La enseñanza de la química y la educación sexual.

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Así, más o menos, es lo que nuestro colega sostiene, para apoyar su tesis de que hay que cambiar la manera de enseñar química. Pero no sugiere cómo.

Otro colega, después de reflexionar un tiempo al respecto, ha llegado a la conclusión de que la analogía con la educación sexual es parcial, y propone lo siguiente:

- Al fin y al cabo, antes, tarde o temprano, los jóvenes se enteraban de cómo nacían los niños, cómo se hacían y cómo se hacía para no hacerlos, sin que se lo dijeran sus padres o los profesores en la escuela. El problema con la enseñanza de la química no es su parecido con la educación sexual anterior, sino que no es suficientemente parecida.

- Ergo, hay que llevar al extremo la enseñanza de la química, tal como se hacía con lo del sexo y reproducción.

- Primero, hay que convertirla en tabú. En bachillerato hay que eliminar la química, pero no porque no haya suficientes profesores o que no estén bien formados, sino porque se trata de algo de lo que no hay que hablar antes de los 19 años. O sea, existe, pero, se trata de asuntos que hay que conocer cuando uno es más maduro, más responsable, etc. Con esto se le da el aura de misterio, y se estimula la curiosidad. Que con eso los estudiantes lleguen a la universidad sin saber nada de química, no traería una situación distinta, porque eso es lo que sucede actualmente.

- Segundo, hay que enseñar la química en dos ambientes: uno es el del aula y los laboratorios. Ahí se daría más o menos lo que se da actualmente. La enseñanza paralela sería en sitios apartados, en voz baja, con pocas frases, apoyados en apuntes misteriosos. Para lograr esto, es necesario contratar a varios preparadores de años superiores que infiltren a los de Química General y le secreteen, en voz baja y mirando alrededor para asegurarse de que nadie los está viendo, que, por ejemplo, no se crean todo lo del reactivo limitante. A las preguntas de los jóvenes, deben contestar con más tarde te cuento. O invitarlos a reuniones clandestinas, preferiblemente fuera de la universidad. Poco a poco se crearía una especie de sociedad secreta; sus miembros atraerían a otros. Con las clases clandestinas, saldrían mejor en los exámenes y atraerían a más compañeros.

- En una etapa superior, alguno de los preparadores usaría técnicas como sonreír conmiserativamente cuando algún estudiante le hable de actividades. Al darse cuenta de que hay algo más, este presionaría para que le revelen lo que no conoce. Ese es el momento de llevarlo a algún sitio privado (un baño solitario, como el del segundo piso) y con algunos compañeros, entregarle un libro con muchas ilustraciones:

The Joy of Physical Chemistry

by Alex Comfort and Ira N. Levine