El ensayo es un género literario que se caracteriza por permitir desarrollar un tema determinado de una manera libre y personal.
Enviado por Ensa05 • 18 de Abril de 2018 • 4.015 Palabras (17 Páginas) • 1.220 Visitas
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EL ENSAYO DE MIGUEL DE UNAMUNO
Decía Pérez de Ayala que Unamuno tomaba los géneros literarios al pie de la letra, como si fuesen géneros, telas, y con ellos se cortaba un traje a la medida. En efecto, los dos aspectos constitutivos del ensayismo hispánico -interioridad subjetiva y proyección sobre la realidad histórica del país- presentan en su obra unos caracteres muy peculiares. En él culmina la corriente del autobiografismo -Guevara, Santa Teresa, también, desde otro ángulo, Torres Villarroel- y cabe afirmar que él fue el primero en escribir ensayos como confesión pública de la intimidad: "¿qué han sido y son todos mis escritos sino Diarios gritados en la plaza pública? ¿Íntimos? Más bien, éxtimos". Retengamos esta definición: "diarios éxtimos". Es decir, una conversación con el lector en la que, día a día, derrama su interioridad y la desborda sobre los acontecimientos y las cosas.
NATURALEZA DEL ENSAYO
Definiciones
El ensayo propiamente dicho es un género moderno. Bajo nombres ajenos, incluido todavía en otras clases de escritos, desprovisto de una teoría literaria que lo sustentara como variedad independiente, pueden rastrearse sus orígenes hasta épocas antiguas. Pero el ensayo consciente de su autonomía literaria, el ensayo claramente definido como tal, se perfila en los últimos siglos más o menos. Sólo en la edad contemporánea es cuando ha llegado a alcanzar, dentro del más amplio sector de la prosa didáctica que lo engloba, una posición central. Y es muy probable que en su desarrollo y hegemonía como género literario mayor: hayan tenido gran, influencia el pensamiento liberal y el periodismo. De ahí su rápido ascenso a partir de la Revolución francesa. La palabra "ensayo" se define en el Diccionario de Autoridades como "inspección" reconocimiento y examen del estado de las cosas. No connotaba entonces forma literaria, como tampoco en las ediciones posteriores que le siguieron de cerca. En la actualidad, sin embargo, el ensayo está definido como género literario, aunque no muy felizmente. "Escrito,
-explica el Diccionario de la Real Academia-, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia".
Se refiere en realidad al aspecto formal del ensayo y no a su naturaleza, a la estructura esencial que lo separa de otros géneros literarios. La nota a una retórica del siglo pasado dice que clasificación perfecta no cabe ni entre las obras imaginarias entre las didácticas o morales, aunque participa de algunos de sus caracteres. En realidad, se reduce el ensayo a una serie de divagaciones, las más veces de aspecto crítico, en las cuales el autor expresa sus reflexiones acerca de un tema determinado, o sin tema alguno. No es fácil entender cómo es posible escribir "sin tema alguno", pero lo que se desprende de esta definición preceptiva es el hecho de que, en lengua española, el ensayo constituye un género que tardó bastante tiempo en independizarse. Otro diccionario agrega un rasgo definitorio más: "En los tiempos modernos, se aplica el vocablo a un verdadero género literario que comprende todos aquellos trabajos considerados como literario-científicos". Corominas lo considera una "obra literaria didáctica ligera y provisional que aparece a principios del siglo XIX".
El término "ensayo" proviene del latín tardío: "exagium", es decir, el acto de pesar algo. Está además relacionado con el "ensaye": prueba o examen de la calidad y bondad de los metales. Tanto pesar como probar son rasgos esenciales del ensayo, pero la definición más clara se encuentra en el diccionario de Webster: "Composición literaria breve que trata de un solo tema, por lo común desde un punto de vista personal y sin intentar ser más completa".
Lo que deslinda el ensayo de otros géneros literarios no es tanto su brevedad o falta de aparato erudito, cuanto un rasgo propio que consiste precisamente en lo que sugiere la palabra misma: ensayar. Esto es, pesar, probar, reconocer, examinar. Pero, ¿en qué consiste esta prueba que se hace? El ensayo es un escrito, por lo común breve, sobre temas muy diversos. No lo define el objeto sobre el cual se escribe sino la actitud del escritor ante
el mismo. Actitud de prueba, de examen, a veces de tentativa o de sondeo. El ensayo es una cala, una avanzada, un tiento por el que se reconoce un terreno nuevo, inexplorado. No tiene ni requiere aparato crítico ni gran extensión; en el fondo, es una hipótesis, una idea que se ensaya. Se presenta escueto y desnudo. Sin ropajes eruditos, su apariencia enjuta es engañosa. Aunque no deban buscarse en el ensayo muchos datos ni hechos rotundamente demostrados, su humildad es tan sólo aparente. Porque el ensayo no consiste en la exposición de conocimiento, en la ordenación de un caudal de datos informativos, cualesquiera que éstos sean, sino en la proyección de una idea nueva sobre algo que se creía de sobra conocido. Es frecuente que las cosas muy sabidas tiendan a ser aceptadas como axiomas, como inconmovibles supuestos lógicos. Y en esta aceptación se arriesga a veces la marginación del anquilosamiento mental. El ensayo abre una ventana, lo remueve, lo perturba todo. En otras palabras: ensaya lo establecido, lo pesa, lo templa, la pone a prueba. A esto se debe que la raíz espiritual del ensayo y del ensayismo sea la duda. Y no es, por lo mismo, aleatorio que el ensayo fuera definido por Montaigne a fines del siglo XVI, o sea durante el tiempo en que se oponía el concepto crítico y experimental al principio de autoridad. El ensayo, por consiguiente, no ha prosperado mucho allí donde pesen demasiado las supuestas verdades dogmáticas, sea cual fuere el tema en que se aseveran.
El medio ambiente del ensayo son, por lo contrario, la duda, la curiosidad, el libre examen, el antiguo afán humano de querer ver las cosas por fuera y por dentro. De ahí el carácter polémico, agresivo, que suelen tener los grandes ensayistas. Ante lo establecido, ante todo aquello que la tradición consagra y cristaliza, el ensayista viene en efecto a ensayar, a probar, a tocar para creer. Esta actitud, originada en la duda, implica por lo pronto una sospecha y una negación; implica además la posibilidad de derruir lo que se creía firmemente cimentado y sustituido por otra cosa que puede ser por lo completo nueva y diferente. No es una casualidad que el ensayo se haya desarrollado sobre todo a fines del siglo XVIII, ni que se haya cultivado preferentemente en Francia y en Inglaterra, es decir, bajo los climas del
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