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AÑO DE LA MISERICORDIA.

Enviado por   •  3 de Abril de 2018  •  1.416 Palabras (6 Páginas)  •  271 Visitas

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Este es el rostro humano de Dios, en el Antiguo Testamento Dios se manifiesta al hombre sin rostro, era un Dios que no veían, un Dios alejado de la vivencia humana, más en la plenitud de los tiempos, Dios se manifiesta al hombre en un hombre, Dios se hace hombre y habita en medio de una realidad latente, se hace hombre, pero un hombre pobre, con carencias, con necesidades y vive bajo una política estricta, así Dios, ese Dios que en el antiguo testamento no tenía rostro, se hace imagen de hombre y vive, siente y sufre como un hombre.

“He aquí el hombre”, el verdadero hombre, el hombre que sufre, que trabaja, que vive, que padece, que ama y sobre todo que se entrega a los demás por su salvación, por amor.

Ese mensaje que Pilato dio, ese hombre que presento es el modelo de hombre para todo bautizado, el hombre que a pesar de sus problemas muestra el rostro de Dios, muestra el rostro del amor, muestra el rostro de la fe.

Si, el rostro de Dios, es el rostro del hombre que mostro Pilato, ese rostro es el rostro de un Dios humano, el rostro que el hombre necesita ver, ese hombre necesitado de amor. “... Cuando un discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciarlo al mundo...” (cfr. No. 146 del doc. Aparecida), pero ¿cómo anunciarlo, que palabras ocupar?, el mejor anuncio de este mensaje es el testimonio mismo, ya que ahora eres tú, el rostro humano de Dios.

“El Señor nos llama a anunciar con todos los medios la caridad y la santidad..., estamos llamados a ser maestros en la fe, y, por tanto, a anunciar la Buena Nueva. (cfr. No. 187 doc. Aparecida) el reto es este: ser imagen del reino de Dios (Cristo), imagen del rostro de Dios hecho hombre (Cristo), imagen de Dios, en medio de la cultura de la muerte, ser vida en medio de la oscuridad, ser luz en medio de la mentira, vivir en la verdad que libera. Proyectando ese rostro de Dios, ese rostro de verdad y vida, podremos transformar y renovar nuestra realidad tan alejada de “el Verdadero Hombre”. Pero para proyectar ese rostro de Dios debemos hablar sobré el encuentro con Dios primordialmente.

Por comodidad, ignorancia o poco interés hemos huido de este compromiso, ser “Hombre”, que padeció y murió por nosotros, aquel que supo ser Hombre. Aquí surge una pregunta muy sería, ¿realmente quieres ver el rostro humano de Jesús?, ¿realmente quieres tener un encuentro con “el Hombre” ?, ¿realmente buscas ser un hombre (o mujer) verdadero(a)?

Pues entonces, si queremos ser un hombre auténtico, imitemos a ese Hombre verdadero, dando de comer al pobre, visitando al enfermo, vistiendo al desnudo, animando al desvalido y, sobre todo, amando a tu prójimo como a ti mismo, defendiendo la vida, la dignidad humana, y la naturaleza del mismo en medio de esta realidad que nos aqueja, dando ejemplo de la misericordia exigente de Dios, así como lo mostro con la pecadora: “Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»” Jn 8, 11. Buscando su misericordia, pero comprometiéndonos a cambiar realmente por amor a él, A ESE HOMBRE.

DINÁMICA Y COMPROMISO

Dinámica: el animador tomara unas cruces llenas de lodo y unos paños, les pedirá a los presentes que cierren los ojos y extiendan la mano derecha, colocara una cruz en la mano de los participantes y les pedirá que palpen esa cruz, mientras se enfatizará en el sufrimiento de Cristo durante la pasión. Consecutivamente se entonará un canto que hable sobre el sufrimiento de Jesús mientras ellos palpan la cruz.

Finalmente les pedirá a los presentes que abran los ojos y que tomen un paño para limpiar la cruz y quitarle el lodo, en este momento se les invita a hacer el compromiso de hacer lo mismo por los más necesitados, sobre todo por los que sufren dolor en su vida.

Conclusión: Nosotros algunas veces olvidamos el sufrimiento que tuvo Jesús, y creemos que no está presente en los demás, humillando al más pobre o aprovechándonos del sufrimiento de los demás, esta dinámica nos permite recordar el gran sufrimiento de “EL HOMBRE”, además DE COMPROMETERNOS CON LOS DEMAS.

ORACION FINAL:

“SEÑOR PERMITEME HACEPTAR ESTA CRUZ

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