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La participación política de la mujer, se encuentra en un contexto sociocultural que ha resultado ser hostil en México

Enviado por   •  28 de Octubre de 2017  •  4.536 Palabras (19 Páginas)  •  638 Visitas

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Antecedentes

Solamente un país reconoció el voto a las mujeres en el siglo XIX : Nueva Zelandia, que lo hizo en 1893, pero tardó todavía varios años en autorizar las candidaturas femeninas. El vecino Australia lo aprobó en 1902. Posteriormente los países nórdicos hicieron lo propio: Finlandia en 1906, Noruega en 1913, Dinamarca en 1915, Islandia, Bélgica, los Países Bajos y Suecia en 1919. En términos generales, puede decirse que las naciones europeas reconocieron el sufragio femenino en el primer tercio del siglo; hay, sin embargo, algunas notables excepciones: Francia, que lo hizo en 1944, Bélgica en 1948, y Suiza, que aprobó el voto federal en 1971, pero tardó 22 años más en autorizar el último de los votos locales (en Appendzell). Los países latinoamericanos se concentran en el segundo tercio, en tanto que los africanos y asiáticos registran una tendencia aún posterior.

En América Latina, la mayoría de los países de la región autorizó el voto femenino en la década de los cuarentas. México ocupa el lugar número 61 en el mundo y el número 26 (de un total de 31) en América Latina y el Caribe. No es precisamente una posición de vanguardia. Además, hay que decir que cuando se aprobó, en 1953, ya existían muchas presiones internacionales.

Los primeros pasos: el derecho al sufragio

La lucha de las mujeres por sus derechos en condiciones de igualdad con los hombres puede situarse en el siglo XIX, cuando la modernidad extiende su influencia en diversos ámbitos de la vida (por ejemplo, los Salones, que permitieron divulgar la cultura en un ambiente de tertulia que disfrutaban tanto hombres como mujeres), el pensamiento ilustrado se coloca en el centro de la razón y se gestan movimientos contestatarios contra gobiernos despóticos.

Los primeros logros con relación a la igualdad política electoral de la mujer surgen a partir de 1916, cuando en Chiapas, Tabasco y Yucatán se reconoce la igualdad jurídica para que la mujer pudiera votar y ser elegida en puestos públicos de representación popular.

Pero a pesar de los logros alcanzados en las primeras décadas del siglo XX, es hasta 1947, durante el gobierno del presidente Miguel Alemán, cuando a la mujer mexicana se le reconoce a nivel nacional el derecho a votar y ser votada en los procesos municipales. Más tarde, en 1953, el presidente Adolfo Ruiz Cortines expide la reforma a los artículos 34 y 115, fracción I constitucionales, en la que se otorga plenitud de los derechos ciudadanos a la mujer mexicana. En 1964 se presentan las primeras senadoras en la historia de México; María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia, representando a Campeche en el periodo que culmino en 1970.

En 1993 se aprueba la propuesta al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, (COFIPE): “Los partidos políticos promoverán en los términos que determinen sus documentos internos, una mayor participación de las mujeres en la vida política del país, a través de su postulación a cargos de elección popular.

La apertura cultural

Las últimas décadas han sido testigo de un cambio drástico en el papel de la mujer en la sociedad. Se han abierto puertas para que las mujeres participen en todas las facetas de la vida pública y, por lo menos, dos tendencias han contribuido a ello. La primera ha sido el renacimiento del movimiento internacional de la mujer. Este movimiento resurgió después de décadas de silencio y generó una concientización a escala mundial de la condición de la mujer y un activismo por sus derechos. La segunda tendencia involucra los efectos de la globalización y la revolución en las comunicaciones. Ambos han resultado en el quiebre de las fronteras geográficas e informativas, facilitando la difusión global de información sobre la mujer, su cambio de roles y sus logros en la vida pública, así como sobre la formación de coaliciones inter- nacionales de derechos de la mujer. En México estas tendencias se han afianzado rápidamente debido a los altos niveles de educación de la mujer y al comparativamente alto nivel de integración de la región a la economía mundial.

Participación política

La tendencia a la feminización de la política mexicana pareciera ser permanente. Cuatro factores alientan y ayudan a predecir el continuo crecimiento del liderazgo político femenino. Dos antecedentes estructurales son la tendencia modernizadora en la preferencia de los votantes de la región (favorable a las mujeres) y la transición demográfica, con su impacto en el primer factor antes mencionado. A ellos se debe agregar el compromiso de la comunidad internacional, reflejada en la Declaración de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, firmada por los líderes mundiales en el año 2000, y la crisis política de la región que, tal vez paradójicamente, abre espacios para la participación de la mujer en la política.

Las políticas de igualdad han dado pauta a la participación plena pues se relacionan, por un lado, con la igualdad de oportunidades; y por otro, con el diseño, la aprobación, la aplicación y la evaluación de las políticas públicas (por cómo estas afectan a las mujeres). Más mujeres en las cámaras pueden dar lugar a un mayor empuje a la solución de las preocupaciones y problemáticas femeninas –necesidades e intereses prácticos y de género–. Pero además, en las cuestiones generales, las mujeres pueden aportar su punto de vista para contribuir a la agenda política, económica y social del país.

Ahora bien, las cosas no siempre son automáticas. Existen muchas mujeres que cuando llegan al poder y comienzan a ejercer ciertas posiciones relevantes reproducen los patrones ideológicos, culturales y políticos de la fuerza a la cual representan, y se olvidan de las reivindicaciones de género. Pese a ello, ciertamente la presencia de más mujeres en la política es, ya de por sí, un cambio simbólico importante. En todo caso, las representaciones son siempre difíciles, en todos los niveles. Frecuentemente, los representantes políticos –mujeres o varones– tienen serias dificultades para reflejar la composición social y las opiniones de sus representados.

La presencia y la representación

La polémica acerca de la presencia y la representación femenina persiste. Algunas autoras consideran que lo que se dice se puede separar de quién lo dice, además de la tradicional y famosa frase: «Cuerpo de mujer no significa conciencia de género». Y es que, ante la diversidad de intereses de las mujeres, la representación de estas se torna

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