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Las obras de misericordia puestas en las manos de María

Enviado por   •  21 de Mayo de 2018  •  1.061 Palabras (5 Páginas)  •  291 Visitas

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Ella sino la misma figura de su Hijo Jesucristo?

La que tiene misericordia porque atiende nuestras preocupaciones y miserias, se convierte en Madre y Maestra de la misericordia. El título de Madre y Maestra de la misericordia le viene muy bien a la Morenita del Tepeyac. A pulso se lo ha ganado. Más aún, pudiéramos decir que, al llegar a México, esa ha sido su carta de presentación. Ella se presenta a Juan Diego como Madre de la Misericordia.

Si el Padre celestial ha tenido misericordia al darnos a su Hijo Jesucristo, la Virgen María, bajo la advocación de Guadalupe, sigue la misma dirección del Padre. Se presenta en el Tepeyac como «Madre del verdadero Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación». Es decir, se presenta como la Madre del Dios misericordioso, que se hace cercano e inmediato ante las personas que crea. Sólo quien se acerca, ve y atiende, puede ser misericordioso. Y Dios es así con nosotros. Nos ha creado para acercarse a nosotros, para vernos y atendernos. Y esto lo ha hecho mediante la encarnación de su Hijo.

¿Y cuál es el propósito de la Virgen de Guadalupe al pedir que se le edifique un templo? Su propósito lo expresa desde la primera aparición. Su deseo es mostrar misericordia, quiere obrar misericordia. Así lo revela a San Juan Diego:

Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa. Pues yo soy vuestra piadosa Madre. A ti (dirigiéndose a Juan Diego), a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oír sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores (Nicán Mopohua).

Lo que la Virgen de Guadalupe le prometió a San Juan Diego en la primera aparición, se lo cumplió en la cuarta. La sanación del tío Juan Bernardino fue el botón de muestra de cómo Ella se ocupa de cada uno de nosotros: escucha nuestros llantos, atiende nuestras miserias, se compadece de nuestras penas y dolores, sale en nuestro auxilio y defensa.

¿Y qué es lo que María ocupa para estampar en nosotros el rostro misericordioso de su Hijo? Sólo tres cosas:

1. La primera es que la invoquemos y en Ella confiemos. Sin la confianza es imposible acudir a ella. Se aprende a confiar confiando. Se aprende a invocarla, acercándose a Ella.

2. La segunda es que le edifiquemos un templo. Es necesario hacerle un espacio en nuestras vidas para que Ella pueda morar, para que ella se sienta en casa: una estampa con su imagen, un rosario con las apariciones, una pequeño altarcito dedicado a Ella.

3. La tercera es que atendamos al mandato de practicar las obras de misericordia: «córtalas, juntas y tráelas a mi presencia […] para que yo las mire y las toque». Es mediante esta actitud de llevar todo a María para que Ella lo mire, lo toque y lo bendiga como reflejaremos la figura de Cristo y de María en nuestras vidas.

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