Roland Barthes

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de los objetos. Para objetivar el objeto, estructurar su significación, hay un recurso que todo semántico del objeto puede emplear, y consiste en recurrir a un orden de representaciones donde el objeto es entregado al hombre de una manera enfática e intencional, ese orden está dado por la publicidad, el cine y el teatro. De esta forma podríamos aislar, en el objeto representado, significantes y significados. Los significantes del objeto son unidades materiales, es decir, colores, formas, atributos, accesorios, y cuenta con dos estados principales. En primer lugar, un estado puramente simbólico: cuando un significante, es decir, un objeto, remite a un solo significado, como por ejemplo la cruz. En segundo lugar, se presentan aquellos casos en los que el sentido no nace de un objeto sino de una colección inteligible de objetos: el sentido aparece de alguna manera extendido. Las colecciones significantes de objetos son numerosas, especialmente en la publicidad. Por ej. Si se muestra un hombre que lee de noche: hay en esta imagen cuatro o cinco objetos significantes que coinciden transmitir un sentido global único, el de distensión, descanso: está la lámpara, la comodidad del jersey de lana grueso, el sillón de cuero, el diario. Estas composiciones de objetos son sintagmas, es decir, fragmentos extensos de signos. La sintaxis de los objetos es una sintaxis muy elemental. En realidad, los objetos están ligados por una única forma de conexión: la parataxis, es decir, la yuxtaposición pura y simple de elementos.

Los significados de estos sistemas de objetos dependen mucho no del emisor del mensaje sino del receptor. En efecto; el objeto es polisémico, es decir, se ofrece fácilmente a muchas lecturas de sentido.

No existen objetos fuera del sentido pues un objeto no significante se significa como insignificante.

En conclusión, hemos llevado a cabo una especie de descomposición del objeto. Primero, hemos comprobado que el objeto se presenta siempre como un útil funcional: es sólo un uso, un mediador entre el hombre y el mundo. Luego, en segundo lugar, hemos visto que la función sustenta siempre un sentido, como por ejemplo que la naranja significa la vitamina, el jugo vitaminado. Pero sabemos que el sentido es un proceso no de acción sino de equivalencias; en otras palabras, el sentido no tiene un valor transitivo; el sentido es inerte, inmóvil. Entonces, puede decirse que en el objeto hay una suerte de lucha entre la actividad de su función y la inactividad de su significación. El sentido desactiva el objeto, lo vuelve intransitivo.