Gloria Contreras, las raices rusas en el ballet mexicano

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Difiere de esta pieza la primera creación de Gloria, El mercado (1958, NY), donde el objetivo sí era retratar lo más fielmente posible uno de los rasgos más representativos de nuestro país pero siempre con el sello distintivo de hacerlo mediante la utilización de un lenguaje dancístico completamente nuevo y diferente donde las únicas reglas eran las que no existían. E incluso este ballet de lo más nacionalista e indigenista es único en su clase; las palabras que narran la historia, la poesía visual que con el cuerpo y el movimiento construyó la maestra Contreras, no está en la música, el vestuario, la escenografía o incluso los propios pasos, sino en la metáfora del movimiento, en ese sutil lenguaje dancístico que sin decir demasiado lo cuenta todo. No así la pieza de Guillermo Arriaga, Zapata, que no por ser más explícita y figurativa es menos valiosa, sencillamente pertenece a otro tiempo, a otra visión de la danza y la cultura de nuestro país.

Además Gloria Contreras no permaneció en una sola visión de la danza y el mundo, los temas que se atrevió a tratar comprendieron no sólo la historia de su país, su cultura y su gente, sino los de toda la humanidad. Preguntas como el origen, el sentido de pertenencia hacia aquello que te ata a un lugar pero que no por eso te pertenece, la lealtad, la evolución, la transgresión, se hacen presentes en cada una de sus piezas. De diferentes tonos, temas y colores, Gloria expresaba en sus partituras coreográficas su preocupación por entender al hombre y manifestar que éste no era sólo el cuerpo, la mente y el espíritu, sino también el pasado, el futuro, lo desconocido por conocer y lo conocido que nadie puede notar a veces. Sumido todo en un ambiente melancólico y misterioso, como si un velo de humo, una espesa neblina lo envolviera todo, Gloria construyó una manera única de escribir la danza: a través de la poesía, como hiciera también Balanchine en su natal Rusia y algunos otros compatriotas suyos que descubrieron en la poesía los elementos para plasmar a través de todos los sentidos las preocupaciones del hombre.

Poesía es imagen y sonido. Gloria Contreras lo sabía y estudió por ello música, piano y violín, solfeo, las bases matemáticas presentes en este arte para que al escribir con danza sus poemas, estos estuviesen tan íntimamente ligados a la música que los acompañaría como si se hubiesen creado al unísono de una manera interdisciplinaria. Por supuesto, ninguna de las piezas musicales que utilizó fueron compuestas explícitamente para ellas aunque daba la impresión contraria; esto no fue necesario pues la maestra Contreras reinventó el sonido con movimiento a tal punto que no se sabía dónde terminaba uno y concluía el otro. Siempre se refirió a Stravisnki como un mentor, con sus charlas, sugerencias y conversaciones, pues el papel que éste jugó en su apreciación de la música contemporánea del siglo XX, así como en el desarrollo de su técnica de composición coreográfica, fue desicivo.[4]

Creadora además del método conocido como Contrología, un sistema originado en la escuela de Joseph Pilates cuyo propósito es originar cuerpos elásticos y fuertes, Contreras encontró la forma de incluir la danza dentro de la cotidianidad y la cotidianidad como generadora de la danza. La Contrología propone ejercicios que son disciplinas cotidianas útiles para la vida de cualquier persona y que además ayudan al estudio de la danza; pues si bien la preocupación de Gloria Consistió principalmente en el desarrollo óptimo del cuerpo del bailarín, le interesaba también el desarrollo de los cuerpos de todas las personas. [5]

El Manifiesto del Taller Coreográfico de la UNAM, la compañía de Gloria durante casi toda su vida, aboga por una vida plena del bailarín para su mejor desempeño técnico-profesional y artístico. La inclusión de la maternidad dentro de la vida de la bailarina, así como la diversidad de cuerpos, líneas, formas y estéticas son las principales modificaciones que hizo Gloria a la ideología del ballet no sólo en México sino en todo el mundo, una ideología única en su tipo que ha permitido al Taller Coreográfico de la UNAM posicionarse como una de las mejores compañías a nivel Latinoamérica.[6]

Galardonada con la medalla “Una vida en la Danza” (Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 1985, 1989), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes (Secretaría de Educación Pública, 2005) y el Premio Universidad Nacional en el área de creación artística y extensión de la cultura (Universidad Nacional Autónoma de México, 1995); y reconocida mundialmente como una de las mejores y más prolíficas coreógrafas de la historia del ballet, Gloria Contreras es, sin lugar a dudas, la “primera dama del ballet mexicano”.

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