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.Exclusión e inclusión: conceptos multidimensionales.

Enviado por   •  16 de Marzo de 2018  •  5.513 Palabras (23 Páginas)  •  403 Visitas

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No obstante, la noción de exclusión ya había sido utilizada en suelo francés en la década anterior en un ensayo realizado por Pierre Massé, titulado « Los dividendos del progreso», así como en una obra publicada por el movimiento ATD-Cuarto Mundo. En ambos casos, remitía a la supervivencia al margen del progreso económico y del reparto de beneficios. El limitado éxito de la noción en este momento se explica por el carácter residual que el fenómeno tenía en Francia. La pobreza parecía un problema superable que no representaba ningún tipo de amenaza para el conjunto del cuerpo social (Paugam,1996).

Para algunos autores, la base de la «nueva cuestión social» es la emergencia de una «vulnerabilidad de masa» (Castel, 1995) específicamente contemporánea generada por un contexto de alta inestabilidad, caracterizado por el aumento creciente de la precarización y del desempleo estructural, que reduce las perspectivas de integración (cuando no las anula directamente). Se pone el énfasis en el crecimiento de modalidades de inclusión laboral precarias y vulnerables marcadas por una amenaza de ruptura permanente que provoca un sentimiento de inseguridad constante; en la conversión del desempleo temporal en una situación crónica; y en las dificultades crecientes de inserción de la juventud en el mercado de trabajo.

La extensión del proceso de globalización, la hegemonía de la ideología neoliberal, la relevancia adquirida por la competitividad y el desarrollo tecnológico han posibilitado que el sistema productivo prescinda cada vez más de la fuerza de trabajo humana. Los trabajadores han dejado de ser indispensables para la obtención de beneficio, pues la lógica de la fase actual del capitalismo introdujo la « plusvalía del no-trabajo» (Forrester, 1997). En la medida en que el crecimiento del sistema productivo y el proceso de acumulación de riquezas no implican creación de empleo, un contingente cada vez más amplio de personas se está convirtiendo en un excedente percibido como superfluo.

En este contexto, la pobreza y la inseguridad ya no son fenómenos residuales o selectivos. La expulsión del mundo del trabajo puede afectar a cualquiera y la ruptura con éste puede fácilmente convertirse en desempleo de larga duración o, incluso, en «inempleabilidad». Así, la novedad radica en que los procesos de desvinculación del ámbito laboral ya no se asocian a la creación de un «ejército de reserva» como en la sociedad industrial, sino a la generación de un contingente de « trabajadores sin trabajo» que se han convertido en « superfluos » e « innecesarios » para el sistema productivo y, por tanto, « inútiles para el mundo» (Castel, 1995).

A menudo, la propia existencia de estos sujetos pasa a ser percibida como disfuncional a la sociedad. Se supone que dejan de ejercer cualquier papel en la esfera de la producción y en la vida económica. Y, en consecuencia, se convierten sencillamente en fuente de gastos (pues amplían la zona de asistencia), incomodidad social y amenaza (aspecto frecuentemente asociado a la criminalización de la pobreza).

Castel prefiere el término «desafiliación» al de «exclusión social». Justifica esta elección subrayando que el análisis de los procesos de desvinculación social no supone necesariamente hablar de rupturas, sino, sobre todo, trazar recorridos que pueden implicar la coexistencia de la inserción sólida en un determinado eje y la desvinculación de otro. Lo hace para poner en cuestión el excesivo uso del término exclusión, en tanto:

« Si sólo se considera a los excluidos se hará esencialmente asistencialismo, en el mejor de los casos se hará inserción. Me cuesta decir esto sin introducir algunos matices. No quisiera que se lo tome como una crítica a la noción de inserción (comparada con lo que se prepara en las esferas dirigentes, vale más defenderla pues constituyó un esfuerzo genuino para no resignarse a situaciones de pura asistencia). Esto no es una crítica a la inserción, sino una comprobación de que ella aunque sea indispensable, también opera en esa zona en que las personas ya se han venido abajo o están próximas a hacerlo. La trampa estaría en que el trabajo de inserción o el trabajo de ayuda a los excluidos sirvieran para eludir un esfuerzo hacia las causas, para eludir políticas preventivas destinadas a evitar que la gente caiga en tales situaciones de exclusión » (Castel)

Pero la exclusión social no se agota en las vulnerabilidades económico-ocupacionales, y ni siquiera en la expulsión del mercado de trabajo. La manifestación más drástica de la exclusión implica la erosión de los valores colectivos que tradicionalmente han sostenido la cohesión social, dando lugar a movimientos de aislamiento y a sentimientos de no pertenencia, impotencia y soledad.

La creciente inestabilidad de los vínculos sociales va bastante más allá de los aspectos materiales, atravesando los campos político, cultural, simbólico e, incluso, ético. Nos remite a la relación con la alteridad y, en especial, a la dificultad de establecer la solidaridad entre individuos y grupos, y de éstos con la sociedad en su conjunto. Aquí la exacerbación del individualismo también aparece como un factor fundamental que acentúa la vulnerabilidad social. Como señala Manuel Delgado (2000),

« No debe olvidarse nunca que el proceso que conduce a la exclusión-marginación de alguien no es mecánico ni gratuito. Requiere y ejerce al mismo tiempo una racionalidad, una lógica. Es por ello que hay un sistema de representación hecha de tópicos, de estereotipos y prejuicios que muestran la marginación como algo inevitable y al marginado como una víctima de si mismo y de su circunstancia de minusvalía. Por este sesgo es que deben orientarse las investigaciones empíricas y los consecuentes desarrollos teóricos relativos a la incidencia de las taxonomías inferiorizadoras de la vida social, en cualquiera de sus expresiones, tanto a nivel de las representaciones como de las prácticas.»

La emergencia de esta terminología presupone la necesidad de encontrar un tratamiento a las formas de exclusión. Como es sabido las políticas públicas proponen estrategias para el abordaje de los conjuntos que generan problematizaciones de lo social: léase aquí por lo social la articulación entre lo económico y lo político. Cada época tiene su concepto fundamental en torno al cual giran estas propuestas: individuos asociales, discapacitados sociales, marginales. Hoy la exclusión es el término que ha pasado a ocupar un lugar común en los discursos políticos y al que se le oponen, como alternativas desde los debates intelectuales, tanto el de desinserción, como el de desafiliación, desligadura.

Integración,

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