ARTBO 2014: EL BOOM DE LA IMPOSTURA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO INTERNACIONAL HINCADO EN LA CULTURA COLOMBIANA Y DESCUBIERTO EN UNA VISITA NO GUIADA
Enviado por John0099 • 2 de Febrero de 2018 • 2.050 Palabras (9 Páginas) • 610 Visitas
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que también parecían importados.
En la mayoría de obras había una carencia de rigor caracterizadas por lo absurdo, la falta de creación y la falta de inteligencia. Se había regresado, sin duda, a la negación de la realidad, a lo minimalista, a lo simple, a lo elemental y a lo irracional. Era algo como una creencia nueva. Faltaba la singularidad que siempre había caracterizado el buen arte, pues ya una obra podría haber sido reemplaza por otra fácilmente e incluso un artista reemplazado por otro sin mayor problema. Hay ahora una tendencia de sobrepoblación de artistas, una sobrepoblación de cantidad y no de calidad. Debido a esta misma baja calidad de las nuevas obras que tuvo ARTBO, da la impresión de que cualquier cosa puede ser considerada “arte”, como si el “artista” tuviera una mano mágica y todo lo que toca se convierte en arte. Yo me atrevería a llamarlo “verbo mágico”, pues toda expresión verbal que un artista añada a un objeto mágicamente lo convertirá en “obra de arte”. Así ha sido la predestinación del arte en el mundo y reflejado en ARTBO, donde los supuestos odios del artista, sus colecciones, enfermedades, objetos personales o juguetes suponen el papel de obra de arte solo por el hecho de ser parte del artista. Incluso el mismo artista se ha representado a sí mismo como obra a través de performances o videos de autorepresentaciones. Tengo la percepción de que ya las obras no hablan sino que habla el artista, el curador, la galería y el mercado, pero en mi corta carrera artística he aprendido que la obra debe hablar por sí misma de algo específico y que a la vez debe hablar del artista. El hecho de considerar este arte como plástico o visual debería hacer que las explicaciones verbales sobren y que solo haya contacto entre la obra como tal y el espectador, un mensaje que se da y se complementa con el espectador receptor. Cuando el mensaje llega así, creo que se cumple la función del arte pues una obra la completa nuestra mirada.
Pero en el arte contemporáneo el espectador se siente excluido porque si no entiende una obra es un ignorante o si no le gusta, también; casi que hay que estar de acuerdo forzadamente con el arte para poder quererlo. Hay que valerse también de una postura mentirosa y engañosa para reconsiderar lo que se ve. Hay que pretender entender. Un ejemplo de esto, fue un experimento que hizo en ARTBO 2013 la periodista Margarita Posada siguiendo el mismo que hizo la periodista Fany Estévez en ARCO (Feria Internacional de Arte Contemporáneo en Madrid) donde pusieron un cuadro tríptico pintado por niños de dos años y registraban la acción de los asistentes ante la obra como si fuera un artista contemporáneo consagrado. Muchos entrevistados, como la directora u otros curadores, coincidían diciendo que la obra era emocional, con expresiones y movimientos, caótica, intensa, que generaba miedo, transportaba a otros climas y tenía imaginación y cariño; hasta hubo quien afirmó conocer al artista. Esto comprueba que la creación es libre pero la contemplación no. Nos valemos de nuestros propios juicios y creemos que algo, por estar en un museo, es arte; sin conocer el origen, creemos que siempre habrá un mensaje. A veces llegué a pensar que el mensaje de algunas obras era que no había ningún mensaje o que el mensaje lo daba el precio de la obra, suponiendo que una lámina colgada que cuesta 600.000 dólares era mucho mejor cualquier otra, y que por ende yo debía repensar el mensaje hasta entender algo en la obra y si me rindo y no entiendo la obra, el ignorante y equivocado seré yo, porque el artista y la obra son infalibles, solo el espectador puede equivocarse.
El precio siempre nos supondrá que es una gran obra. Las grandes subastas donde Hirst arrasa por encima de obras del renacimiento, nos hacen dudar si el arte contemporáneo es mejor que el académico del renacimiento o del impresionismo. Cuando un tiburón en una cápsula de formol supera Los Girasoles de Van Gogh, o una calavera de diamantes es más costosa que un cuadro de Bouguereau. Detrás de ese arte está el dinero que todo lo destruye, el dinero que ha tenido en crisis a los grandes países ahora tiene en crisis al arte. Ya se valora más la galería que vende, el curador que eligió, el capricho del artista y la inutilidad del concepto que la dedicación del tiempo o el talento innato y formado. Según la actualidad del arte, Hirst vale más que Antonio López. Un académico tradicional necesita tiempo, una situación y talento; un artista contemporáneo nada necesita porque todo su entorno se puede convertir en arte bajo justificaciones morales y/o sociales que inventa. Ya no hay espacio para buenos artistas que andan creando porque los califican como retrógrados. El arte está cambiando y solo el mensaje absurdo importa. Antes para hablar de libertad existió “La libertad guiando al pueblo” de Delacroix (1830), para el artista contemporáneo basta escribir “libertad” en un lienzo y ya está. Seguramente se valdrá después de un discurso moralista o social para enmarcar su trabajo pero su ridiculez no se borrará. Esto me hace pensar que podría inclinar mi trabajo artístico reinventándolo bajo conceptos absurdos como “redescubrimientos de los vínculos ultraperiféricos de la individualidad hipersensorial” o “alegorías de los valores limítrofes de la experiencia deshumanizadora”, como si todo fuera un juego de azar al elegir temáticas estúpidas.
No sé si se esté dando una evolución del arte, retroceso o un estancamiento, pero sé que el arte está pasando un mal momento. En Colombia la única esperanza es que los artistas tradicionalistas y académicos hagan una revolución con las nuevas propuestas, que las políticas del Ministerio de Cultura sean cuidadosas al apostar por los llamados nuevos talentos y que se revise minuciosamente las galerías que se manejan bajo intereses políticos. Es necesario tener como referente aquellos países donde la burbuja del arte ha generado crisis. Los artistas, curadores, galerías, políticos y todos los interesados deben aportar a través del arte a la humanidad, al patrimonio y la cultura y no al mercado porque ya es hora de abrir las puertas a la verdad y cerrarla a la impostura, engaño y fraude que nos quiere hacer creer el anti-arte contemporáneo.
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