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El poeta puneño de todos los tiempos

Enviado por   •  12 de Enero de 2018  •  867 Palabras (4 Páginas)  •  236 Visitas

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–¡Adúltero!... ¡Véte de aquí!.

Entonces, quién sabe él le habrá contestado:

–¡El toro tiene su vacada!...

Después se habrá alejado montado en su chokchi,pensando:

–No puedo ser adúltero porque a mi mujer la quiero y a las otras las deseo. Bueno. Qué le vamos hacer!. Con mi chokchi y mi charango me es bastante. ¡Adiós!...

Y así habrá penetrado en la tiendecilla sucia, empolvada y mal arreglada a beberse un trago largo. (Antes habrá dado una vuelta por la plaza del pueblo halando su chokchi para hacerse presente). Más tarde estará embriagado, con las comisuras verdes por haber pikchado mucha coca, con la boca pastosa, con los ojos adormecidos, los párpados caídos y los músculos faciales contraídos por una mueca risueña y tierna, rasgueando ágilmente el charango y cantando, trémulamente, vozarronamente:

«Mi mujer me ha arrojado.

Me ha arrojado de su choza.

¡Me ha arrojado!... No me importa.

Porque tengo mi caballo.

Mi caballo no me cela.

Cuando voy por las cabañas,

a buscar a mis queridas.

¡Y mi caballo me quiere!».

Y así seguirá improvisando tapa la mañana, toda la tarde, toda la noche. Su voz retumbará en la tiendecilla, se envolverá en las botellas se apretará contra los sestos de coca, golpeará las latas de alcohol, rozará las paredes, explosionará en la puerta y se esparcerá por todo el poblacho, pata diluirse luego, como un caramelo, en el corazón de todas las imillas viudas y casadas que lo escuchan. Sus travesuras amorosas son lascivias de jañachu y sus trotadas de enamorada voluble no morirán por más que el recuerdo de los celos de su compañera le punsen el alma. Y, al contrario, se dirán: ¡Qué se ha creído!... Y volcará, seguidamente, un trago más sobre sus labios resecos. Y agregará, con cierta ternura: Sólo por que me has enseñado a querer, te quiero un tanto más que a las otras. Y luego terminará cantando para su pena:

«Ayer me celaste, paloma,

sabiendo que yo te quiero.

¿Acaso el darme a todas

es dejarte de querer?.

Con tus celos, palomita,

tú provocas estas penas.

Y tan penas son, paloma,

que me sacan este canto.

Que, a más de una, la seduce.

Las convence, las ablanda

y las empuja a mi boca».

El charango, bajo sus dedos adoloridos, chillará, rugirá, llorará y reirá. A veces será un chorrear de lágrimas

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