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Literatura Hispanoamericana la visión del español.

Enviado por   •  7 de Marzo de 2018  •  3.740 Palabras (15 Páginas)  •  397 Visitas

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conquista española en América respondieron a los valores medievales y aunaron el espíritu de cruzada con la búsqueda de riqueza, la divulgación de la fe con el deseo de poder y de gloria, la evangelización con la necesidad de dominar tierras y hombres.

Cuando se encuentran dos culturas tan diferentes y subyace un proyecto político de dominación, prevalece la violencia. Este siglo, pues, fue un siglo de contraste y violencia. Pero también hubo espacio para la autocrítica. Las Leyes de Indias fueron una muestra de esa preocupación.

Jurídicamente, España tuvo, “títulos legítimos” para la ocupación. La guerra fue “justa” pero también desigual. Las armas de fuego y el caballo definieron la contienda. Españoles e indígenas demostraron valor y coraje. Nuestra cultura americana es el resultado de la fusión y de la síntesis.

LOS CRONISTAS DE LAS INDIAS

El descubrimiento y conquista de América significaron el encuentro entre dos mundos. Esa aventura, que tenía fines muy concretos, fue testimoniada en los relatos de los cronistas de Indias, que nos brindan su visión de la conquista. En esas crónicas se presenta el nuevo mundo interpretado desde una perspectiva europea a partir de Cristóbal Colón con su “Diario de viaje” (1492), los sucesivos cronistas de Indias sorprendieron a los ávidos lectores europeos con sus testimonios sobre la realidad descubierta. Al marchar hacia América había recibido expresas indicaciones de la corona española para que relataran los acontecimientos de la gesta y describieran todo lo que vieran en las Indias. Así lo hicieron. En sus obras, cuentan hechos, describen el territorio que recorren, fijan su atención en el carácter y costumbres de sus habitantes, refieren el contacto pacífico o violento que con ellos establecen, detectan los productos de la tierra y registran curiosidades de todo tipo. En sus crónicas, la fidelidad histórica convive con elementos fantásticos tomados de las historias bíblicas, de los mitos de la cultura grecolatina, de las leyendas de origen medieval y de las novelas de caballería, es decir, de una cosmovisión sedimentaria en la mente de los relatores, según su ocupación y su cultura.

EL DIARIO DE COLON

Jueves, 11 de octubre

A las dos horas después de media noche apareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas, y quedaron con el treo que es la vela grande, sin bonetas, y se pusieron a la corda, temporizando hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní.

Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yañez, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una I, encima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro.

Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito.

Luego se juntó allí mucha gente de la isla. Esto que sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias. "Yo", dice él, "porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra santa fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla.

Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde estábamos, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otra cosas que nos (otros) les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y todo daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andaban todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vi más que una, harto moza, y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vi de edad de más de XXX años, muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos y cortos.

Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. (Algunos) de ellos se pintan de prieto y ellos son del color de los canarios, ni negros ni blancos, y (algunos) de ellos se pintan de blanco y (otros) de ellos de colorado, y (otros) de ellos de lo que hallan; y (algunos) de ellos se pintan las caras, y otros todo el cuerpo, y otros sólo los ojos, y otros sólo la nariz.

Ellos no traen armas ni la conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No tienen algún fierro; sus azagayas son unas varas sin fierro y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pez, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos.

Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venía gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos.

Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos de esta isla". Todas son palabras del Almirante.

Sábado, 13 de octubre

Luego que amaneció, vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy hermosa; los cabellos no crespos, sino corredíos (lacios) y gruesos como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha, más que otra generación que hasta aquí

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