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Mesopotamia: cuna de las artes, cuna de la música

Enviado por   •  30 de Abril de 2018  •  2.806 Palabras (12 Páginas)  •  319 Visitas

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Una vez resuelto del problema de entender la escritura de estas civilizaciones tan lejanas e iniciada la magna empresa de traer al presente todo el milenario pasado sumerio, babilonio, acadio, caldeo, etc., los nuevos yacimientos arqueológicos encontrados permitieron ir ampliando aún más el concepto y el conocimiento de estos míticos pueblos. Esto permitió desenmarañar su cosmogonía, su visión del mundo, su relación con los dioses, el nivel jurídico, militar y religioso de sus gobernantes, y por supuesto, su desarrollo artístico. Dentro de estas manifestaciones, el arte de los sonidos, la música, es el que primero hace presencia dentro de una sociedad, pero paradójicamente, también es el primero que desaparece, pues su rastro se lo lleva el viento, y solo podrán llegar hasta nuestros días algunos instrumentos musicales, que por la fineza y durabilidad de sus materiales constructivos pudieron vencer el paso de los milenios, o bien, las ricas inscripciones en los muros, en los portales, en las estelas conmemorativas o en los pequeños rodillos de impresión, donde siempre, aunque fuera en un recóndito rincón de la escena, aparece un músico tañendo su instrumento o una joven bailarina percutiendo un címbalo.

Es muy curioso observar el cuidado con que las tablillas de escritura cuneiforme son almacenadas en pequeñas cajas que abarcan largas hileras de estanterías en múltiples museos, como el Británico o el de Berlín, lo que denota una organización minuciosa en cuanto al registro que llevaban de sus actividades cotidianas y administrativas de su sociedad. Por otro lado, las complejas construcciones de adobe que, y las técnicas arquitectónicas y escultóricas, específicamente las que giran en torno a la cocción de ladrillos y a la vitrificación de los mismos, requería un alto conocimiento y dominio de hornos con alta temperatura, inclusive, el estudio geométrico y matemático de las proporciones que describen sus cánones de belleza, demuestran con creces la evolución científica de estas culturas. Esto ha obligado a indagar a los estudiosos de las antiguas teorías musicales que siempre convergieron en torno a los grandes matemáticos, cuyo antecedente más remoto en occidente ha sido Pitágoras (569- 475), quien apenas vivió en lo que denominamos la Grecia clásica, lo que lo constituye en un referente muy reciente, si lo comparamos con las edades remotas en que florecieron las civilizaciones que mencionado en las líneas precedentes.

Dentro de esa basta colección de tablillas, delicadamente grabadas con pequeñas cuñas, de ahí el nombre cuneiforme, se pueden encontrar unas muy particulares, halladas en Ur, del período del rey Shulgi, del que se dice fue un destacado intérprete de múltiples instrumentos y estableció las normas de la teoría musical para la interpretación de los mismos y la correcta forma en la que se deben modular los sonidos, según rezase entiende en una de estas tablillas. Duchesne-Guillermin (1984), describe ampliamente las instrucciones musicales y los textos de los himnos religiosos plasmados en las tablillas de Nippur y de Ugarit, consideradas las más antiguas formas de escritura musical, desbancando de este puesto al famoso Epitafio de Seikilos, que es una estela de forma cilíndrica, con una inscripción en la que se plasman tanto el texto como la notación musical, según la usanza griega, de un cántico dedicado a Euterpe, la musa de la música, cuya datación gira en torno del año 200 a.C., mientras que las tablilla en mención la sobrepasan por cerca de mil años de antigüedad.

En estas protopartituras mesopotámicas, si así las pudiéramos denominar, se describe, no solo el texto de la canción, que por lo general son himnos religiosos, de marcado lirismo poético y de estilo lamentatorio, los cuales, eran normalmente cantados mientras se acompañaban por arpa o lira e instrumentos de percusión. Precisamente las instrucciones referentes a la notación musical, van dirigidas a los tañedores de los instrumentos, a como afinar o templar las cuerdas y cuales debían ser pulsadas mientras se interpretaba el instrumento. En cuanto a los ritmos, se ha podido deducir que estaban basados, principalmente, en movimientos cadenciales que asemejaban al sonido de algunos animales, característica aún conservada dentro de los pueblos árabes, quienes mantienen fórmulas rítmicas a semejanza del paso de los camellos.

Gracias a lo seco del clima en esta región, los instrumentos, que pervivieron dentro de los yacimientos arqueológicos, se conservaron en muy buen estado, lo que ha permitido, que el siglo XX, con todos los adelantos científicos y acústicos que permitieron la creación de una gran y nueva variedad de instrumentos musicales, se hubiera maravillado al descubrir toda una orquesta de los tiempo bíblicos, o incluso, anteriores. Esta colección organológica está compuesta por arpas o liras, cornos, trompetas, una variedad de tambores, címbalos o platillos y sistros. Por las deducciones logradas, gracias a la traducción de las tablillas, se ha podido conocer que los músicos, eran personas muy valoradas, llegando, incluso, a impedirse que fueran ejecutados dentro de las masacres en las que perecían los vencidos en guerra, incluso, estos eran conservados por los vencedores como botín de guerra, según nos lo narra Duchesne-Guillermin (1984) en su interesante artículo.

La posición geográfica de esta civilización, permitió que el tránsito comercial entre occidente y el lejano oriente, la privilegiara como paso obligado para las caravanas de viajeros, con lo cual se fueron enriqueciendo, de manera mutua, con los conocimientos que les pudieran aportar los recién llegados, e igualmente, ellos hacían lo propio para que sus saberes causaran la admiración de pueblos distantes, lo que ocasionó que algunos osados emprendieran viaje a estas tierras para adquirir de primera mano esa sabiduría y poderla replicar posteriormente en sus lugares de origen. Así llegó el álgebra, las trepanaciones craneales, el dominio del vidrio y muchos otros adelantos de medio oriente, a la cuenca del Mediterráneo y de allí, al mundo europeo.

Volviendo al estado de la música entre los coterráneos de Hammurabi, causan admiración las representaciones realizadas en la pieza conocida como el Estandarte de Ur, obra a la que aún los estudiosos no han podido definirle su utilidad práctica, pero lo que sí está muy claro, es alto grado de refinamiento y laboriosidad que debió requerir el lograr semejante trabajo. Frankfort (2010) nos la describe como una pieza mueble, en cuyos dos paneles principales, el frontal y el trasero, se encuentran ligeramente inclinados hacia el interior, logrando que sus caras laterales describan una forma trapezoidal. En los paneles principales se describen

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