Paseo virtual Voy a un lugar maravilloso.
Enviado por Eric • 28 de Diciembre de 2017 • 1.064 Palabras (5 Páginas) • 293 Visitas
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Piensa muy bien antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz. Recuerda que las palabras tienen poder y que el viento nunca se las lleva.
Las palabras encierran una energía creadora y transformante. La palabra es sagrada y el silencio también.
Sentirse en uno mismo, es sentir a Dios adentro.
Hasta que uno no pierde todo no pide ayuda.
Si los que hablan mal de mí supieran exactamente lo que yo pienso de ellas, hablarían peor.
“Si yo cambiara”, si yo cambiara mi manera de pensar, me sentiría sereno.
Si yo cambiara mi manera de actuar ante los demás, los haría felices.
Si yo cambiara y aceptara a todos como son, sufriría menos.
Si me aceptaran tal como soy, quitándome mis defectos, cuanto mejoraría mi hogar, mi trabajo, mi estudio y mi ambiente.
Si comprendiera plenamente mis errores sería humilde.
Si yo cambiara siempre al bienestar de los demás, sería feliz.
Si yo cambiara….. cambiaría el mundo.
Aunque ocupe el trono más elevado de la tierra, siempre tendrá el hombre que sentarse en su propio trasero.
Trate que sus palabras sean dulces y suaves en caso de que algún día tenga que tragárselas.
EL AGUA[1]
Las vidas que llaman la atención no siempre son las más eficaces. Jamás será tal la del orgulloso que incapaz de doblegar los obstáculos, se golpeó la cabeza contra ellos.
Las vidas humildes, según el juicio de Dios, por el contrario, resplandecientes de su gracias y radiantes para los demás, son siempre eficaces.
He visto, Señor, el mar sombrío y furioso atacando las rocas.
Las olas desde lejos tomaban carrera, se levantaban orgullosas, brincaban, se atropellaban las unas a las otras para pasar delante y golpear las primeras.
Y cuando la espuma blanca se alejaba del inmóvil peñasco, ellas partían otra vez al galope para seguir golpeando.
Otros días he visto el mar calmo y sereno.
Las olas venías de lejos, vientre plano, calladas, para no llamar la atención, dándose sabiamente la mano, deslizándose silenciosas y se recostaban a todo lo largo del arena para alcanzar la orilla con la punta de sus hermosos dedos de espuma.
El sol acariciaba suavemente y agradecidas, al reflejar sus rayos ellas repartían su claridad.
Señor, concédeme el evitar los golpes desordenados que cansan y hieren al enemigo sin abrir su corteza….
Pero sobre todo, Señor haz que yo no guarde para mí esta luz, y que todos aquellos que se me acerquen vuelvan a su casa deseosos de bañarse en tu gracia eternamente.
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