LOS IMPACTOS DE LA MODERNIZACIÓN

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Por otra parte, el análisis no está acompañado de una investigación sistemática de las características actuales y de los problemas de la familia en Chile, como si intentar estudiarlos y comprenderlos fuese una manera de justificarlos. El discurso moralizante no requiere de investigación sociológica, ya que parte de un «debe ser» inapelable que se impone a tal punto, que cualquier cosa que se separa de él es una desviación que no vale la pena entender, sino sólo cambiar. De ahí, entonces, que este debate, aunque central al Chile Contemporáneo, se ha venido dando en forma sesgada y muy poco informada. Ello aminora nuestra comprensión de la realidad nacional, y afecta las políticas públicas al no disponerse de la información necesaria para adecuar de la mejor manera su diseño.

En consecuencia, ¿qué está pasando realmente con la familia en Chile, que es fuente, al mismo tiempo, de tantas expectativas y de tanta frustración?

Lamentablemente, a pesar de que en condiciones muy adversas se han realizado en los últimos años un buen número de investigaciones puntuales, tanto en centros de estudios y universidades como en organismos internacionales, no se ha logrado constituir el campo de la sociología de la familia en Chile.

El mismo déficit se observa en el resto de América Latina, con la excepción parcial de Brasil. En Europa y Estados Unidos los estudios de la familia y de la demografía familiar se cuentan entre los campos más desarrollados de las ciencias sociales, por lo que este vacío en Chile y América Latina no deja de llamar la atención.

Este volumen responde al desafío de comenzar a resolver esta deficiencia, y trata, por esta vía, de elevar el debate público sobre la materia. Su aspiración es estimular a otros investigadores en todos los países de América Latina a crear o fortalecer este campo de la sociología. Es imposible tener debates sensatos y específicos sobre los problemas que se enfrentan en cada país si no se tienen estudios bien fundamentados sobre las características de las familias y sus efectos para el conjunto de la sociedad nacional.

La sociología de la familia no sólo permite entender mejor a las familias propiamente tales, sino también en cuanto a los roles de género, las preferencias por la cohabitación en vez del matrimonio, o las decisiones que llevan a tener más hijos que en ellas se dan. La sociología de la familia también permite examinar, por ejemplo, las tendencias demográficas de un país, las características que asume la pobreza, la manera en que se reproduce en el tiempo la estructura de clases, o los factores que inciden en la formación del capital humano y sus consecuencias sobre el desarrollo y la modernización.

Las políticas estatales de bienestar afectan a las familias, y funcionan bien o mal en la medida en que se imbriquen adecuadamente con sus modalidades. En el fondo, las familias no son solamente las unidades básicas que organizan la vida cotidiana de los seres humanos. Son también el punto de partida para toda una gama de determinantes que conforman las características de la sociedad global en que están inmersas. Su estudio abre espacios para poder comprender mejor cómo se constituyen dichas sociedades y cómo cambian. Los capítulos de este libro permiten visualizar estas consecuencias en un ámbito variado de aspectos.

1. LA FAMILIA: DEFINICIONES Y FUNCIONES

Toda persona, hombre o mujer, percibe a la familia como algo que le marca la existencia. Es una de las instituciones que se vincula por mayor cantidad de tiempo a la vida de cada individuo. Es un espacio que conjuga lo social con lo propiamente biológico. Su lógica prevalece siempre sobre las del mercado o del Estado (Hearn, 1997). Nada de ello, sin embargo, implica que la familia no tenga una naturaleza cambiante. Como señala Martine Segalen (2000), «lo que el desarrollo de los estudios históricos sobre la familia no deja de mostrar después de veinticinco años es que la familia es una institución cambiante, un conjunto de procesos. Cada época conoce sus formas de familia; sociedad y familia son el producto de fuerzas sociales, económicas y culturales comunes, sin que una sea el resultado de la otra».

La familia es una institución viva y, por lo tanto, hay que entenderla en constante construcción, tanto en términos sociales como en términos de la vida diaria de cada persona. Este acento es lo que se ha denominado el enfoque constructivista de la familia, según el cual la única forma de llegar a una definición cercana a las familias reales es poniendo el acento en su carácter contingente.

¿Qué es, con todo, una familia? Tradicionalmente se la ha definido como un grupo de personas, a menudo de distintas generaciones, relacionadas por vínculos de sangre y/o identidades compartidas de parentesco, que ocupan diversas posiciones diádicas —como esposo y esposa, padres e hijos y hermanos/as—, se relacionan con redes de parentesco más amplias —como abuelos y nietos, tíos y primos— y cumplen funciones tales como la reproducción, el sustento físico, la socialización de los niños y la gratificación emocional (Segalen, 2000; Klein, 1966).

Este tipo de definición, sin embargo, es cuestionada por algunos, porque toma como norma a la familia nuclear heterosexual (Ingoldsby Smith, 1995). No obstante, cuando se habla de familia, cualquiera sea la definición, siempre se hace referencia a ciertas dimensiones que distinguen a estos grupos humanos de otros: consanguinidad, parentesco (o parentescos asumidos), lazos jurídico-legales y/o religiosos, intergeneracionalidad, vínculos afectivos, o vida en común como proyecto de largo plazo. Las distintas formas de definir a la familia van a variar según se enfatice más o menos alguna de estas dimensiones en los lazos que se forman entre las personas que comparten lo que ellas ven como la unidad social básica que organiza su sustento emocional y/o físico, o define su origen.

Algunos autores apuntan a la necesidad de incorporar a su definición la naturaleza de las relaciones de poder que se dan adentro de ella. Groso modo, este ha sido el aporte de los estudios de género. Desde esta perspectiva, se define a la familia como «una organización Social, un microcosmos de relaciones de producción, de reproducción y de distribución que cuenta con una estructura de poder interna […] integrada por personas de diferente sexo y edad que tienen una relación de alianza y parentesco o afinidad, cuyo propósito es la convivencia prolongada» (Valdés, 1998).

Como institución fundamental para la vida de las personas y para la sociedad, hay cierto consenso en que las funciones de la familia