LAS CÁRCELES EN EL MÉXICO DE LA COLONIA
Enviado por Rebecca • 2 de Mayo de 2018 • 2.839 Palabras (12 Páginas) • 349 Visitas
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A un lado del tribunal del Santo Oficio se ubicaba la Cárcel Perpetua y según relato de un testigo, al ser clausurado el establecimiento, quien dice: en la pared de dicho salón que mira al sur se refiere al Salón de Audiencias del Tribunal hay una puertecilla que conduce a las prisiones y otra junto al dosel llena de escopleaduras circulares y oblicuas para que el delator y testigos pudiesen ver desde dentro al reo sin ser vistos por él.
El ingreso a la prisión era por la puerta sur y conducía al patio de las prisiones, descendiendo por una escalera en donde se localizaban dos puertas, una que daba a la prisión conocida con el nombre de “Ropería”, y otra al patio de las prisiones con su fuente al centro y algunos naranjos alrededor. El patio más largo que ancho contaba con veinte arcos y diecinueve calabozos, cada uno con un jardincillo atrás. Bajada la escalera que conduce a las prisiones había un cuarto contorno por donde se daba la comida a los carceleros para distribuirla a los calabozos; la mayor parte de esos calabozos, dice el testigo, tienen de largo 16 pasos y 10 de ancho, aunque haya otros más chicos y otros más grandes; dos puertas gruesísimas los encierran; un agujero o ventana con rejas dobles por donde se les comunicaba la luz escasamente, y tarima de azulejos para poner la cama (detrás de los 19 calabozos hay otros tantos jardincillos que llaman aseladeros) adonde llevaban algunas veces a los presos para que tomasen el sol. La otra puerta conduce a una prisión que llama Ropería. Se compone de tres o cuatro cuartos. La Cárcel de la Perpetua se localizaba en la parte sur del edificio del Tribunal del Santo Oficio, en un inmueble que fue adquirido con el fin de servir de Cárcel Perpetua. Dicha cárcel fue construida a fines del siglo XVI, siendo inquisidor Alonso de Peralta. En esa prisión cumplían sentencia los condenados y siempre a la vista de los inquisidores y bajo la custodia de un alcaide, quien los llevaba a misa los domingos y días festivos y los hacía comulgar en las fechas santas. De aquella cárcel sólo queda una placa de loza de Talavera en la calle de Venezuela en el D.F., junto a las casas 4 y 8, donde se indica: “aquí estuvo la Cárcel Perpetua de la Inquisición que dio nombre a la calle, 1577-1820”. Aún se aprecia el patio, la puerta, las arcadas y los calabozos que han sido tapiados, por lo que no es posible su acceso. En la Cárcel Secreta del Tribunal, en el patio llamado de los Naranjos y debajo de la serie de calabozos que se encontraban en la parte sur, hay una bóveda subterránea que han visto algunas personas, y que según dicen se prolongaba hasta el extinguido Colegio de San Pedro San Pablo…En el patio que fue huerto del Colegio de San Gregorio, posteriormente Escuela Correccional, existe una bóveda… ¿Qué objeto tuvieron esos subterráneos? Lo ignoramos, algunos llenos de pavor los hacen teatro de escenas misteriosas, y otros con desenfado afirman que son restos de los primitivos edificios que se hundieron. Al extinguirse el Santo Oficio, en 1820, la casa que ocupaba la Prisión Perpetua se transformó en “Prisión de Estado”. Ahí estuvieron encarcela-dos personajes tan conocidos como el doctor Servando Teresa de Mier también a la Escuela de Enfermería. La Cárcel de Ropería, según el historiador Antonio García Cubas, era una prisión amplia, con tres o cuatro cuartos, de los cuales el último parecía ser el más utilizado.
LA CÁRCEL DE LA ACORDADA
La Acordada fue el resultado de la necesidad de un remedio pronto y eficaz, para contrarrestar los peligros con que se veía amenazada la Nueva España por la multitud de salteadores que, en los caminos, en los poblados y aún dentro de la Capital, “tenían a los hombres honrados en continua alarma” ;la pésima situación que guardaba el país por el año de 1710, hizo aceptar el medio extraordinario de crear un Alcalde Provisional; pero no alcanzando para el desempeño de su misión las facultades que se le concedieron en la Real Cédula de 1715, se acordaron otras a Miguel Velázquez Lorea, quien al precio de la vida de muchos delincuentes reprimió la audacia de los demás y consiguió establecer la seguridad en la Nueva España. Bajo el tema de la Acordada, habrá que comentar que en aquella época la inseguridad de la Nueva España era completa. La escasez de población por una parte; las largas distancias, por otra, fueron motivos más que suficientes para que el gobierno no pudiera vigilar todos los caminos. Presentaban éstos mayor peligro para los viajeros, tanto que muchos, antes de lanzarse a las penalidades de un viaje, se preparaban como si “estuvieran en artículo de muerte, pues a los que bien les iba eran despojados de todo lo que llevaban”
El problema de la delincuencia de esa época, era tal, que el Tribunal de la Acordada debía tomar resoluciones en el sitio en donde se encontraba el delincuente, pues dicho Tribunal no se ubicaba establecido en un lugar determinado, sino que constituido por el Juez o Capitán, con sus colaboradores los comisarios, un escribano, un capellán y un verdugo, ocurría al sitio donde se encontraba el malhechor y en el propio lugar delos hechos, formaba una sumaria, frecuentemente no más de un pliego de papel y, ante la identificación de la persona, con la existencia del cuerpo del delito, se procedía a la inmediata ejecución del reo. El inmueble que tiempo después dio albergue a la Cárcel de la Acordada era descrito de la siguiente forma: El edificio de la Cárcel de la Acordada o Cárcel Nacional hasta la fecha de su demolición, en el año de 1906, era una construcción imponente y sombría, de pesada arquitectura, que por sí recordaba la presencia del célebre Tribunal y de la propia Cárcel de la Acordada.
DELITOS Y PENAS DE LA COLONIA
Robo: muerte en la horca, en el sitio de los hechos.
Asalto: garrote en la cárcel, después sacar el cuerpo y ponerlo en la horca.
Robo y complicidad en el robo: azotes y cortadura de las orejas debajo de la horca.
Robo: muerte en la horca y después corte de las manos
Robo sacrílego: Llevado a efecto en la iglesia de Tlaxcala, en los vasos sagrados y el viril, además de comerse los ladrones las formas consagradas. La pena fueron azotes y herramienta, o sea, marcar con hierro encendido al culpable.
Robo: muerte en la horca, posterior descuartizamiento del cuerpo para poner las partes en las calzadas y caminos de la ciudad. Luego, exhibición de la cabeza.
Asalto: garrote en la cárcel, con posterior exhibición del
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