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Comentarios ley 070 bolivia.

Enviado por   •  2 de Abril de 2018  •  4.091 Palabras (17 Páginas)  •  346 Visitas

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Rafael Puente, ex viceministro de Interior de Bolivia: “Por mucho que haya cosas que no están funcionando como deberían,

yo sigo creyendo en Evo”

Rafael Puente es un boliviano de más de 70 años que ha vivido una gran parte de su vida en España y Alemania. Ex jesuita, ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional a tareas de educación popular. Esto le ha permitido estar en contacto directo con los pueblos indígenas de Tierras Altas y Tierras Bajas, a los que siempre ha apoyado. En términos políticos, ha sido militante radical, defendiendo en cada momento lo que le convenía a su país y diputado nacional durante cuatro años por el Frente de Izquierda Unida en tiempos neoliberales. Con la llegada de Evo Morales al gobierno, fue nombrado viceministro de Interior el primer año y representante presidencial y prefecto interino de Cochabamba posteriormente. En estos momentos está a cargo de la Escuela Itinerante de Formación Política del MAS, financiada por Naciones Unidas.

– Con una trayectoria tan dilatada como la tuya y en medio de un proceso tan dinámico como el que está viviendo Bolivia, ¿qué percepción tienes de lo que está pasando desde los últimos gobiernos neoliberales hasta la llegada al gobierno de Evo Morales?

– Mi percepción es que en este proceso hay luces y sombras, aunque hasta el día de hoy predominan las luces. La trayectoria de este gobierno, a pesar de los problemas que estamos padeciendo, ha significado una novedad absoluta en la historia del país, no solo nunca habíamos tenido un presidente indígena, sino que nunca habíamos tenido un proceso político cuyos protagonistas son los pueblos indígenas. Después de 300 años de régimen colonial, vivimos una república que lo único que hizo fue reproducir el régimen colonial pero peor. La historia de la república hasta el año 2001 fue una historia de marginación sistemática de los pueblos indígenas, que son la mayoría del país. No tenían otra opción que la servidumbre en las haciendas o el trabajo semi-esclavo en las minas, aislados de todas las ventajas sociales, modestas, que podría ofrecer el estado.

El actual proceso tiene un protagonismo esencialmente indígena, pero no exclusivamente y esta es la otra novedad de lo que estamos viviendo. En la historia de Bolivia hemos tenido movimientos muy importantes de insurgencia indígena, pero aislados, sin encuentro y capacidad de reforzamiento mutuo con los sectores pobres, obreros, explotados, etc. Por consiguiente, esas eclosiones indígenas estuvieron condenadas a la derrota por aislamiento y esta es la primera vez que confluyen en una sola movilización insurgente lo que yo llamo la dimensión étnico-cultural indígena con la dimensión social clasista de los pobres y explotados y con esa otra que es difícil ponerle un nombre, la antiimperialista, la patriótica, la nacionalista, es decir, la de que aquellos que al margen de ser indígenas o de ser pobres no están dispuestos a seguir siendo un pedazo del patio trasero de los Estados Unidos.

Es un proceso de largo recorrido que comienza en el año 1978, cuando la mayoría campesina indígena acierta en el diagnóstico de lo que era el país en ese momento: había que cambiar el modelo de estado. Así comenzó la insurgencia política de los campesinos de Tierras Bajas que empezaron demandando sus derechos sectoriales y locales. Su primera gran marcha, que subió desde la zona amazónica hasta La Paz, tenía como consigna su territorio y su dignidad. Después de esta primera marcha se dieron otras muchas. Acabamos de vivir la octava, y ya en la cuarta marcha, en el 2002, observamos un proceso de maduración increíble en estos pueblos pequeños minoritarios que ya no plantean una demanda sectorial de ellos, sino una demanda nacional: Asamblea Constituyente, aclarando, además, que no querían hacer reformas en la Constitución, sino volver a fundar un país que el año 1825 se fundó mal. Tradicionalmente despreciados y desconocidos, son los que por primera vez se atreven a formular algo tan drástico y tan real como decir que nació mal y que el resultado de 16 años de guerra por la independencia fue una repetición, no solo barata, sino más mezquina, del estado colonial.

La otra gran novedad es que a esta insurgencia se suma el descontento de las poblaciones que viven alrededor de la producción de hoja de coca. Esto confiere un doble componente, por un lado cultural (porque la coca es parte de la cultura milenaria del país), pero también de lucha antiimperialista (porque debido a la hipocresía mundial que hay sobre las drogas, los Estados Unidos hicieron presencia militar en la principal zona de producción de coca, en el Chapare de Cochabamba, donde se formó políticamente Evo Morales.

Así, llegamos al año 2000 en condiciones de quebrar el modelo neoliberal. Y efectivamente se quiebra, en gran parte por agotamiento propio, en 15 años de funcionamiento ya había demostrado su absoluta inutilidad para el país. Ya que la única consecuencia que tuvo fue acabar de empobrecer al propio estado, sin fortalecer ni a la casta dominante, en un sometimiento absoluto a las fuerzas extranjeras, a las empresas estratégicas a las que se les regalaron, textualmente, las empresas estratégicas de hidrocarburos, de comunicaciones, de electricidad, de ferrocarriles y de aeronavegación y el estado llegó al colapso.

– ¿Y en qué punto crees que se encuentra el proceso?

– Ahora sigue habiendo gente que está enojada con los errores que está cometiendo nuestro gobierno y también la sociedad civil. Hay quienes dicen que no ha cambiado nada, pero no se acuerdan de cuál era la verdadera situación. Me sorprende cómo nos hemos olvidado de lo que sucedía en aquellos tiempos, era un momento de tragedia nacional, donde el gobierno no era capaz de controlar su propia economía.

En el año 2000 arrancó un proceso que Evo Morales ha llamado revolución democrática y cultural y que a mí me parece buena denominación, pero que es dos veces lenta y tenemos que tener paciencia. Desembocó en la llegada al gobierno de Evo Morales y, con él, las organizaciones sociales, fundamentalmente indígenas, campesinas que son la base principal del gobierno. A partir de ese momento hemos vivido cambios sustanciales, en gran medida irreversibles. Nuestros pueblos indígenas nunca más van a aceptar ser ciudadanos y ciudadanas de segunda clase. Esto es un cambio sustancial, profundo, que podemos situar en el plano de lo ideológico, de lo cultural, de lo organizativo. Pero también está el cambio económico, la nacionalización de los hidrocarburos, con la que después el gobierno no está

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