DESDE LA TERSA NOCHE

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Y eso es todo. Eso es el pretexto que Gabriel necesita para adentrarse en una vida desencantada y de excesos en la su único objetivo es tener sexo con Gabriela y tocar de vez en cuando el violín cada que alguien le recomienda un “Hueso”.

Por supuesto, no es que me escandalice la vida de excesos. A decir verdad me encanta. Pero la “tristeza” y la “rabia” que expresa el personaje de Gabriel no encuentra ninguna motivación verosímil. Se trata sólo de la expresión más infantil de un inmaduro, un sujeto que va por el mundo culpándolo por todas las cosas que no puede controlar.

Y éste es el detalle que hace que el libro sea bueno, entretenido, pero nada más. Toda la relación entre Elena y Gabriel tiene las mismas características, se base en la artificiosidad: un hombre conoce a una prostituta, dos días después la mujer se enamora y ya no pueden separarse. Suena a una buena historia de Hollywood.

Me parece además que el peor fallo del libro radica en la lamentable manera en que presenta a la mujer y a lo femenino. Como ocurre con Gabriel, las mujeres de Desde la tersa noche son un compendió de clichés, mujeres fuertes pero bobas, apasionadas pero pacientes y tolerantes de abusos, todas inusualmente hermosas y siempre dispuestas a abrir las piernas ante la menor provocación. En realidad no mujeres, sino lo que los hombres (el tipo de hombre infantil, romántico y francamente ingenuo que es Gabriel), piensan que deben ser las mujeres.

En conclusión, aunque se trata de un libro entretenido y fácil, no parece que ninguno de sus personajes resulte real o verosímil (todos clichés: el alcohólico (Taimex) el avaro sin sentimientos (el tío de Elena), la mexicana bondadosa (la señora Consuelo), la prostituta abnegada y redimida (Elena).

La decisión final de Gabriel, destruirse en un homenaje a Barbará, es solo la consecución final de una decisión infantil y estúpida: no crecer, permanecer siempre siendo un niño.