Descenso al limbo, Sebastiano del Pombo. Ensayo académico

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La visión de Cristo es reconfortante. Su imagen aporta belleza y sosiego ante los eternos tormentos a los que puede verse condenada el alma. El contexto en el que se halla remite a inmensos e incandescentes incendios que asolan el horizonte, lo cual conmociona y turba el fuero interno. La fealdad de las almas apresadas en el limbo contrasta con la belleza de Cristo, cuyo ideal y modelo el ser humano debe seguir para poder salvar su alma del suplicio al que le llevaría su desobediencia e imperfección.

Este Cristo lleva consigo un estandarte de los ejércitos de la iglesia, lo que evidencia la actitud guerrera de la institución. Se ajusta al canon europeo de la imagen ideal de el Salvador. Detrás de él un hombre joven sostiene el madero de la cruz mientras un hombre viejo le habla al oído. ¿Se trata de trasuntos de José de Arimatea y san Pedro, o de Dante y Virgilio, o de los famosos ladrones que fueron cruxificados junto a Jesús? En todo caso, sirven para representar los estadios vitales de juventud y decadencia; acaso se trate de un llamado a abrazar la fe (y la salvación) en horas tempranas de la vida. A sus pies de hallan un par de almas atrapadas en el limbo, aunque hay también otras almas que, a ras de suelo, le miran con temor y expectación. Estas almas tratan de cubrir su desnudez (el hombre) y de mostrarse piadosas (la mujer). En los planos posteriores se pueden apreciar paisajes del inframundo que semejan los círculos descritos por Dante en su Divina Comedia. El salvador se halla en el umbral del limbo y busca tocar a esas almas represadas pero su cuerpo se encuentra firmemente establecido en la edificación, que muestra columnas sin ornamentos, que sirve de referencia para construir la perspectiva del cuadro. Así, Jesús forma parte de una estructura del pensamiento que hunde sus raíces en el pasado clásico y cimienta la grandeza de una época que redescubre el naturalismo y las ciencias exactas, para situar en medio de ello a la fe.

Sebastiano del Piombo plantea una obra en la cual hace uso de la perspectiva, de un estudio amplio de la figura humana, de las normas arquitectónicas de las grandes edificaciones de tiempo y época. Se sirve de antiguos símbolos de la fe católica para potenciar el discurso represivo de la iglesia, dándoles un sentido y un valor determinados, a saber: la presencia vigilante de un Dios que castigará a los pecadores si éstos eran incapaces de controlar sus pasiones y seguir sus vidas de acuerdo al ejemplo del redentor. Este temor a la ira de Dios será fundamental para generar el siguiente periodo en el arte universal: El Barroco; en el cual se manifiesta el horror al vacío y la necesidad de aprovechar el tiempo al máximo ante la certeza de la muerte.