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UN RESUMEN DEL LIBRO EL EXTRANJERO DE ALBERT CAMUS.

Enviado por   •  31 de Octubre de 2018  •  2.853 Palabras (12 Páginas)  •  478 Visitas

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SEGUNDA PARTE:

CAPITULO I

Lo arrestaron y le hicieron los interrogatorios de costumbre, luego le preguntaron que si tenía un abogado y él dijo que no, que para que necesitaba uno si el asunto era muy simple, entonces le dijeron que le asignarían uno de oficio, él se manifestó contento con que la ley se ocupara de esto y le dijeron que la ley estaba bien hecha. Luego llegó el abogado de oficio y lo interrogó, al final le preguntó que se le había dolido la muerte de su madre y él dijo que no sabía, que ese día estaba cansado y tenía sueño, el abogado le recomendó no decir eso en el juicio porque él había mostrado insensibilidad en el entierro de su madre y que los del asilo declararían en su contra. En el siguiente interrogatorio el abogado no pudo venir y él aceptó ser interrogado sin su abogado. El juez de instrucción le preguntó que si quería a su mamá y él respondió que en efecto como todo el mundo. El juez fatigado le preguntó que por qué había disparado las siguientes 4 veces, que por qué esperó para hacer el segundo disparo, pero él no contestó más. El juez sacó un crucifijo y le dijo que si conocía a Dios y dijo que si, y le preguntó que si confiaría en él y dijo que no. El juez enojado le dijo que era la persona más endurecida que había visto. Los interrogatorios continuaron por 11 meses en compañía de su abogado, pero ya había un aire con un poco más de cortesía por parte del juez, él se dio cuenta que los únicos aires de regocijo que tenían era los del juez acompañándolo a la puerta del despacho, golpeándole el hombre y diciéndole, basta por hoy “señor anticristo”. Luego volvían a dejarlo en manos de los gendarmes.

CAPITULO II

Ya estando preso, al final terminó por acostumbrarse, los primeros días estuvo en prisión con otras personas, especialmente árabes, después lo pasaron a una prisión oscura donde sólo tenía un balde para las necesidades y una cama de madera para dormir, al final se acostumbró. María lo visitó sólo por una vez porque no la dejaron más por no ser la mujer. Con el tiempo pudo visitarlo de nuevo y en la sala de visitas le tocaba gritar porque los separaba una distancia de 8 a 10 metros, y todos los presos gritaban a sus visitas y viceversa para poder entenderse, María guardaba aún la esperanza de que él saliera y se casaran. Él se había ganado la simpatía del guardia, y deseaba a alguna mujer no siempre era a María, entonces le preguntó al guardia que porque hacían eso y este le respondió que esa era la idea, quitarle la libertad como castigo, también le quitaron los cigarrillos pero luego entendió que esto también hacía parte de su castigo, con el tiempo se acostumbró a no fumar. Al principio pensaba como un hombre libre, en la playa, el mar; pero luego se acostumbró a solamente esperar las salidas al patio y las visitas del abogado, tampoco podía dormir bien en la noche al principio y nada en el día, pero con el tiempo pudo hacerlo y dormía de 16 a 18 horas al día, las otras las usaba para comer y pensar en lo que antes tenía. Su noción del tiempo solo era ayer y mañana, le apasionaba Checoslovaquia y un día encontró un periódico debajo de su tabla de la historia de un checoslovaco, un día viéndose en la claraboya, se dio cuenta que hace mucho tiempo que no hablaba y ya llevaba 5 meses en la cárcel, al final recordó las palabras de la enfermera y de su mamá que decían que con el tiempo uno terminaba por acostumbrarse.

CAPITULO III

Al fin llegó el último juicio, la parte acusatoria llevó como testigos a María, al director y al portero del asilo, a Raimundo, a Pérez, a Masson, a Celeste y al viejo Salamano. El director confesó que él fue muy indiferente y no quiso ver a su madre, ni lloró; el portero confirmó lo mismo y dijo que había fumado y bebido café delante de su madre, incluso que le había ofrecido un cigarrillo, él lo aceptó y luego el portero dijo que fue quien le ofreció el cigarrillo a él. Pérez dijo que él no había visto nada y que no lo vio llorar pero que tampoco lo vio no llorar. María tuvo que confesar que su relación inició justo un día después de la muerte de su madre, la forma en que se conocieron y todo lo que hicieron después, entre eso la película de Femandel. Masson dijo que era un hombre honrado, que más que eso era un hombre bueno. Celeste confesó que él no hablaba para decir nada, que era su amigo y que era un hombre, que esto que le había sucedido era una desgracia, que el crimen era una desgracia. También le preguntaron al viejo Salamano quien dijo que él la había internado en el asilo porque no tenía nada más que decirle a su mamá y que era un hombre bueno. Finalmente Raimundo a quien le acusaron de ser proxeneta dijo involuntariamente que él era su camarada, tuvo que confesar que él escribió la carta y que no impidió que Raimundo le pegara a la amante, pero confesó que a quien odiaba el árabe era a Raimundo, por lo que le había hecho a su hermana. Luego el procurador le preguntó a él que por que había metido a su mamá al asilo y este respondió que porque no tenía dinero para cuidarla, también le preguntó que si había vuelto a la playa con intención de matar al árabe y él dijo que estaba ahí al azar. Al final aunque el abogado protestó tratando de dar a entender que eso no tenía conexidad con el caso, el procurador se justificó en decir que lo acusaba de haber enterrado a su madre con corazón de criminal.

CAPITULO IV

El procurador y el abogado defensor discutieron mucho sobre el asunto de él, para el procurador él tenía todo planeado, había escrito la carta que debía atraer a la amante y entregarla a los malos tratos de un hombre de «dudosa moralidad.» él había provocado en la playa a los adversarios de Raimundo. Este había resultado herido. él le había pedido el revólver. Había vuelto sólo para utilizarlo. Había abatido al árabe, tal como lo tenía proyectado. Había disparado una vez. Había esperado. Y «para estar seguro de que el trabajo estaba bien hecho», había disparado aún cuatro balas, serenamente, con el blanco asegurado, de una manera, en cierto modo, premeditada. El abogado lo defendió diciendo que él era un hombre honrado, fiel a su casa, querido por todos y que había ayudado a su madre hasta donde había podido, y que vio en el asilo una forma de que ella estuviera mejor. El juez le preguntó a él por qué había asesinado al árabe, y este respondió que no era su intención, que fue por el calor. Finalmente el procurador pidió que se le condenara a pena de muerte a este hombre sin alma, que no creía en Dios ni

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