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EL MUNDO DE PARACELSO

Enviado por   •  11 de Diciembre de 2017  •  15.491 Palabras (62 Páginas)  •  283 Visitas

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era “un pariente pobre”, como dijo Kepler, ocupaban un lugar importante en las cortes, eran los indispensables consejeros de reyes y nobles poderosos y la mayor parte de los libros que se editaron, gracias a la importante técnica de la imprenta que inventó Gutenberg, fueron sobre magia, demonología y profecías, no libros de autores clásicos.

“El gran enemigo del renacimiento, desde el punto de vista filosófico y científico – dice Alexandre Koyré, en su obra Estudios de historia del pensamiento científico – fue la síntesis aristotélica, y se puede decir que su gran obra fue la destrucción de esta síntesis.” Para la mentalidad mágica del hombre europeo del renacimiento todo es posible, quizás a causa de fuerzas sobrenaturales o quizás a causa de la utilización de fuerzas naturales por parte de personas dotadas de poderes sobrenaturales: los magos y las brujas. Para el renacentista, como para el hombre medieval, la misma creación divina del mundo es un acto de magia. Y la magia se acepta si analizar, en la magia se cree simplemente, sin buscar relaciones causa y efecto, sin pensar.

Pero a este pensamiento mágico, característico del renacimiento, lo acompaña una cualidad muy positiva, que es la de la curiosidad, y otra más, la capacidad de asombro, la posibilidad de disfrutar ante lo maravilloso. Estas cualidades explican la gran actividad aventurera desarrollada en esta época y la gran cantidad de viajes y descubrimientos que se hicieron. En el renacimiento los europeos descubrieron América, dan la vuelta a África y, finalmente, dan la vuelta al mundo.

La geografía se amplía a la par que se amplía el conocimiento del cuerpo humano, en gran parte gracias a los estudios anatómicos de los grandes pintores; y finalmente se amplía definitivamente la visión del cosmos y del lugar que ocupa la tierra, y con ella el hombre, en el universo.

Así es posible que en 1543 surjan dos obras revolucionarias: De revolutionibus orbium coelestium, de Nicolás Copérnico, y De humani corporis fabrica, de Andreas Vesalius.

Pero estas aportaciones no son realmente del renacimiento, es decir, no lo son del espíritu de la época; se trata de aportaciones que surgen frente a la corriente de pensamiento renacentista, y no dentro de ella.

Toda esta revisión del pensamiento griego y acumulación de datos producto del afán de saber y de la curiosidad de los renacentistas, irremediablemente tenía que conducir al que fue uno de los grandes problemas políticos de la época: el surgimiento de nuevos puntos de vista sobre las interpretaciones de la Biblia, lo que condujo a las guerras de religión, que precisamente se produjeron entre los europeos cuando su principal enemigo ideológico en asuntos de religión, los musulmanes turcos, se hacía más poderoso que nunca, bajo el mando de tres extraordinarios sultanes: Mahomet II, Selim I y Solimán el Magnífico.

Ésta es la época y el mundo de Paracelso, nuestro personaje.

Europa, Suiza y el Imperio otomano en la época

de Paracelso

En el año en que nace Paracelso, 1493, Cristóbal Colón, después de sus primer viaje, regresa a España; Alejandro VI, el papa Borgia, cumple un año como pontífice, y los turcos otomanos cumplen 40 de estar asentados en Constantinopla, la antigua Bizancio, y 30 de extender sus conquistas hacia el interior de Europa. Entre 1463 y 1493 habían conquistado Grecia, Bosnia y Herzegovina, territorios de la actual Yugoslavia; habían afianzado las fronteras europeas de su imperio y estaban en condiciones de caer sobre Austria, mientras, que por otra parte, amenazaban invadir Egipto y así controlar todo el norte de África, lo que les daría posibilidades de saltar sobre Italia y cerrar las pinzas para penetrar profundamente en el continente europeo.

En 1493 Italia se encontraba dividida en varios estados, entre ellos las repúblicas de Venecia, Génova y Florencia, el ducado de Milán, el vecino reino de Nápoles, incorporado a la corona de Aragón desde 1443, y los Estados Pontificios. Fernando el Católico, rey de Aragón, tenía intereses políticos en Italia, no sólo a través de Nápoles sino a través del papa Alejandro, a quien apoyara en su momento para que pudiera alcanzar su alta investidura eclesiástica. Sin embargo, antes de ser conquistado por los aragoneses, el territorio napolitano había pertenecido a la casa Anjou, reinante en Francia.

En 1494, cuando Paracelso tenía un año de edad, Carlos VIII, el monarca francés, decidió disputar con las armas lo que él consideraba sus derecho al dominio de Nápoles, y envió un poderoso ejército a Italia, Así se iniciaría el conflicto entre Francia y España que iba a tener por escenario la tierra italiana, su botín político. Italia se transformó en un gigantesco campo de batalla por el que desfilarían, no en alegre marcha, sino combatiendo y saqueando, soldados de casi todos los países europeos. Pero esos ejércitos no sólo estaban formados por individuos de la nacionalidad del país cuyo monarca los llevaba a Italia. En aquella época el hombre de guerra capaz con frecuencia se constituía en capitán de un numeroso grupo de soldados contratados, es decir, de mercenarios motivados por la paga, el saqueo y el botín que acompañaban sus victorias.

El caudillo militar renacentista italiano se llamaba condotiero. De su fama y prestigio dependía el interés que los hombres de armas tuvieran en alistarse bajo su bandera. Sin embargo, hay que decirlo, la contratación de un condotiero y su mesnada, es decir, su ejército, venía acompañada de su compromiso de lealtad, al que el condotiero se sujetaba. En el curso de su vida guerrera un capitán de mercenarios podía combatir hoy al mismo que ayer lo contratara, pero difícilmente lo traicionaría mientras duraba el contrato. ¿Código de honor o cálculo mercantil? Dependía del caso, pero es indudable que la fama de lealtad de un condotiero ampliaba sus posibilidades de ser contratado en un futuro por aquellos mismos a los que había derrotado.

También existían los ejércitos que podríamos llamar nacionales, integrados por miembros de cierto país bajo el mando de su soberano o de señores que le debían vasallaje.

Un pequeño país europeo adquirió fama por la bravura de sus soldados mercenarios, pero para lograrlo fue necesario que, primero, conquistara su independencia frente a quienes querían anexarlo. Este pequeño país, a finales del siglo XV, exportaba ejércitos bajo contrato y uno de ellos, al servicio del papa guerrero, Julio II, logró derrotar en 1542 al ejército francés de Luis XII, sucesor de Carlo VIII, alterando

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