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RESILENCIA EN PACIENTES CON CÁNCER.

Enviado por   •  28 de Marzo de 2018  •  2.741 Palabras (11 Páginas)  •  285 Visitas

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ETAPAS POR LAS QUE ATRAVIESA UNA PERSONA ANTE UNA ENFERMEDAD TERMINAL

El paciente o enfermo terminal es un término médico que indica que una enfermedad no puede ser curada o tratada de manera adecuada, y se espera como resultado la muerte del paciente, dentro de un período corto de tiempo. Este término es más comúnmente utilizado para enfermedades degenerativas tales como cáncer, o enfermedades pulmonares o cardiacas avanzadas. Esta expresión se popularizó en el siglo XX, para indicar una enfermedad que eventualmente terminará con la vida de una persona.

Paciente terminal es la persona que se encuentra en la etapa final de algunas enfermedades crónicas, especialmente de las cancerígenas. Esta fase se inicia en el momento en que es preciso abandonar los tratamientos de finalidad curativa, ya que no le aportan beneficios a su estado de salud, para sustituirlos por otros cuyo objetivo es controlar y paliar los síntomas, tanto físicos como psíquicos que origina la enfermedad.

A veces, se usa sólo la palabra "terminal". Es sinónimo de enfermo o paciente desahuciado. Pero no debe confundirse con "enfermo o paciente agónico", que se refiere a la fase de agonía de un paciente (la previa al fallecimiento).

A menudo, un paciente se considera que sufre una enfermedad terminal cuando su esperanza de vida se estima en seis meses o menos, bajo el supuesto de que la enfermedad sigue su curso normal. La norma de los seis meses es arbitraria, y las mejores estimaciones disponibles de la longevidad pueden ser incorrectas. Por consiguiente, aunque un enfermo diagnosticado correctamente puede ser considerado terminal, esto no es una garantía de que el paciente va a morir dentro de los seis meses..

¿Qué hacer con los enfermeros en fase terminal?

Esta es una de las preguntas que hoy interpelan a nuestra sociedad de comienzos de siglo XXI, en la cual parece imposible poder encontrar un lugar adecuado para morir. Acompañar con competencia y amor al enfermo grave o en fase terminal constituye un gran reto que estamos llamados a asumir con seriedad. Es importante, por lo tanto, una buena preparación para realizar esta tarea lo mejor y más humanamente posible.

Como primer paso es necesario reconocer, elaborar y superar los propios temores, las prevenciones y el rechazo que experimentamos frente a la muerte y acercarnos a los moribundos con libertad interior, sin necesidad de protegernos de actitudes defensivas. La muerte hace parte de la vida y nos introduce a una vida más plena.

Es importante asumir las propias experiencias de muerte, con las que nos vemos enfrentados a diario, saber aceptar las pérdidas que a nivel físico, material, laboral, social, emocional, afectivo y espiritual tenemos a lo largo de nuestra vida. Estas “pequeñas muertes” vividas positivamente serán de gran ayuda para acompañar adecuadamente a los enfermos terminales y sus familias.

Reacciones del enfermo Terminal Frete a la muerte

La doctora Elizabeth Kübler-Ross ha publicado varios libros y ha elaborado de forma orgánica y científica los resultados de sus estudios, ilustrando las fases por las que pasan los enfermos y familiares frente a la posibilidad, más o menos inminente, de la muerte.

Etapas

1. La negación: “¡No puede ser!”, “¡No es verdad!”, “¡Se han equivocado!”, “¡No soy yo!”.

Es la reacción de incredulidad y rechazo frente a la gravedad de la enfermedad. Esta etapa, por lo general pasajera, es un mecanismo de defensa útil que permite al enfermo acomodarse y asimilar la realidad poco a poco. La persona vive su vida y planea su futuro como si nada hubiera pasado, como si la muerte, aun cercana, nada tuviera que ver con ella.

En esta etapa es importante no mentir, si se cree conveniente no se le diga la verdad, pero no digamos mentiras jamás, reforzaríamos al enfermero en su sentimiento de negación. Aunque la mentira pueda resultar momentáneamente reconfortante la persona, una vez que supera esta fase, ya no tendrá confianza en quien le mintió. El enfermo necesita sentirse respetado, escuchado, aceptado, acompañado.

2. La rabia: “¿Por qué a mí?”, “¿Dios mío, qué mal he hecho?”, “¿Por qué ahora?”.

El enfermo se vuelve agresivo, rebelde, difícil; todo le molesta, todo le fastidia. Esta rabia suele dirigirse hacia los más cercanos, los familiares y amigos, los médicos y enfermeras, el hospital…

Lo grave sería percibir esta agresividad como un ataque personal, disminuyendo las visitas, las atenciones, los servicios. Detrás de la rabia está la desesperación y el desamparo.

Las causas de la ira provienen con frecuencia de la frustración por sentirse uno impotente frente a la situación y tener que depender de otros, el resentimiento ya que él se está muriendo mientras que para los otros la vida sigue igual, y el miedo al dolor, a lo desconocido, al más allá.

La rabia puede ser camuflada, reprimida, y puede convertirse en resentimiento, irritabilidad, depresión e, incluso, llevar al enfermo a explotar contra todo… a una rabia irracional. Es importante permitir exteriorizar y entender esta rabia, acoger esta agresividad sin ofendernos y ayudarle a expresar y liberarse de sus miedos

3. La negociación: “Si me curo iré a … o haré…”, “Si viviera dos años más, prometo que…”,

Permíteme, Señor, vivir hasta el grado de mi hijo menor”.

El enfermo Terminal busca hacer pactos con Dios o con los hombres: oraciones, promesas, sacrificios. En esta fase es vivo el sentimiento de culpabilidad y la enfermedad puede ser percibida como castigo. El enfermo trata de postergar lo inevitable, se aferra a Dios. La mayor parte de estos pactos pasan inadvertidos y permanecen secretos; si un moribundo nos los comparte, debemos escucharle con respeto y aceptación.

4. La depresión: “Si, soy yo”, “¿Qué sentido tiene la vida?”.

Frente a la gravedad de la situación y el destino ya señalado, el moribundo experimenta una sensación de profundo decaimiento y tiende a refugiarse en sí mismo.

Entra en una fase de abandono y de pérdida de interés por todo lo que le rodea.

Vive el dolor de la separación definitiva; es la hora del desprendimiento, del desapego: no habla, no quiere comer o tomar

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