Es el tema d.e “aceptar la misericordia divina”, confundiéndose con la indiferencia de Dios ante el bien y el mal. Por tanto, Dios es el que llama y el hombre el que responde sí o no.
Enviado por Jillian • 6 de Julio de 2018 • 1.072 Palabras (5 Páginas) • 437 Visitas
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Ciertamente, en este pasaje se revela en toda su amplitud la misericordia de Dios. “El Santo” que aquí se habla es totalmente diferente del hombre, es el Dios en quien la misericordia y la fidelidad tienen que imponerse finalmente, más allá de su ira. A pesar de todos los estallidos de su ira, Dios seguirá siendo “tu Dios”.
Indudablemente encontramos algo nuevo, que Dios hace una promesa que viene a instaurar como único principio y fundamento para el futuro la misericordia de Dios. Cuya referencia también lo hallamos explicitado en el artículo: “Dios no actúa de modo directo, sino a través de su intermediarios”. En Os 2, 16 describe la nueva actitud de Dios: “pero yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. En esa conversión, su corazón se transformará y se renovará.
Entablando un segundo diálogo con el libro de Jonás también vemos a un Dios más inclinado a salvar que a castigar.
En el libro de Jonás podríamos dividirlo en dos momentos decisivos: la primera parte: el envío a la misión; y la segunda parte, la misericordia de Dios con los hombres. Por tanto, el perdón de Dios se ofrece a cualquier hombre que se arrepienta de sus pecados.
Pero en Jonás empeora en él la fe que pretende confesar. El conocimiento de Dios en Jonás es aceptado y rechazado al mismo tiempo. Recordemos que su posible “confesión” de fe: “sé que eres un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso” (Jon 4, 2). A Jonás le resulta inadmisible esta oferta de Dios con su pueblo.
Por tanto, descubrimos a un Dios de Israel que es el Dios de bondad y de cariño que proclama. Confesar a Dios exige dejar correr la acción de Dios en nuestra vida, dejarse fabricar por él y a expulsar en consecuencia a aquellos ídolos del corazón. Porque la fe auténtica construye, unifica, robustece al creyente; en cambio las contradicciones de una fe mal aceptada y mal vivida lastiman y trastornan al hombre en guerra con su Dios y consigo mismo.
La pregunta que deberíamos hacernos es la que Jonás recibe: ¿aceptamos a este Dios tal como es, tal como se da a conocer y tal como existe?
Y finalmente entablando también un último diálogo con el profeta Joel señala el tema de la misericordia. Cuyo mensaje central gira al tema del “Día del Señor”. El profeta cita la fórmula solemne de Éx 34, 6: “es un Dios clemente y compasivo, paciente, lleno de amor y fiel”. En donde la fe confiesa la paciencia y la infinita misericordia de Dios. El Señor sigue siendo el dueño absoluto de su perdón. Cuyo mensaje final vemos también en el artículo: el ofrecimiento con la condición de posibilidad de retornar al Señor: “todavía estamos a tiempo de rectificar y escuchar la llamada para que cambiemos de vida”. Por tanto, si efectuamos esta invitación entonces “es cuando la misericordia de Dios no tiene límites”. En el libro de la Sabiduría encontramos: “pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”. Pero es preciso arrepentirse y pedir perdón. Porque el Dios de Israel y de las naciones es el Dios de cariño y de perdón, el Dios salvador.
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