“El control de la arquitectura y su expresión condicionada al consumo”

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Instalados en lo efímero dentro de lo permanente, es cierto que nos hemos convertidos en máquinas creadoras de ciudades, somos industrias urbanizadoras, generadores automáticos de sociedades, y sin pretender sonar dentro del cliché verde, también somos destructores de recursos.

Desde los inicios de la vida del hombre y la mujer, éstos siempre han buscado asentarse dentro de grupos que ayuden a la vida cotidiana, se crean entonces pequeñas comunidades con actividades afines, porque se dan cuenta de que es más fácil sobrellevar las necesidades en grupos y no de forma individual. Es exactamente lo mismo aterrizado a nuestra época y espacio; las ciudades para nosotros, habitantes del siglo XXI son esa gran masa de cultura, urbanismo, arquitectura y personas que desde que nacimos, han estado ahí, algunos han cambiado, otros tantos ya no están y unos han nacido, pero entonces nosotros somos prisioneros de esa atmósfera que no es otra cosa más que una eterna y compleja masa con fachada monumental y perfil variado que en su interior entreteje una red de habitabilidad y circulación.

¿En qué momento de la historia llegamos a esto?

Tal vez todo sea un reflejo de lo frágiles y susceptibles de nuestra especie, pero tal explicación es simplemente culpar nuestra naturaleza, es citar a Sigmund Freud, la sociedad nos moldea, pero sin ella seríamos crueles, sólo por naturaleza.

Tal vez el verdadero problema recaiga en la banalización extrema y exagerada de las cosas, llámese en ámbito social, cultural, e incluso personal.

Para haber llegado a este punto tan banal de la sociedad, se debió atravesar un proceso, un túnel que permitiese semejante acto y que sea visto como aceptable, y aquel túnel es al que llamamos, globalización.

Existen dos vertientes dentro de la globalización en el mundo arquitectónico. Una de ellas tiene que ver con los arquitectos y sus aspiraciones, resulta obvio que si el objetivo de uno es llegar a la cúspide del diseño, ofreciendo lo que muchos ofrecen, y tratando que todo sea “bonito”, sin desafíos, sin confrontaciones, “archi-star”, el pensamiento crítico se esfuma de la creación y contención de espacios, el problema viene, cuando no sólo uno, sino generaciones completas salidas de las universidades persiguen este fin, las ciudades dejan de albergar pluriculturalidad, se vuelven grises y planas, una sola idea rigiendo. La segunda vertiente viene con el(los) cliente(s). Son ellos quienes exigen que las sus proyectos se hagan de una u otra forma, cumpliendo estereotipos sociales que traerán status a su vida, y quienes ya lo tienen, solo quieren asegurarse de que se mantengan en él. A ellos se les puede culpar, y al mismo tiempo no, no fueron ellos quienes pasaron 5 años de su vida estudiando “arquitectura”, pero por otro lado, su mente ha sido invadida por imágenes de revistas, internet, televisión, no hay cultura, ni mucho menos educación. Por supuesto no se puede dejar de mencionar el absoluto control del capitalismo, dejando funcionar su imperio, pero no todo puede depender de ello. Parte de la culpa es nuestra, y de la falta de oficio dentro de la mayor parte de actividades que dentro de la sociedad de realizan.

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Construcciones de diario - John Hejduk

Espacios Otros (Heterotopias) - Michel Foucault

Utopías realizables - Yona Friedman: El grupo crítico

¿Hablan las ciudades? - Saskia Sassen

¿Ya nos perdimos?: La ciudad y su representación - Juan Villoro

Anarchitecture - Lebbeus Woods - Architecture as a political act

La arquitectura es un deporte de combate - Rudy Ricciotti