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Usos políticos y periodísticos de la encuesta Gabriel Vommaro

Enviado por   •  6 de Octubre de 2018  •  3.863 Palabras (16 Páginas)  •  254 Visitas

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Los encuestadores, son así y a pesar de pretensión de autonomía, armas simbólicas de los actores políticos. Trabajan para construir las “impresiones” que estos últimos quieren dar en su trabajo representativo.

En la campaña electoral de las elecciones presidenciales de 1999, los encuestadores que trabajaban para los partidos ponían a disposición de los candidatos las encuestas que los favorecían, enviaban a los medios de comunicación ciertos datos y guardaban otros. El candidato del PJ, Duhalde, desde el comienzo de la campaña estuvo en posición desfavorable en relación a su principal contrincante, De La Rúa. Para contrarrestar este efecto su estrategia era entregar a los medios resultados de encuestas provinciales o locales realizadas en aquellos lugares donde el peronismo llevaba ventaja. La idea de una realidad local o provincial opuesta a la nacional aparecía con recurrencia en los discursos de los candidatos pertenecientes a los partidarios mayoritarios, lo cual muestra que el uso de las encuestas está condicionado por la organización y la tradición política de pertenencia.

La complejidad de las relaciones en el espacio de la comunicación política se expresan así en las posibles “alianzas” entre los diversos actores, quienes se valen de la legitimidad del otro para sostener o conquistar una posición. Así como encuestadores y periodistas se alinean para mostrar “la realidad” sobre la que los dirigentes partidarios deben pronunciarse como si fuera un dato inalterable, éstos también pueden presentarse junto a los encuestadores más prestigiosos para definir una realidad que les es favorable.

El predominio de las encuestas como indicador práctico en el espacio de la comunicación política no impide que los dirigentes partidarios intenten poner límites al poder de los expertos y de sus números. Los actores partidarios conservan un margen de autonomía en la interpretación de los datos y en su utilización. El hecho de que la herramienta sea útil y fiable no quiere decir que deje de ser movilizada en la práctica como apoyo en la performances representativas, en las que según los dirigentes políticos importan más sus propias capacidades que los datos técnicos de las encuestas.

Si la confianza y la creencia en las encuestas hacen de ellas verdaderas fotografías de la realidad, no son más que imágenes “borroneadas” que es necesario interpretar correctamente. En ese momento, es el dirigente político el que posee el “olfato” necesario para hacer de los contornos borrosos, límites precisos.

Los dirigentes partidarios intentan mantener la importancia de otras formas de lectura del estado de la lucha. El uso de los indicadores carismáticos tiene un rol importante puesto que permite expresar las “sensaciones” que no aparecen a través del instrumento técnico. La gente es así representada por otros medios más manejables por los actores políticos, que no dependen más que de ellos mismos. Estos indicadores carismáticos no sólo son utilizados como herramientas simbólicas para confrontar las “sensaciones” y las “intuiciones” a las cifras de los sondeos, sino que también sirven como herramientas cognitivas, en especial en el caso de los “líderes políticos”, dirigentes que ocupan una posición dominante en el espacio partidario y que son reconocidos por sus pares y por sus militantes como poseedores de “capacidades extraordinarias”. En las campañas electorales, el peso organizacional y la “tradición” son movilizados por los partidarios mayoritarios para interpelar a los adversarios y al público y demandar el reconocimiento de una posición histórica, a pesar de las cifras presentes de las encuestas.

2. El espacio periodístico y las encuestas: la independencia y la representación del “hombre común”.

Si los principios políticos y los actores del Estado y de las fuerzas políticas partidarias y no partidarias intervienen siempre en la construcción periodística de las noticias, pueden hacerlo de formas más directas –lo cual implica una heteronomía del medio- o más indirectas. Si en la historia de la prensa argentina ha habido una tensión constante entre los intereses políticos de determinados grupos sociales creadores de diarios y los intereses políticos del Estado, en la historia de la televisión el control estatal directo estuvo presente desde los primeros pasos.

Pero la campaña pro-privatizadora y el proceso posterior de adjudicación a manos privadas de los canales de televisión en manos del Estado fue acompañado de la construcción de una voz autónoma de las empresas mediáticas frente a los partidos y al Estado. Frente a las tentativas de control de la información, las empresas de prensa ya se habían mostrado en los años 1980 como actores independientes, sin condicionamientos y cuyo sólo compromiso era con la gente. La cuestión era la objetividad de los medios de comunicación como valor y como justificación de su posición mediadora y de su poder social. El público aparecía así como la fuente principal de la legitimación de la transparencia mediática, pero en este caso no se trataba sólo de las “audiencias”, sino también de un público constituido como ciudadanos “independientes” cuyo derecho a la información objetiva y cuya expresión podían ser garantizados por las empresas mediáticas.

La objetividad llegaría así de la mano de las empresas multimedios con la afinidad de ese público “independiente” al cual era necesario representar con la lógica de las encuestas. La gente aparecía así como una fuente de legitimación del envión privatista.

Cuando los canales de televisión fueron pasados a manos privadas, la lógica de la audiencia fue puesta en el centro de las justificaciones de la programación. Esta audiencia siguió apareciendo con su doble cara de consumidor o cliente y de ciudadano “independiente”. La lógica de la audiencia permitía así combinar el progreso de los negocios con el anunciado respeto de “lo que quiere la gente”.

La relación entre los diarios, las radios y los canales de televisión pertenecientes a una misma empresa creó una suerte de sinergia, de círculo de la información que permite a los programas de televisión y de radio retoman las noticias aparecidas en los diarios y a estos últimos hacer de los acontecimientos televisivos las noticias del día siguiente. Esta dinámica asegura una capacidad de “imposición” de la información dirigida a poner la atención en los problemas cotidianos del “hombre común”.

Es en este contexto que podemos situar el proceso de autonomización de los periodistas políticos de televisión, pero también

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