Comentario: La trágica historia de la vida y muerte del doctor Fausto

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En este monólogo se puede ver bien reflejado el conflicto psicológico, en el cual Fausto se encuentre luchando consigo mismo y contra sus dudas, visto que está a punto de vender su alma al diablo para los goces terrenales. Es la elección típica medieval entre cuerpo y alma, entre tiempo y eternidad, entre mundo y religión, pero con una mirada en la psique de Fausto y su desgarramiento de una forma que a veces incluso parece esquizofrénica.

Él diálogo interior de Fausto se repite con la apariencia del ángel malo y del ángel bueno, cada uno representado una parte en él y apelando a la correspondiente; uno para que sigue con la magia, el otro para que la abandone; pero siempre opuesto. En efecto consiguen que Fausto dude de nuevo: “Contrición, oración, arrepentimiento, ¿qué es todo eso?”. El ángel bueno le avisa que éstos son medios que le llevan al cielo y que en estos y en el cielo mismo debería fijarse. Mas el ángel malo desvalora esto llamándolos “ilusiones” y “frutos de desvarío”. Ya en el primer acto, justo cuando Fausto está en su cámara y parece estar decidido a tomar la vía de la magia, aparecen los ángeles. El ángel bueno intenta disuadir a Fausto de su proyecto, pero la última palabra la tiene el ángel malo, seduciéndole despertando su imaginación del poder que puede obtener. Análogamente el ángel malo acaba, en este fragmento del segundo acto y con el uso de estas figuras alegóricas, seduciéndo a Fausto con el honor y la riqueza, los goces terrenales, a los cuales Fausto decide entregarse. “Riqueza” es en esto la palabra clave para lograrlo y la que Fausto repite eufórico.

El elemento medieval de la aparición del ángel bueno y del ángel malo sirven en este ejemplo muy bien para destacar el conflicto psicológico de Fausto y provocan, al mismo tiempo, una tensión y dramaturgia alta. Causa en el lector la curiosidad de querer saber como la figura principal, entre salvación y condenación, se va a decidir. Ésta no carece de falta de avisos a lo largo de la obra. Más bien existe una amplia cantidad de posibilidades para Fausto de salvarse arrepintiendose, lo que deja cada vez de nuevo al lector seguir con viva atención.

No obstante, dejandose llevar por la avidez, Fausto cae bajo una obcecación casi hipnótica y sueña con las riquezas que puede obtener siguiendo el camino con Mefistófeles. Se plantea a si mismo la pregunta retórica: “¿qué poder prevalecerá contra mí?[con Mefistófeles a mi lado]”. Dejándose llevar por este pecado capital actúa ignorante y ciego y se convenciendose a si mismo con la repuesta: ”Estás a salvo, Fausto. ¡No albergues más dudas!”. Bajo éste hechizo se miente y parece hablar directamente a esta parte subconsciente en si para calmarla y al final elige lo material sobre lo espiritual.

Al mismo tiempo podemos observar aquí una figura ambiciosa, con una gran curiosidad la cual intenta romper los límites impuestos. Esto se puede interpretar como la voladura del corsé de este tiempo; la “ruptura de antiguos esquemas y viejos lazos”. Esta obra de Marlowe, en particular, marca una transición del medievo al renacimiento, lo cual también podemos observar en este fragmento. La elección entre cielo e infierno, entre el malo y el bien, así como la aparición de los ángeles como figuras alegóricas podemos identificar como rasgos medievales, mientras el conflicto psicológico, en él cual se encuentra Fausto y la ambición de esta figura intentando cruzar los límites se pueden atribuir al renacimiento.

Con estos rasgos y por medio de su lenguaje, Marlowe en este fragmento logra concebir una dramaturgia enorme. Por las oraciones cortas, la cantidad de imperativos y exclamaciones crea un tempo alto que provoca esta tensión. Combinado con las preguntas retóricas y el vaivén se produce una intensidad que deja al lector permanente atento en esta obra impresionante.