no puedo verlos, pero siento como si me hubieran quitado un manto, percibo el aire, he estado enterrado, ¡Sí, estoy muerto!, pero ¿por qué quieren exhumarme? Y los escucho con toda claridad.

- No mames gallo, este lugar ya está lleno, hay que buscar otro paraje. Carajo, pues cuántos cabrones hemos aventado aquí.

- Como 150, más los que aventaron los cuicos, ya no va a caber ni uno más.

- Apúrate, ¡mételo ya loco!, pártele los huesos con la pala y empújalo. Así.., así lo podemos apretar mejor. Empuja un poco más a ese, sí, a que parece que nos está mirando. Y apúrate porque todavía falta esconder a los pozoleados.

- Pero si esos quedaron a medias, no chingues con eso que se les acabó el ácido, nos dejaron una maza que da asco.

- No te quejes y has lo que te piden, o quieres acabar como estos, pobres diablos.

- Mira, ese, jajaja, hijo de la chingada de veras parece que nos estuviera viendo, pinche desgraciado.

Cuando escuché eso todo se me vino a la mente: mi nombre es Juan, vivía en las Choapas Veracruz, una noche me levantaron unos policías, me entregaron con un grupo de gente, secuestrados para trabajar como esclavos en un laboratorio clandestino de anfetaminas, después de maltratos, poco alimento y los químicos, mi salud se deterioró y un día no pude más y sólo sentí el flamazo de un tiro en la cien. Malditos desgraciados ¡hijos de su putísima madre! estoy en una sepultura clandestina, olvidado, desaparecido, Dios nos ha abandonado. ¡ACÁ!... ¡ACÁ!... ¡ACÁ!

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