La Ciencia según Ernesto Sábato

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Al contrario del hombre común, el hombre de ciencia sólo puede serlo realmente dejando de lado sus dogmas. La experiencia ha demostrado que el conocimiento es mortal, una tras otra todas las teorías han sido superadas por otras más complejas poniendo de manifiesto que no hay dogma que no transmute a equivocación ni hombre que no se equivoque. Gracias a esto los científicos han tenido que volverse cautelosos y modestos por lo que no se pueden dar el lujo de ser fanáticos ni declarar que creen fervientemente en alguna teoría, teorema o enunciado. Si hicieran esto se estarían dejando llevar por sus deseos y prejuicios, es decir, por su parte más humana y no estarían siendo auténticos hombres de ciencia, pero si logran obviar ese lado de su ser, se convierten en verdaderos científicos y pueden reclamar su puesto por encima del resto de los mortales.

A pesar de todo lo anteriormente mencionado y tomando en cuenta que la ciencia no responden al mundo de la ética, en cuanto a que sus investigaciones dan resultados correctos o incorrecto mas no buenos o malos, el mundo científico también tiene sus virtudes. Con respecto a esto, es importante recalcar que las ramas estrictas de la ciencia son una escuela de valores intelectuales, modestia y tolerancia, puesto que el razonamiento requerido para el desarrollo de la ciencia es un largo proceso de propuestas, afirmaciones, refutaciones, comprobaciones y, sobretodo, equivocaciones. Sin embargo estas características no han sido siempre aprendidas por los investigadores, a lo largo de la historia muchos físicos, matemáticos, químicos, astrólogos y otros miembros del importante mundo científico se han aferrado a teorías incorrectas mucho después de haber sido desmoronadas por los hechos.

En conclusión, un buen científico es aquel que mantiene siempre presente que lo único seguro de los conocimientos, es que no son seguros, es decir, no hay verdad absoluta. Hay que ser capaz de evolucionar al ritmo de los descubrimientos científicos, tomando en cuenta que en el futuro los conocimientos actuales podrían parecer una locura. Que mejor ejemplo que el mismo Ernesto Sábato quien 20 años después de haber publicado el ensayo inicialmente mencionado, declaró que ya no estaba de acuerdo con todas las cosas ahí planteadas y que antes había defendido con tanto fervor. Tal vez sea cierto lo que sugiere el escritor al comienzo del artículo aquí explicado, y la ciencia deba aprender de la poesía como manifestar los hechos específicos de la experiencia en el mundo real.