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Francia: Mayo del 68' REVOLUCIONES POR EL MUNDO

Enviado por   •  31 de Diciembre de 2018  •  5.942 Palabras (24 Páginas)  •  299 Visitas

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Pero las limitaciones de ese movimiento –débil grado de auto organización en las fábricas y ausencia de un marco de coordinación a escala estatal de los comités de huelga que surgieron; una composición casi exclusivamente estudiantil de la “nueva izquierda” emergente; un escaso tiempo para superar el “consenso” en torno al Estado de bienestar como único puerto posible para amplias capas de trabajadores– unidas al papel de freno, en un último término decisivo que determinaron las direcciones sindicales y el PCF para contener y bloquear la dinámica abierta de confrontación con el gaullismo y la patronal, permitieron que éstos fueran reconduciendo la situación apelando a la mayoría silenciosa con el discurso del “Gran Miedo” (acompañado de la consiguiente amenaza de intervención militar mediante el viaje del presidente De Gaulle a Baden-Baden el 29 de mayo) frente a las grandes Ilusiones que se habían generado durante esos días.

Todavía el 1 de junio, los jóvenes contestatarios se manifestaron gritando “Es sólo el comienzo, la lucha continúa” y denunciando la “farsa electoral” que se anunciaba ya. Pero el viento soplaba ya en sentido opuesto: las direcciones sindicales consiguieron imponer los Acuerdos de Grenelle (concretados en aumentos salariales del catorce por ciento, como también, la extensión de los derechos de los sindicatos a las fábricas, esto firmado por el Gobierno y sindicatos el 27 de mayo), pese a las fuertes resistencias dentro de las organizaciones sindicales y de las grandes fábricas para aceptarlos y que vuelvan al trabajo, todo esto el conflicto finalmente se desvió a un terreno electoral que, una vez restaurado el “orden”, daría la victoria al partido gaullista. Se acababa así con esa explosión social, no sin antes emprender una campaña de criminalización e ilegalización de los grupos “izquierdistas” acusados de ser los principales actores de aquella “pesadilla”. No contento con la “normalización” impuesta a finales de junio, todavía De Gaulle en su discurso del 31 de diciembre de ese mismo año concluyó su mensaje con estas palabras: “Enterremos finalmente a los diablos que nos han atormentado durante el año que se acaba”. Meses más tarde, después de haber perdido el referéndum sobre la reforma del Senado, De Gaulle dimitió como Presidente de la República. Muchas han sido las discusiones que ha provocado el desenlace de dicho “Mayo francés”, pero generalmente se ha tendido a polarizar el debate en torno a posiciones extremas: es lo que hicieron fundamentalmente los partidarios de los Acuerdos de Grenelle y de la “inevitabilidad” de la vía de negociación con el gaullismo, argumentando que la “toma del poder” por el movimiento era imposible. Sin embargo, si bien es cierto que algunos sectores izquierdistas pensaron que esto último era posible, en términos más generales, lo que se planteó entonces, inclusive por parte de sectores de izquierda socialista o del Partido Socialista Unificado (PSU) –un partido con creciente influencia en el sindicato de origen católico Confederación Francesa Democrática de Trabajadores (CFDT), el cual conoció un proceso de radicalización notable en esos meses– fue que se podía haber ido mucho más lejos de unos Acuerdos que redujeron esas jornadas a un movimiento reivindicativo, reprimiendo así su dimensión política y abiertamente enfrentada al régimen gaullista.

Era la caída de éste la que podía haber aparecido como una vía alternativa, que hubiera permitido luego la profundización de un proceso de movilización y auto organización obrera y popular, cuyo alcance habría sido totalmente imprevisible. En cualquier caso, es cierto que la lectura mayoritaria de los grupos «izquierdistas», cuyo referente histórico principal era entonces la revolución rusa, fue que lo que se había vivido en mayo era un “ensayo general”, similar a lo que significó 1905 en Rusia, y por tanto había que prepararse para una verdadera revolución: la solución se veía en la construcción de nuevos partidos revolucionarios, de nuevas vanguardias como demostración de esa tesis, abrazada con toda ilusión por esa nueva generación, con la consiguiente impaciencia y, luego, frustración e incluso desesperación de muchos de sus miembros durante los años posteriores. Es significativo también que, independientemente de esos errores posteriores, la experiencia vivida en Mayo condujo a muchos y muchas de sus activistas a un interés por la historia de las revoluciones y los movimientos sociales que buscaba aprender no sólo de las experiencias triunfantes sino, sobre todo, de las fracasadas pero más radicales, como la Comuna de París de 1871 (la autodefinición como “Comuna” de procesos avanzados de auto organización, como el de Nantes, no fue casual) o la Catalunya de julio de 1936 (con un ensayo autogestionario que servía, a su vez, de referente para una nueva convergencia entre marxistas “heterodoxos” y anarquistas). Volviendo a Mayo, lo que interesa extraer de los mensajes, discursos e innovaciones constantes que esas jornadas de efervescencia colectiva estimularon es la irrupción de lo que Herbert Marcuse definió como un “Gran Rechazo”, expresado en unas señas de identidad “anti”. Antiimperialismo, anticapitalismo, antiestalinismo y antiautoritarismo (antigaullismo en el caso francés) fueron rasgos ampliamente comunes de lo que entonces proliferó y que ha sido reconocido, al margen de las autobiografías interesadas y parcialmente reinventadas por algunos de sus protagonistas mediáticos, gracias a la labor de una corriente historiográfica que ha ido directamente a las fuentes originales; ése es el caso de trabajos como el de Kristin Ross (2008), por mencionar sólo una obra recientemente publicada en castellano. Porque, efectivamente, fueron esos “anti” el denominador común de la “toma de la palabra” colectiva que se produjo entonces y que ayudaría precisamente a que el Mayo francés no pudiera verse disociado de lo que ocurría en Vietnam, Praga, Detroit o México. Era una subjetividad común rebelde, motivada fundamentalmente por la indignación frente a las injusticias que se percibían entonces (con la guerra de Vietnam como máxima expresión), la que se expresaba en distintas partes del mundo, principalmente entre los jóvenes, pero también entre quienes ya no lo eran tanto y también se sentían partícipes de esa revuelta global, como también pudo comprobarse en las historias de vida de activistas de distintos países, reflejadas en obras colectivas como la coordinada por Ronald Fraser en 1988. Es cierto que ese “Gran Rechazo” no condujo a un imaginario colectivo que fuera efectivamente compartido por la gran diversidad de corrientes que se fueron abriendo camino después y que tendrían diferentes

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