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Autoridad de los dirigentes

Enviado por   •  23 de Noviembre de 2018  •  3.881 Palabras (16 Páginas)  •  249 Visitas

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En el Partido Socialista Suizo, las decisiones del Congreso deben ser sometidas a una votación general de los miembros, si las dos quintas partes de los delegados lo exigen o la cuarta parte de las secciones (representando, cuando menos, la décima parte de los miembros): en 1919, la afiliación a la Tercera Internacional fue rechazada de este modo.

La segunda consiste en el desarrollo de las técnicas que permiten obtener la obediencia de los grupos: la coerción y la persuasión.

1- Una represión disciplinaria:

Ha sido establecida progresivamente en los partidos, análoga en principio a las represiones disciplinarias clásicas, aunque no por su contenido. Han sido creados recursos y jurisdicciones, más o menos perfeccionados, de acuerdo con la Humanización del partido y la importancia que reviste en él la obediencia. Ya los partidos socialistas habían previsto, desde principios de siglo, “comisiones de disciplina” que distinguían, por otra parte de las “comisiones de conflictos”: las primeras juzgaban los actos de indisciplina individual de los miembros; las segundas, las diferencias colectivas entre dos organismos del partido.

En los partidos comunistas y fascistas es todavía más perfecta. Dentro del Partido Nacional-Socialista, por ejemplo, el espíritu jurídico de los alemanes y su gusto por los tribunales corporativos, donde un hombre es juzgado por sus iguales, engendró una organización muy adelantada. Paralelamente, se estableció un sistema de sanciones inherente, unas puramente morales (censura), y otras materiales: degradación (para los jefes), suspensión, prohibición de ejercer funciones en el partido, exclusión finalmente, la más severa de todas.

En los países donde un partido único ocupa el poder, la exclusión es, además, una pena muy grave, que supera el marco de la comunidad del partido para entrañar consecuencias en toda la vida social y profesional del excluido: corre el riesgo de perder su trabajo, se convierte en sospechoso político. Incluso en un régimen pluralista, los partidos comunistas o fascistas dan a la exclusión un carácter muy serio, como ya observamos: además del desgarramiento moral que implica el rechazo de una comunidad totalitaria, el excluido sigue perseguido por el odio vigilante de sus antiguos correligionarios, que emplean contra él presiones y humillaciones sociales y no siempre vacilan frente al “arreglo de cuentas” si la ocasión se le presenta.

Esta prioridad de la obediencia entraña, naturalmente, de una cadena ideológica: no es inmediatamente sensible en los partidos comunistas, en comparación con los demás, porque descansan en una base doctrinal y filosófica muy desarrollada. Sin embargo, si le opone el estado actual de los partidos comunistas a su situación de 1925-30, es notable el empobrecimiento doctrinal. El marxismo le ha reducido a algunos principios elementales y rígidos, a un conjunto de recetas prácticas, cuyo "objetivo esencial es motivar la obediencia con respecto a la organización. Desde luego, semejante simplificación es necesaria para su difusión en las masas.

Esta indigencia intelectual es todavía más clara en los partidos fascistas, que hacen profesión expresa de despreciar las doctrinas o de colocarlas en segundo plano. “El fascismo es, en primer lugar, acción”, decía Mussolini. Es esencialmente acción organizada, es decir, disciplinada. El llamado a los miembros de toda las concepciones filosóficas es allí más vigoroso que en los partidos comunistas; la necesidad de no desarrollar dentro del partido Concepciones filosóficas distintas a las suyas no tiene la misma fuerza, puesto que el partido afirma generalmente que no tiene concepciones filosóficas. La disciplina es verdaderamente el fundamento esencial de la comunidad. Pero se convierte a sí misma en doctrina o, más bien, en mito: la base del fascismo es una voluntad de orden, concebida en forma directa y a imagen del orden militar.

LA PERSONALIZACION DEL PODER:

La forma de la autoridad se modifica dentro de los partidos: se manifiesta una doble evolución:

- En una primera fase, se pasa lentamente de una dirección personal, una dirección institucional.

- En una segunda fase, se percibe una cierta vuelta hacia atrás: a través del cuadro de las instituciones, la autoridad recobra un carácter personal. Esta evolución no es, por otra parte, especial a los partidos políticos: se encuentra en otras comunidades y, en primer lugar, en el Estado.

El desarrollo de los partidos socialistas, a fines del siglo xix y la imitación posterior de sus métodos por otros, especialmente los partidos demócrata-cristianos, tuvo como consecuencia el perfeccionamiento de las instituciones dirigentes. Anteriormente, eran a menudo muy sumarias. Localmente, la autoridad pertenecía al diputado del partido, a un boss o a algún notable influyente, ocupando la función oficial de Presidente o permaneciendo en la sombra. Nacionalmente, se encontraban comités oficiales y burós: pero la dirección efectiva estaba asegurada por los líderes reconocidos.

Por lo contrario, los partidos socialistas han hecho un gran esfuerzo por establecer una dirección organizada, Institucionalizada, donde la función tiene más importancia que el titular. Dos principios parecen haberlos guiado por ese camino:

- Por una parte, han dado a la autoridad un carácter piramidal, a fin di evitar la concentración del poder en algunas manos. De ahí la distinción habitual de tres organismos superpuestos (con nombres distintos, según el país): el Buró, organismo permanente, comprendiendo muy pocos miembros; el Comité, más amplio, semipermanente, donde algunos representantes de las federaciones se añaden al Buró. finalmente, el Congreso anual, formado por los delegados de la totalidad del partido. Prácticamente, el Buró desempeña un papel fundamental.

- Por otra parte, los partidos socialistas han establecido una especie de separación horizontal de los poderes, colocando de lado del Comité director y del Buró, encargados de la dirección política y de la administración, una “Comisión de control”, investida de un poder de vigilancia financiera: esta creación manifiesta al mismo tiempo la voluntad de preservar a los dirigentes de toda tentación y la desconfianza de los militantes hacia ellos. El estable cimiento de tribunales del partido, de comisiones de disciplina y de comisiones de conflictos, completa en el plano jurisdiccional esta separación de poderes.

La tendencia fue invertida por los partidos fascistas:

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