Carta a quien no se ha ido del todo

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Tú no lo sabías, pero yo suspiraba por ti. Cada día esperaba con ansias contenidas el verte despertar, mirándome con esos ojitos que me volvían loca, tú me mirabas y sé que esos ojos me gritaban más de lo que yo mismo podía descifrar. Nunca te lo dije, pero eras asombroso, pusiste de cabeza mi mundo sin siquiera pretenderlo. Llegaste un día y me marcaste para siempre, fuiste la sorpresa y coincidencia que muy dentro de mí deseaba, y que un día después de tantos intentos se hizo realidad. Eras fuente de alegría, amaba tu entusiasmo, las ganas que le ponías a todo, el empeño con el que siempre luchabas. No te lo dije, pero me enamoré de ti, me enamoré de tus gestos al hablar, y de la manera en la que me mirabas, me enamoré de la manera en la que me hacías sentir, porque no sabía que se podía sentir tanto en un segundo. Nunca te lo confesé, por idiota, por cobarde o por miedo a que fuera tan correspondida que no fuera posible. Y es que lo admito “S” este no fue un amor cualquiera. Se adueño de mi desde el corazón hasta el cerebro, llegando incluso al punto en el que éste perdió la razón y empezó a concordar con todo lo que mi corazón gritaba. Quizá fue un tanto obsesivo pero era sincero e incondicional. Tal vez no fue tanto como deseabas o necesitabas pero era todo lo que podía dar, estaba entregándote todo de mi. Te amaba con los pies porque a pesar de todo siempre volvía a ti. Te amaba con la inspiración, porque te convertiste en el protagonista de mis letras. Te amaba con cada amanecer porque eras una de las razones por las cuales me despertaba por las mañanas y tenía ganas para vivir. Te amé como se ama a las rosas, cuidándolas aunque sus espinas hagan daño. Te amé como se ama a las estrellas, disfrutando y admirando su resplandor y belleza, pero siendo consciente de que nunca podría alcanzar alguna…

Pero todo llegó a su fin y un día decidiste irte sin dar explicación alguna, porque no estabas acostumbrado a tener una relación –dijiste- y no quedó más remedio que afrontar ese futuro incompleto que me esperaba al no tenerte a mi lado. Y ahora, simplemente ha llegado el momento de dejarte ir de mi corazón, debes saber de qué extraño todo lo que fuimos, y que aún siento la impotencia del momento en el que decidiste marcharte. Quiero decirte que desde que lo nuestro comenzó supe que iba a enamorarme completamente de ti, y que si esto acababa no habría persona más difícil de olvidar que tú, ya que contigo pude ser completamente real. Nunca intentaré olvidarte, pero el dolor quebranta mi alma, y he tomado la decisión de acabar con esto que tanto dolor ha causado en mí.

He decidido marcharme del lugar en el cual vivimos por más de 3 años, y en el cual he vivido solo durante un mes desde que te fuiste, no ha sido nada fácil, ya que cuando te marchaste dejaste todo lo que construimos para recomenzar de nuevo, pero sin mí. El viernes que viene el camión de la mudanza llegará y con esto también la hora de superarte y poder decirte adiós sin resentimiento alguno. Es momento de dejarte ir, mejor dicho de dejarnos ir, dejar ir el recuerdo de lo que fuimos y continuar con los planes que algún día tuve antes de que llegaras y alegraras mi vida como ningún otro ha podido, un pedazo de mi corazón te pertenecerá por siempre, pero en este mundo terrenal no se puede vivir del recuerdo. Es lo último que te escribiré, pero no será la última vez que piense en ti.

Siempre tuya querido “S”