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Memorias a retazos en una carroza de carnaval. (A propósito de la obra de EvelioRosero)

Enviado por   •  23 de Mayo de 2018  •  2.472 Palabras (10 Páginas)  •  330 Visitas

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El poeta oculto, Rodolfo Puelles, es otro personaje que hace evidente la transgresión, cual niño pequeño que hace pilatunas sin ser visto, el poeta es consciente de lo descarnado y burlesco de sus poemas y del mismo acto escritural a escondidas

“si sus camaradas se enteraban del contenido – que nada guardaba con la emancipación social de los pueblos- no solamente lo tildarían de burgués sino de pervertido. Porque escribía poesía erótica, que él denominaba: de humoroso amor. Su obra en gestación se titulaba: 19 culos de azúcar y una vagina encantada […] pretendía resarcirse con sus poemas de humoroso amor y burlarse del mundo y de la poesía de su país, pero por sobre todas las cosas burlarse de su propia soledad” (p. 261-262)

El párroco Joseph Bunch que apoyaba a este poeta y al naciente grupo revolucionario, también encarna la transgresión “Joseph Bunch, homosexual encubierto – oculto, como el poeta-, que los apoyaba y además los espiaba de tanto en tanto, admirándolos cuando hacían gimnasia para el ensayo teatral” (p. 262). Es evidente como en el texto el carnaval es un pretexto para burlarse de héroes míticos, de figuras sagradas como el obispo “Avispo”, los párrocos, las devotas, la familia; de personajes cotidianos como los amigos, los escritores, los profesores – catedráticos; de políticos y generales tanto de izquierda como de derecha, de ricos como Furibundo y pobres como Puelles, donde queda claro que pasa un carnaval de seres solos que son capaces de burlarse de sí mismos y en esto consiste el acto supremo de la carnavalización donde se presenta la risa como declaración de libertad, superación del miedo y se alcanzan a permutar las jerarquías del poder en la representación paródica: el héroe en cobarde, el hombre en simio, la criada en ama de la casa y los religiosos en pecadores.

Cuál es, entonces, la imagen carnavalesca que desmitifica al héroe impoluto, Simón Bolívar?, bajo esta pregunta aparece la figura de Arcángel de los Ríos “Furibundo Pita”, equiparable en todos los aspectos con el Libertador. “La Municipalidad de Quito ordenó que se pusiera su busto en la sala Capitular y se levantara una pirámide en Pichincha en cuyo frente debía leerse: LOS HIJOS DE ECUADOR A SIMÓN BOLÍVAR, EL ÁNGEL DE LA PAZ Y LA LIBERTAD AMERICANA” (p. 199) de aquí que nuestro personaje se llame Arcángel de los Ríos y sea la representación de Bolívar, el ángel de América, cuyo viaje final fue en el Río, también como la metáfora de lo que se va, lo que desciende. En este sentido, también aparece el apodo (transgresor) de Furibundo (rabioso, frenético, colérico, violento) Pita (rechifla, sonido notorio), seudónimo que claramente nos presenta el carácter del Libertador y el deseo ferviente de visibilizarse.

Físicamente aparece “Furibundo Pita, su rostro aguzado, los ojos oscuros y hundidos, los pómulos prominentes, las cejas espesas, el cabello ensortijado, la pequeñez de su cuerpo” (p. 44) encarnando la imagen del Libertador. Igualmente, se presenta el tono de voz y su potencia “se oyó el grito formidable de Furibundo Pita. Pequeño de cuerpo, su voz aunque chillona, hacía la de tres hombres” (p. 41) “esa voz como de pájaro sólo podía ser de Bolívar” (p. 241).

Furibundo Pita es un hombre que busca la venganza, cobrarse la espina que lastimó su orgullo “Ya cobraré mis gallinas a los bomberos dijo, ya me las pagarán, pluma por pluma, carajo” (p. 44), y es este hombre vengativo que personifica al mismo Bolívar que Rosero, remitiendo a Sañudo, muestra como el hombre que quería vengarse de Pasto porque “no lograba quitarse de su disparatado orgullo la espina de Bomboná” (p. 214).

Bolívar “Furibundo”, como héroe humanizado por el carnaval, se muestra como un hombre duro, digno de generar pánico, pero sobre todo, un hombre con ínfulas de superioridad y grandeza que busca el reconocimiento que el mismo tiene que atribuirse para hacerse visible “es él, gritaban, el mismo.” contemplaban a don Furibundo en un silencio de pánico. Y cuando Furibundo reemprendió la marcha echaron a correr detrás, escoltándolo, lo señalaban y gritaban: “Es él, el mismo” (p. 44) “Es Simón Bolívar, el mismo” (p. 57) “- Abran, vergajos, que es el mismo don Furibundo Pita – gritó al fin el mismo don Furibundo Pita” (p. 47) “ y él mismo se llamó a sí mismo Libertador” (p. 67).

También se presenta un hombre que teme y huye buscando salvaguardar su vida, o en palabras de Marx, un cobarde

“Don Furibundo […] pasó corriendo al lado del doctor, se subió como una exhalación al campero, arrancó y se fue pitando” (p. 58) “Bolívar huye de Puerto Cabello como si lo pisara el diablo […] Napoleón de las retiradas […]su estrategia mayor, que por lo visto era retirarse a la más mínima señal de peligro” (p. 100-101).

Furibundo huyó, dejando a su amigo Justo sorteando la situación en el taller del maestro Abril, huyó a gran velocidad en su auto, su esposa, la señora Sarasti, volvió a su encuentro para comunicarle las palabras del doctor, los artesanos se derrotaron. No se preocupe, usted ganó, la carroza en la que se pretendía fuera burlado don Furibundo Pita, no será exhibida, “Dígale que no hirió a nadie. La carroza no se presentará. Dígale que lo olvide todo” (p. 84). Por su parte, “Bolívar huyó él solo hasta más atrás del abrigo de su infantería, a galope redoblado, y se retiró a una loma […] El coronel Carvajal logró por fin encontrarlo para informarle que cuando mi general Bolívar se retiraba, el enemigo se derrotó. Le diría: “No se preocupe Libertador, la victoria es suya” (103), esta escena recrea también el momento en que la batalla la gana Sucre pero se superpone la figura de Bolívar. Justo Proceso es aquí quien se robó la gloria, salió victorioso a favor de Furibundo, pero nadie supo la verdad de “la carroza de Furibundo persiguiendo a su mujer” (que para los artesanos quedó oculta bajo la promesa del doctor, pero para la población de Pasto fue sólo un embeleco de un burgués que quería deshonrar a Bolívar) como tampoco nadie sabrá, seguramente, la verdad del Libertador.

Igual que Furibundo, Bolívar siente atracción especial por las niñas, el rasgo de ingenuidad y santidad aguza su concupiscencia. “Dije niñas, no muchachas, con guirnaldas en el pelo y breves túnicas como ninfas. Así le gustaban a Bolívar” (p. 66). “El doctor la recordó (a Alcira Sarasti): había sido una trigueña escuálida y muy tímida que se paseaba sola y leía la Biblia sentada en un banco del parque infantil: y todavía es bella […] quién sabe qué expiación la arrojó a las fauces

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