La FARC no quiere la paz, quiere el poder

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Considero que todo esto del ̈acuerdo de paz ̈ en el fondo no es más que un momento histórico compartido y sentido que nos ofrece la oportunidad de pensarnos como iguales, de ampliar la compasión por nosotros mismos y por los otros, de entender que la paz comienza en nuestro interior, y consiste en ese estado del ser que se alcanza cuando existe congruencia entre lo que se piensa, se siente y se hace.

Esto, a mi manera de ver las cosas, sólo será posible cuando logremos aceptar las diferencias - ̈errores ̈, ̈defectos ̈, ̈limitaciones ̈, ̈incongruencias ̈- que hay en nosotros mismos, y a partir de allí, aceptemos las diferencias del otro; sólo cuando miremos con ojos de compasión al otro -porque en el/ella se refleja también mi fragilidad humana- y asumamos una actitud abierta a ver, escuchar y sentir los matices que ofrece la experiencia particular del que está enfrente.

Si dejamos las ambiciones individuales (de poder, dinero, recursos) y comenzamos a pensar más en nuestras necesidades como seres humanos (de dignidad, libertad, protección, afecto, comunidad, aceptación, etc), lograremos la paz. Si somos conscientes de que a todos nos une una experiencia humana idéntica, llena de intereses, dolores, alegrías, motivaciones y deseos de no sufrir; si aceptamos nuestra falibilidad humana, así como el egoísmo propio de esta misma naturaleza, y sacamos provecho, más bien, del potencial que todos tenemos de cultivar la compasión y el amor hacía uno y hacía los otros, una vez entonces, lograremos construir la anhelada paz.

María Camila Pinzón SeguraMédica PediatraEstudiante del Doctorado en Salud Pública Universidad Nacional de Colombia