Esencia de la mediación en las prácticas pedagógicas.
Enviado por Albert • 9 de Julio de 2018 • 13.601 Palabras (55 Páginas) • 325 Visitas
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A la mediación escolar le sumaría mediación educadora, quedando claramente definido el rol del mediador en la comunidad escolar como promotor y facilitador de cambio y también de resolución de conflictos.
La mediación educadora puede y debe transformarse en un instrumento al servicio de la cultura de la paz facilitando aprendizajes a la vez que satisface la necesidad de formar ciudadanos, a través de distintas instituciones y organizaciones, activos y comprometidos, capacitados para comprender y transformar la realidad en la que vivimos y luchamos, evitando el dogmatismo, el escepticismo o el relativismo extremo, desatando una dinámica de enorme creatividad y riqueza donde la búsqueda de creación de nuevas conexiones y de los nuevos conocimientos permitan el desarrollo del pensamiento social imprescindible para generar y concretar el consenso
Focalizar la atención en la mediación educadora- sin por ello desplazar a la escolar- supone multiplicar la formación de educadores/as, sean estos docentes, padres o instituciones culturales-deportivas, capacitados para llevar a la práctica la construcción de otra manera de relacionarnos y organizarnos y donde en el proceso educativo estén presentes debates de la vida cotidiana, que es ni mas ni menos el contexto donde nacen y viven los valores (o desvalores), la forma de comunicarnos, el cómo aplican las nuevas generaciones los conocimientos a su vida cotidiana y, de una vez por todas, empezar a transitar caminos con la firme seguridad que de una u otra forma confluirán en el tan ansiado camino de la paz asumiendo otro estilo de relacionarnos y resolver nuestros conflictos ya que, aquel del ganar-perder nos costó sangre, sudor, y lágrimas.
El macrosistema: del escenario a la escena social.
Para poder hablar de lo que pasa en nuestras instituciones escolares y fundamentar la importancia de la mediación escolar y educadora en ella, es necesario efectuar un análisis de nuestra realidad social.
Desde la óptica de la psicología social, el hombre desenvuelve su vida cotidiana en tres tiempos: laboral, familiar, libre, siendo el primero el organizador de su vida por ser una actividad fundante de lo humano, por cuanto es la vía por la cual satisface sus necesidades básicas y a la vez manifiesta su potencialidad productiva.
La aplicación el neoliberalismo y su libre comercio como orden puro y perfecto, implementó un programa político que consistió en la destrucción metódica de los colectivos, por ser obstaculizador del desarrollo del mercado puro y la estrategia fueron las privatizaciones cuya justificación menemista fue la “cirugía sin anestesia”. Esto trajo como consecuencia una desocupación alta y constante que derivó en arreglos precarios (rebaja salarial, empobrecimiento de las condiciones de trabajo, diluyendo los derechos adquiridos y dando lugar a una feroz competencia, cuya resignificación fue (y es aún) la exclusión del otro, donde el sentido de pertenencia, no se apoya más en el encuentro con el otro como semejante, sino en el control recíproco.
El compromiso laboral fue dado en condiciones de alto stress, sufrimiento e inseguridad, ya que se vivenciaron el miedo a la perdida del salario y el status conquistado, miedo al despido, miedo al mañana sin tener algo, por lo que la vida cotidiana se transformó en una carrera de doce o catorce horas de trabajo para mantener o intentar recuperar el status, sacrificando el tiempo libre y también el familiar donde los hijos, son librados a su suerte en unos casos asumiendo responsabilidades para las cuales no están preparados; como hacerse cargo de hermanos menores, en otros casos debieron abandonar sus estudios para trabajar y sumar algo a la economía familiar, sin olvidar la manipulación de adultos que los explotan hasta la prostitución, o casos donde los saturan de actividades extra curriculares para que estén ocupados, perdiendo las vivencias de esa etapa de su vida como corresponde.
De esta manera se produjo un quiebre en la organización familiar y social como imaginario colectivo, no se sabía a que conjunto se pertenecía, quienes éramos, que es lo que nos relaciona a unos con otros; según el economista Jean Paúl Fitoussi[1] “ el padecimiento no sólo es por causas económicas sino también por los efectos destructores del individualismo postmoderno, por lo tanto la crisis es económica y antropológica”.Es crisis económica porque fallan las relaciones entre economía y sociedad, ampliando la franja de pobreza; es crisis política, por que fallan las instituciones estatales perdiendo no solo su representación política sino también su credibilidad como generadoras del vínculo social y con ellas las practicas, los ideales; es crisis social por la descomposición de lazos afectivos y la exclusión social; es crisis cultural porque se vivencia la falta de identidad, por desinterés en la vigencia tradiciones y perspectivas de futuro; es crisis del sujeto porque fallan sus estrategias y recursos para la construcción de su identidad individual y colectiva.
Esta crisis por su intensidad y magnitud se transformó en ¡LA CRISIS!, un referente universal, omnipresente y abstracto que todo lo justifica y explica y, por ese motivo se la naturalizó, familiarizó, obstruyendo la posibilidad de tomar conciencia de ella y realizar acciones para resolverla.
La crisis es significada como ruptura, perdida, desorden, caos, propia de una visión rígida, de una concepción unilateralmente negativa por ser percibida como un hecho catastrófico que solo genera destrucción de un orden social que se transforma en conmoción, con-fusión del sujeto por que las perspectivas de situaciones opuestas se funden y mezclan a tal punto que no sabe qué es qué ;”hay confusión en cuanto a moralidad, designios, valores, creencias y motivos” dice Susanne K. Langer en “Esquemas Filosóficos”[2]; el sujeto queda inmerso en una multiplicidad de hechos que le es difícil procesar y simbolizar, por que lo que antes le servía de apoyo y orientación en su modelo mental ahora lo vivencia como insuficiente o destruido, a la vez que se rompe la relación entre necesidades, metas disponibles y acceso a la satisfacción de las necesidades, potenciando los sentimientos de falta de recursos y privación y pulverizando todo proyecto.
Lo que se percibió fue vacío, incertidumbre, desestructuración, autoestima herida, confusión, sufrimiento, vulnerabilidad, soledad, angustia, impotencia... poderosa urdimbre en la que nos sentíamos atrapados, solos, a merced de los acontecimientos y por lo cual todos estos elementos aparecían como riesgo significativo, encontrando frecuentemente, como única salida la violencia y también,
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