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Antología sobre Ensayo

Enviado por   •  9 de Febrero de 2018  •  23.546 Palabras (95 Páginas)  •  324 Visitas

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Así como Sócrates decía que el principal oficio de la filosofía era distinguir los bienes de los males, así nosotros, en quienes hasta lo mejor es siempre vicioso, debemos decir lo mismo de la ciencia de distinguir las culpas, sin la cual los virtuosos y los malos permanecen mezclados, sin que se distingan los unos de los otros.

La embriaguez, entre todos los demás, me parece un vicio grosero y brutal. El espíritu toma una participación mayor en otros; los hay, por ejemplo, que tienen no sé qué de generosos, si es lícito hablar así; algunos existen, a que la ciencia contribuye, la diligencia, la valentía, la prudencia, la habilidad y la fineza. En la embriaguez, todo es corporal y terrenal. De suerte que, la nación menos civilizada de las que existen en el día, es solamente el lugar donde tiene crédito. Los otros desórdenes alteran el entendimiento; éste lo derriba y además embota el cuerpo.

El estado más deplorable del hombre, es aquel en que pierde el conocimiento, imposibilitándose de gobernarse a sí mismo; y dícese, entre otras cosas, a propósito de él, que como el mosto cuando hierve en una cuba eleva a la superficie todo lo que hay en el fondo de la misma, así el vino hace desbordar los secretos más íntimos a los que han bebido demasiado.

Tu sapientium curas, et arcanum jocoso consilium retegis Lyaeo.

Josefo refiere que hizo cantar claro a cierto embajador que sus enemigos le habían enviado, haciéndole beber copiosamente. Sin embargo, Augusto, que confió a Lucio Piso, el conquistador de Tracia, los negocios más delicados que tuvo, no encontró motivos de arrepentirse en su elección; ni Tiberio de Cosso, en quien abandonó sus secretos más recónditos, aunque sepamos que ambos eran tan aficionados al vino, que más de una vez hubo que sacarlos del senado porque estaban borrachos, a esta comisión repuso ingeniosamente el amigo de Baco: «Yo, que no puedo vencer al vino, menos podré acabar con el tirano.» Los alemanes, aun cuando estén ebrios a más no poder, van derechos a su cuartel, y recuerdan la consigna y su lugar en las filas: Nec facilis victoria de madidis, et blaesis, atque mero titubantibus.

Nunca hubiera imaginado siquiera que pudiese existir borrachera tan tremenda y ahogadora, si no hubiese leído en las historias que Atalo convidó a cenar con intención de cometer con él una grave infamia a Pausanias, que más tarde mató a Filipo (por tratar de inferirle la mala partida de que aquí se habla), rey de Macedonia, soberano que por sus bellas prendas dio testimonio de la educación que recibiera en la casa y compañía de Epaminondas. Atalo dio de beber tanto a su huésped que pudo convertir su cuerpo, insensiblemente, en el de una prostituta cuartelera para los mulateros y muchos abyectos servidores de su casa.

Otro hecho me refirió una dama a quien honro y tengo en grande estima: cerca de Burdeos, hacia Castres, donde se encuentra la casa de mi amiga, una aldeana, viuda y de costumbres honestas, advirtió los primeros síntomas del embarazo y dijo a sus vecinas que a tener marido creería encontrarse preñada; como aumentaran de día en día las pruebas de tal sospecha y por último la cosa fuese de toda evidencia, la mujer hizo que se anunciara en la plática que se pronunciaba en su iglesia, que a quien fuera el padre de la criatura y lo confesara, le perdonaría y consentiría en casarse con él si lo encontraba de su agrado y el hombre quería.

Entonces uno de sus criados, muchacho joven, animado con el anuncio, declaró haberla encontrado un día de fiesta profundamente ebria durmiendo junto al hogar y con las ropas tan arremangadas, que había podido usar de ella sin despertarla. Este matrimonio vive hoy todavía.

La antigüedad no censura gran cosa la embriaguez. Los escritos mismos de algunos filósofos hablan de ella casi contemporizando; y hasta entre los estoicos, hay quien aconseja el beber alguna vez que otra a su sabor y emborracharse para alegrar el espíritu.

Al severo Catón, corrector y censor de los demás, se le reprochó su cualidad de buen bebedor: Narratur et prisci Catonis saepe mero caluisse virtus.

Ciro, rey tan renombrado, alega entre otras cosas que se alaba para probar su

superioridad sobre su hermano Artajerjes, que sabía beber mucho mejor que él. Entre las naciones mejor gobernadas estaba muy en uso el beber a competencia hasta la embriaguez.

Yo he oído decir a Silvio, excelente médico de París, que para hacer que las fuerzas de nuestro estómago no se dejen ganar por la pereza, es conveniente, siquiera una vez al mes, despertarlas por este exceso de bebida, y excitarlas para evitar que se adormezcan. Ha dicho también que los persas discutían sus negocios más importantes después de beber.

Mi gusto y complexión naturales son más enemigos de este exceso que mi razón, pues a parte de que yo acomodo fácilmente mis opiniones a la autoridad de los antiguos, si bien encuentro que la embriaguez es un vicio cobarde y estúpido, lo creo menos perverso y dañoso que los demás, los cuales van casi todos en derechura contra la sociedad pública.

Y si como dicen los estoicos, no podemos procurarnos placer alguno sin que nos cueste algún sacrificio, creo que el vicio de que hablo es menos gravoso que los otros para nuestra conciencia; tampoco es difícil proveerse de la primera materia, circunstancia no indigna de tenerse en cuenta. Un hombre digno, de edad avanzada, me decía que de los tres placeres que en la vida le quedaban, era éste uno; y efectivamente, ¿dónde encontraremos gustos que aventajen a los naturales? Pero esa persona se colocaba en mala disposición: es preciso huir la delicadeza y el cuidado exquisito en la elección del vino, porque si el origen del placer reside en beberlo excelente, os veréis obligados a soportar el dolor de beberlo malo alguna vez. Es preciso tener el gusto más libre, amplio; un buen bebedor debe estar dotado de un paladar bien resistente. Los alemanes beben casi con igual placer todos los vinos; su fin es tragarlos más bien que paladearlos. De ese modo les va mucho mejor: así el placer que experimentan es más grande y encuentran más a la mano el procurárselo.

Beber a la francesa, en las dos comidas y de una manera moderada por cuidado de la salud, es restringir demasiado los favores del dios Baco; es preciso ocupar más tiempo y desplegar mayor constancia en el beber. Los antiguos pasaban bebiendo noches enteras y a veces empalmaban las noches con los días; así que nos cumple ampliar más este placer.

He conocido un gran señor, persona a quien adornaban elevadas prendas y que había salido victorioso

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