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Venus de Willendorf y Jeff Koons

Enviado por   •  22 de Noviembre de 2018  •  2.860 Palabras (12 Páginas)  •  317 Visitas

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La arqueóloga lituana Marija Gimbutas en su artículo “The Monstrous Venus of Prehistory or Goddess Creatrix”, nos introduce a una venus monstruosa, Creatrix, diosa de la vida, la muerte y la regeneración. Creatrix cambia el canon de belleza en la mujer ideal, hay representaciones de ella fusionada con un ave acuática, víbora, búho, sapo, oso y bisonte. Creatrix es la diosa que crea de su cuerpo, una representación religiosa del ciclo de la vida, la madre tierra creadora de todo. Marija Gimbutas menciona que los investigadores que descubrieron estas figurillas idealizadas y otras no tan ideales, no profundizaron en la hipótesis de que las figurillas pudieron ser representaciones míticas que eran utilizadas para fines mágico rituales, como una venus mágica. Mediante sus investigaciones Gimbutas concluyó que las venus podían ser imágenes que representaban a la diosa Creatrix en sus diferentes facetas de creadora o también pueden ser imágenes de las participantes en rituales dedicados a la diosa.

La bella en la bestia

A través de la historia, las mujeres han sido consideradas inferiores a los hombres, pero a su vez han sido elevadas al estatus de diosas, las psicólogas Jamie L. Goldenberg y Tomi Ann Roberts en el capítulo cinco del libro “Handbook of experimental existential psychology”, hablan de esta paradoja y en lo que se refiere al sexo femenino, la necesidad humana de distanciarse de su naturaleza biológica. Ellas consideran que el sexo femenino en relación al sexo masculino ha sido devaluado por ser mas emocional, menos racional, físicamente más débil y siempre a merced de la biología de sus cuerpos (menstruación, partos, menopausia etc..); “la bestia” la llaman. Por otra parte, cuando las mujeres pasan a la categoría de “diosa”, se ven adornadas, desnudas y peinadas, convirtiéndose en objetos de belleza, perfección y adoración, la llaman: la bella.

Goldenberg y Roberts explican que esta tendencia contrastada y opuesta en las actitudes masculinas hacia el sexo femenino se debe a la amenaza existencial que representa el cuerpo femenino para los hombres, objeto de sus más profundos deseos sexuales, garantía de procreación y sobrevivencia humana; traducido a vulnerabilidad para él sexo masculino.

También explican que la “objectificación”[3] del sexo femenino es un mecanismo de defensa que deriva de la Teoría del manejo del miedo y el terror, teoría que menciona que “los seres humanos manejan la idea de que son animales mortales por medio de la inserción de un sistema de simbolismos culturales”[4]. Esta teoría coincide mucho con El Régimen de la Verdad de Foucault sobre el poder, la verdad y la vulnerabilidad. Convertir a la mujer en objeto detrás del discurso de “la bella” la hace menos amenazante, la encierra en un estándar y un canon creado por el hombre, canon que se puede controlar, regular y criticar; esto protege la vulnerabilidad del sexo masculino. Irónicamente, se ha dado el fenómeno social en el cual las mujeres también convierten a otras mujeres en objeto, ya que también las encuentran amenazantes.

Lo banal

Para el filósofo y crítico francés Henri Lefebre, lo banal es lo insignificante y lo carente de significado, el lugar común, el día a día que pasa sin importancia o mejor dicho una pasividad cínica y radical que persiste con indiferencia más allá del aburrimiento y el tedio. Lefebre escribe sobre la banalidad: “lo común del día a día es la organización de los espacios, conforme se vuelven más sistemáticos, estéticos, burocráticos, teóricos, colonizados y patológicos”[5], un nihilismo radical de significado y ética cultural.

En mi opinión, la mejor descripción es la de, Hannah Arendt (teórica política alemana): “surge de la inconsciencia, la falta de capacidad de razonar”[6], la destrucción de la espontaneidad, reduciendo nuestra existencia a la de bestias Pavlovianas. La banalidad se ha convertido en una realidad socio cultural evidente de nuestro marco histórico actual, es un modo de existencia virtual donde no se está presente. Comparto este pensamiento con Hannah Arendt, la culpa es de la víctima, siendo nuestra como humanidad.

Jeff Koons, mensajero de lo banal

Amarlo u odiarlo, C. Rosenberg pensaba que uno no debe cometer el error de confundir el mensaje con el mensajero, las obras del artista plástico estadounidense Jeff Koons, son para muchos un reflejo de la idolatría vacía por lo material, condición en la que vive el ser humano en la actualidad. El arte kitsch de mal gusto también refleja la superficialidad, la vaga noción del buen gusto y la falsa belleza de la sociedad contemporánea, sin embargo, en el ámbito de la expresión artística es fundamental el respeto a la libertad de expresión; el mensajero peca por expresarse libremente. Jeff Koons fue influenciado de modo muy importante por el artista conceptual alemán Joseph Beuys, quién profesaba la explotación de las masas y la banalidad como salvación, indudablemente un discurso capitalista por el cual es juzgado Koons, aunque él afirma que no utiliza la ironía o estos conceptos intencionalmente.

Por medio de sus obras, Koons nos introduce de modo muy visionario a nuestra realidad histórica y social, establece a los medios como una realidad, o mejor dicho una verdad poderosa que nos domina culturalmente. Los excesos, la corrupción y el amor por el interés propio han provocado las prácticas financieras carentes de ética y un medio artístico gobernado por la carente moral del capitalismo. La decadente y cínica celebración de lo banal es lo que a mi modo de pensar nos gobierna como sociedad hoy día, y ejerce las funciones de verdad y poder en nuestra cultura.

“Balloon Venus”, el mensaje

La obra “Balloon Venus” (2008) de Jeff Koons es una escultura exenta en acero pulido de grandes dimensiones que viene en cinco versiones: magenta, rojo, violeta, amarillo y naranja. Capri Rosenberg describe la obra como “un monumento pulido de acero que refleja el narcicismo y la frivolidad de una amnesia colectiva motivada por la ganancia”[7] , la obra es un homenaje de 25 millones de dólares a lo banal. Coincido con Rosenberg, cuando nos referimos al Koons que realiza la producción masiva de las venus para Dom Perignon.

Aunque la propuesta plástica de Koons puede parecer irónica, cínica y fría, nos recuerda a las características culturales de nuestros tiempos: frivolidad, vacío, idolatría materialista por las marcas, lo brilloso, consumismo, capitalismo, excesos y artificialidad. La pregunta es: ¿Por qué en una venus?

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