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COMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS. El autor desarrolla o esboza sus conceptos

Enviado por   •  25 de Abril de 2018  •  2.960 Palabras (12 Páginas)  •  607 Visitas

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El Dr. Johnson, citado por el autor, dice: “el mismo Dios no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus días”. Eso está en armonía con lo que escribió el apóstol Juan por inspiración divina en el evangelio de Juan 12:48.

Cabe la pregunta, entonces ¿Por qué hemos de juzgar usted o yo?

Y yo le agrego, hoy gástese RD$230, compre un billete de US$5, póngalo en su cartera y antes de criticar en la próxima circunstancia que se le presente, mire la foto de Abrahan Lincoln y recuerde la exhortación de Dale Carnigie.

Regla número 2

El gran secreto para tratar con la gente

Solo hay un medio para conseguir que alguien haga algo: hacer que el prójimo quiera hacerlo.

Es cierto que existen métodos represivos que pueden hacer que se logren esos cometidos, por ej.: un revolver en su pecho haría que usted quiera entregar su reloj, una correa en su puño haría a un niño cumplir su requerimiento, sin embargo estos métodos crudos tienen repercusiones muy poco deseables.

El Dr. Sigmund Freud, famoso psicólogo del siglo XX, decía que el hombre hace las cosas por dos motivos: el impulso sexual y el deseo de ser grande.

El más profundo de los filósofos estadounidenses John Dewey, dice el impulso más profundo de la naturaleza humana es “el deseo de ser importante”. Abrahan Lincoln dijo “a todo el mundo le gustan los elogios” y Willian James dijo “el principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado”.

Esta característica es una de las diferencias que distinguen a los hombres de los animales.

Carnegie pone de ejemplo que su padre era un granjero del medio oeste que producía cerdos Duroc-Jersey y vacas Hereford con pedigree. Obtenían muchos premios, los cuales los exhibían a sus amigos o visitantes a su casa. Los animales no se interesaron por los premios, pero mi padre y yo sí. Esos premios le daban sentido de importancia.

El autor dice que si nuestros antepasados no hubieran sentido este ardiente anhelo de ser importantes, la civilización no habría sido imposible.

Ese mismo deseo hace que las personas más ricas de cada ciudad construyan una casa demasiado amplia para sus necesidades.

Pero también es ese deseo que hace que todos pretendamos vestir a la última moda, conducir el automóvil más reciente y hablar de nuestros hijos inteligentes. Además este deseo lleva a jóvenes a ser pistoleros o bandoleros, estos últimos minimizan la perspectiva de una condena, al excitarse viéndose fotografiado compartiendo las páginas importantes de un periódico con famosos, artistas, deportistas, estrellas de cine y políticos.

Expone el autor, “si me dices cómo satisface usted sus deseos de ser importante, le diré qué es usted”. Ej: el pistolero más peligroso de Estados Unidos en la década de los 70 era de apellido Dillinger y se sentía orgulloso de ser el enemigo público número uno.

Cristóbal Colon reclamaba que se le nombrara almirante del océano y virrey de las Indias.

Shakespeare, grande entre los grandes quiso agregar brillo a su nombre que su familia pasara a su estado de nobleza.

Carnigie preguntó al médico jefe de un hospicio ¿Por qué enloquecen estas personas? Le respondió que no sabía pero le dijo que muchas que enloquecen encuentran en la demencia el sentido de importancia que no pudieron obtener en el áspero mundo de la realidad. Si algunas personas tienen tanta sed de importancia que llega a la demencia, imaginemos los milagros que podemos lograr si damos al prójimo una honrada apreciación de su importancia.

“Nada hay que mate tanto las ambiciones como las criticas de sus superiores”, dice Carnigie.

Por otro lado, el notable éxito de Andrew Larnigie era que elogiaba a sus semejantes en público y en privado. Para su tumba escribió este epitafio: “aquí yace un hombre que supo rodearse de hombres más hábiles que él”.

Al estudiar la razón por la que muchas esposas habían abandonado sus hogares, la mayoría dijo que la falta de aprecio los llevó a huir. Si se investigan a los hombres que han hecho lo mismo, sus respuestas serían idénticas.

En la familia damos por sentada la presencia de nuestro cónyuge y nunca le manifestamos cuanto lo apreciamos.

Cita el caso de una esposa que le pidió a su esposo que le escribiera 6 cosas que él consideraba que ella debía mejorar para ser una mejor esposa. Él le dijo que lo haría al otro día, entonces temprano llamó a una floristería, encargó seis rosas rojas para que llegaran mientras él trabajaba, le mandó a poner una nota “no se me ocurren seis cosas que querría que cambies. Te amo tal como eres”. Al regresar a casa quien lo esperaba era su esposa, así ambos comprendieron el poder del aprecio.

Alfred Lunt, un gran actor de su época, dijo “nada hay que yo necesite tanto como alimento para mi propia estima”.

Alimentamos los cuerpos de nuestros hijos, amigos y empleados. Les damos carnes y papas para que tengan energía, pero descuidamos darles amables palabras de aprecio que cantarían por años en su recuerdo.

Cita el caso de un maestro de Detroit, le pidió a un alumno ciego, llamado Stevie Morris, que le ayudara a buscar un ratoncito que se había escapado en el aula de clases, ¿por qué lo hizo? Porque apreciaba Stivie poseía un notable par de oídos que compensaban su ceguera.

Desde entonces aquel niño desarrolló su don del oído, hasta que se convirtió en uno de los músicos más famosos de la década de 1970. Stivie Wonder fue su nombre artístico.

Sin embargo Dale deja claro que debemos evitar confundir los elogios o aprecios con la adulación.

La adulación es hueca, egoísta y poco sincera, no da resultados entre las personas de discernimiento. A la larga hace más mal que bien. Es similar al dinero falso, cuando se pone a circular nos ponemos eventualmente en aprietos.

En el bulto del general mexicano Obregón se encuentra escrita su frase favorita: “no temas a los enemigos que te atacan, teme a los amigos que te adulan”.

Según el autor adular es decir a la otra persona lo que se piensa de sí mismo y si dejamos de pensar

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