Cristianismo y la universidad
Enviado por monto2435 • 10 de Octubre de 2017 • 4.154 Palabras (17 Páginas) • 570 Visitas
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verdades particulares” relacionadas con sus circunstancias personales. Toda verdad es relativa a alguien y sólo para ella vale.
“Relativo” es contrario de “absoluto” y “particular” es contrario de “universal”.
Cuidado: no es una tontería completa pues sí hay verdades particulares. Por ejemplo, sí es verdad que para mí las matemáticas son difíciles pues el hemisferio dominante en mi cerebro no me facilita esos cálculos. Pero otra cosa es decir que “toda verdad es particular y relativa” y esta afirmación puede llevar a conclusiones equivocadas como decir que algo no existe sólo porque yo no lo conozco y discutirle al profesor de Anatomía que es “su verdad personal” que el cerebro humano tiene dos hemisferios y que “mi verdad particular” es que el cerebro no se divide en hemisferios, sólo porque yo lo ignoro. O decir, esto es frecuente, que Dios existe para los creyentes y no existe para los ateos y que cada quien se quede con “su verdad particular y relativa” sobre la existencia de Dios. La realidad de la existencia de Dios no depende de mi fe religiosa o de mi ateísmo: o existe para todos o no existe para nadie.
Allá está la crítica al relativismo epistemológico: en que pone la verdad no en la realidad sino en la percepción individual de ella (que puede ser exacta o errónea). La verdad depende de mi relación con la realidad y ésta se ajusta a mis condiciones, cuando debe ser al revés. Recordemos la definición de verdad que dimos antes: la verdad es el juicio que se forma la mente sobre la realidad pero ajustándose a la realidad. Y lo dice Tomás de Aquino siguiendo a Aristóteles: “la verdad es la adecuación de la mente con la realidad”.
El relativismo epistemológico hace el planteamiento contrario: “la verdad es la adecuación de la realidad con la mente” y entonces resulta que es “verdad” cualquier idea con la que la mente humana ajuste la realidad.
Por eso oímos a los alumnos decir: “según yo la calificación que me pusieron es injusta”. Perdón, si la calificación es justa o injusta no es “según tú” sino según la realidad: ¿contestaste lo que te preguntaron o lo que creíste que te preguntaron? Y hay una realidad a la que la calificación debe ajustarse: el reactivo del examen y los apuntes o libros mandados para estudiar.
El Realismo afirma categóricamente: la realidad es absoluta porque su ser no depende de la percepción humana y la verdad sustentada en esa realidad debe ser considerada igualmente absoluta. Hasta las que llamamos “verdades particulares” porque son relativas a mí personalmente (ejemplo: “se me hacen difíciles las matemáticas”) son absolutas en mi situación aunque no con los demás porque es mi realidad psicológica que no presento disposición natural para el aprendizaje de las matemáticas, disposición que sí presentan otras personas.
Así pues, hay que cuidarse del relativismo epistemológico y no afirmar con ligereza: “todo depende del cristal con que se mira”, “cada quien con su verdad relativa porque son imposibles las verdades absolutas”, “eso es feo porque no me gusta”, “es inútil porque no me sirve” y otras expresiones que revelan un “pensamiento débil”.
Hay lecturas, como la científica, que por prudentes, pueden llevar a un relativismo epistemológico. Por su propia metodología, las ciencias se forman juicios sobre la realidad que tienen valor de verdad “provisional” pues es posible que nuevos descubrimientos resultantes de nuevos aparatos y técnicas de observación, corrijan la información de la realidad que se tenía. Es adecuada esta actualización constante pero no significa que toda verdad deba ser provisional y, en ningún caso, significa que cada individuo pueda adoptar como “verdad personal” lo que es un error de percepción muy humano. Hoy sabemos más del nivel físico de la realidad de lo que se sabía a fines del siglo XIX y por eso sabemos que algunos juicios de entonces sobre el tema fueron erróneos y deben actualizarse. No es que lo que “era verdad ya cambió” y ahora es falso frente a “nuevas verdades”.
El relativismo epistemológico es cómodo pues cada quien considerará “verdadero” lo que le acomode y convenga y aceptará con facilidad que “cada quien tenga su verdad personal”. Para el Realismo esto es escandaloso: no puede haber más que una verdad dado que no hay más que una realidad. Quizá todos estemos equivocados porque no entendimos la realidad pero no podemos aceptar que todos tengan la razón si piensan cosas opuestas. Tomemos un tema: la promiscuidad sexual posmoderna será muy divertida pero o es verdad que no es una práctica recomendable para nadie o sí es verdad que es recomendable, pero no podemos decir “es verdad para los jóvenes de mente abierta y no es verdad para los mojigatos”. Cuidado: esta posición irresponsable puede llevar al escepticismo.
El escepticismo es un resultado de la negación de “verdades absolutas” que hace el relativismo epistemológico. Esta postura epistemológica (contraria al Realismo) al enfrentar la variedad de “verdades relativas” concluye que lo más sano es dudar de toda verdad pues la mente nunca podrá conocer la realidad de manera absoluta y por tanto ningún conocimiento humano es verdadero. Tremenda conclusión: la mente humana nunca puede pensar la verdad y por eso la sabiduría consiste en dudar de todo lo que se sabe.
Un sujeto con pensamiento débil o acepta la variedad de “verdades relativas” o las niega todas resignándose con una duda. Ésa es la actitud del escéptico.
Roger Vernaux en su tratado Epistemología General o Crítica del Conocimiento (Herder, Barcelona, 1967) dice que esta antiquísima teoría (comienza en Grecia desde el siglo IV a. de C.) “es una tentación constante para el espíritu humano” que se desespera por la certeza y seguridad del conocimiento. Y en su desesperación intelectual acaba proponiendo que la única sabiduría posible (la que no llevará nunca al error) es mantenerse siempre en duda. El verdadero sabio es quien nunca afirma ni niega nada de la realidad que conoce: al dudar de todo, nunca se equivoca.
Pero ¿cuál ciencia, “dura” o “pura” puede hacerse dudando de todo? “Ninguna puede hacerse”, contestaría con resignación el “sabio” escéptico. Tal es la tesis que fue criticada por Aristóteles (quien decía que el escéptico es como un vegetal: sólo está ahí, plantado) y muchos siglos después el judío Baruch Spinoza (1632-1677) le llamaba “secta de mudos” pues ¿de qué pueden hablar si de nada están seguros?
Pero
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