Pensamiento Crítico, Ético y Educación (Fernando Savater)
Enviado por Christopher • 10 de Noviembre de 2017 • 6.595 Palabras (27 Páginas) • 850 Visitas
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Si una sociedad no crea ciudadanos capaces de vivir armónicamente, si no crea el tipo de ciudadano capaz de participar de una manera a la vez crítica y constructiva en las instituciones, está condenada a no ser más que una democracia de fachada o de nombre, pero no una democracia real, pues éstas exigen demócratas y los demócratas no son plantas silvestres que nacen entre las piedras por casualidad, sino algo que tiene que cultivarse socialmente por las vías de la educación. Para los griegos, democracia y paideia, democracia y educación, estaban forzosamente unidas y deberían estarlo también para nosotros. En realidad el reto de la educación y la democracia del siglo XXI es si verdaderamente las sociedades democráticas están dispuestas a formar universalmente a sus ciudadanos en la capacidad de poder responder educativamente en la participación política, lo cual no consiste simplemente en prepararlos para desempeñar un trabajo, que es muy importante; ni en sólo informar a la gente, porque la información es importante, pero no sustituye al conocimiento ni a la ciudadanía.
La educación debe formar para dar autonomía a la persona, es decir, para que la persona sea capaz de decidir y de elegir su camino; formar para la cooperación, esto es, la capacidad de trabajar y entenderse con otros, de decir lo que uno sabe y entender lo que saben los demás; formar para la participación, lo que significa que la política no quede reducida a un pequeño grupo que decide sobre la vida de la ciudadanía, sino que la gente se implique en el plano de su barrio, de su ciudad, de su país entero, en la gestión democrática y, por supuesto, formar para la solidaridad, para ser capaces de comprender que todas las riquezas humanas son riquezas sociales, por mucho que la iniciativa privada de algunas personas más audaces, más hábiles, haga que alguien gane una fortuna gracias a su buen ojo en los negocios y a su habilidad. En cualquier caso, no gana él solo sacando la riqueza de la nada, siempre la saca de la sociedad.
Es de esperar que cada vez más se logre una reivindicación del papel de la educación, que cada vez más la gente vaya a exigir que la educación no sea asunto de unos cuantos ni algo que decida un ministro, -que si el ministro es bueno, pues muy bien, mas si no lo es, pues peor- sino que la educación es una demanda social y es la sociedad la que demanda a los políticos: que la gente esté pendiente de la educación, que sepa cuáles son los planes educativos y para qué les van a ser útiles a sus hijos. Sabemos que la buena educación para todos es muy cara, que cuesta mucho dinero, pero es más importante que el dinero se emplee en la educación a que se emplee en otro tipo de funciones, por ejemplo, haciendo cárceles, para no hacer escuelas. Hay que elegir si queremos sociedades con escuelas o sociedades con cárceles. Esto depende de la ciudadanía.
En el fondo la ética, en el sentido fuerte y significativo del término, es una reflexión que cada uno de nosotros debe hacer sobre su propia libertad, puesto que cada uno de nosotros sólo conoce a un sujeto, que es a sí mismo, desde el punto de vista de la libertad. Podemos ver los efectos de lo que hacen los otros, pero no estamos dentro de ellos para determinar cuáles son sus objetivos, sus intenciones, su buena o mala fe; en cambio estamos en el interior de nosotros mismos y por eso el juicio ético es un juicio sobre nuestra propia plenitud, sobre
nuestra propia excelencia como seres individuales. Naturalmente ese juicio ético versa sobre nuestra actitud o nuestra acción como seres humanos en relación con otros, porque no somos seres aislados.
Cuando se habla de individuo surge siempre una imagen como de alguien encerrado, separado o desligado de los demás. Nada más falso. La individualidad es un producto de la sociedad y ésta, conforme ha evolucionado, se ha ido sofisticando más, alejándonos del tribalismo y de la mentalidad digamos mágica, teocrática, etc., del pasado. De acuerdo con su evolución las sociedades producen más individualidad. La individualidad no surge contra la sociedad, es parte de la evolución de la sociedad, por lo tanto los individuos no son asociales, no son individuos en contra de la sociedad. El individualismo no es, o no debe ser, una forma de escapar de las obligaciones respecto de la sociedad, sino precisamente una forma de afrontar nuestra vida en común con los otros.
Lo que quiere decir el individualista, la actitud de la perspectiva individualista, es que cada persona tiene que ser consciente de su capacidad de acción, de su capacidad de intervención, de su responsabilidad en el conjunto de los demás; que no se puede ser simplemente parte de un engranaje, parte de un organismo general como los corales, formados por muchos seres unidos indisolublemente. El individualismo es una posibilidad de intervención social a partir de la responsabilidad de la persona, pero no una posibilidad de desligarse totalmente y de abandonar la sociedad, entre otras cosas porque somos seres irremediablemente sociales. Cada uno de nosotros
piensa, reza, teme, ama en un lenguaje que no ha inventado, sino en aquel que nos han transmitido los demás; es la sociedad dentro de nosotros. Aún en la soledad de su isla, Robinson Crusoe hablaba y pensaba consigo mismo en un lenguaje en el que estaba de alguna forma todo el conjunto de espíritu que los demás nos dan. Porque es con los demás y con lo que los demás nos dan que nos hacen humanos. La humanidad no es algo que brote en nosotros con la espontaneidad de una flor sin que nadie la riegue o la cultive. La humanidad es la capacidad de una forma de vida que nos damos unos a otros, una especie de matriz social, el útero de la sociedad del cual nacemos por segunda vez. Nacemos fisiológicamente del útero materno y luego, humanamente, socialmente volvemos a nacer de ese útero que forma la comunidad humana en la que aprendemos el lenguaje, en la que vemos los rostros de nuestros semejantes; ese es nuestro segundo nacimiento.
Por lo tanto, la ética, que se ocupa del sentido de la libertad del individuo, está también ligada con esa visión de comunidad, con esa visión de una forma política en la que los individuos no solamente son uno entre un gran organismo colectivo; no son solamente miembros de una etnia, de una tribu, de una raza, de un género o de un sexo, sino que son sujetos de acción social, que pueden tomar decisiones, cada uno con sus determinaciones, con sus derechos, pero también cada uno puesto en común con los otros.
En estos términos un integrante de la comunidad, un ciudadano, debe ser capaz de argumentar sus demandas, sus deseos y sus planteamientos sociales, pero debe ser capaz también de entender los razonamientos de los
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