Cuento terror. Noche de Halloween
Enviado por Ledesma • 19 de Abril de 2018 • 1.851 Palabras (8 Páginas) • 1.305 Visitas
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Y por qué sentía esa necesidad, ese hambre del dolor ajeno…
Salió a la calle la siguiente noche y comencé por atormentar a niños, no importaba de donde fueran ni que hiciera, ni su genero ni su edad, entraba lenta y sigilosamente a sus casas cuando sus padres dormían y no cuidaban de ellos, y era entonces cuando me veían y me reconocían, comenzaba un frenesí de gritos ahogados en mis garras, piel arrancada, al terminar de saciarme admito que no sentía más que vacío, pero era justamente ese vacío el que me llevaba a querer llenarlo con más, con más dolor, con más sangre, con más gritos y desesperación, dejaba una marca con mis garras en alguna parte de su cuerpo, y bebía siempre las ultimas gotas de sangre que brotaban.
A las pocas horas los padres desalmados y la policía me buscaban en cada rincón de la ciudad, ¿Qué persona sin corazón podría haberles hecho eso a sus pobres angelitos mientras dormían?
A la semana ya era una experta en lo que hacía cada noche, mis victimas eran las personas más indefensas; niños, ancianos, inválidos, etc.
Al ver terminado su trabajo, comenzó a cavar una segunda fosa en el sótano donde sepultaría a su nueva víctima. La tortura había durado tan solo ocho horas, acabo antes de lo pensado y se sintió de alguna manera frustrado al no tener más tiempo para hacer todo lo que hubiese querido. Ya había terminado con dos, ahora solamente me faltaba uno para cumplir su cuota.
Y aunque en verdad podría desarmar a cualquier persona, me causaba más satisfacción hacerlo con personas que no podían defenderse.
Una noche, al entrar a la última casa de mi jornada me pareció muy familiar todo, la sala, los adornos, causaban en mi interior un tipo de nostalgia, ignorando esas tonterías subí las escaleras para ya entrar a la habitación de mi siguiente victima, me acerque lentamente y al quitarle la cobija que abrazaba con tanta angustia, que sorpresa con lo que me encontré.
Vi a una niña de cabellos rubios y finos labios rojos, era yo, era mi yo inocente, me quedé meditando que diría esa pequeña llena de sueños e ilusiones si viera su futuro, fue en ese momento en el que sentí como una luz me tomó de pies a cabeza y supe, supe que era mi madre, supe que había llegado el momento de concientizar y poder dejar ese agujero de oscurdad en el cual me había metido por mi propia cuenta, después de eso pude saber que mi mare estaba conmigo, que ella estaba dispuesta a sacarme de la tormenta, me abraze a mi misma con esas horrendas garras.
Tuve un viaje mental hacia el pasado, llore, reí, y recorrí todos los caminos que había olvidado, todos esos caminos que algun dia recorri cuando mi mente estaba sana y salva, ahora ya nisiquiera sabia quien era, todo o que quería era dejar todo atrás y empezar una nueva vida lejos de todo lo que me rodeaba.
Lentamente sus ojos se abrieron. La oscuridad era total. Su cuerpo se hallaba entumecido debido a la falta de movimiento. Poco a poco iba recobrando la vida y poco a poco también el horror se acrecentaba al infinito. Se hallaba encerrada en un espacio reducido, apenas y había espacio para ella. Palpando desesperada a su alrededor pudo darse cuenta que su temor se estaba volviendo realidad. Las paredes acolchonadas con algodón y lino le comprobaban su realidad, se encontraba dentro de su ataúd, sepultado a tres metros bajo tierra. Desgargantes gritos de pavor y auxilio comenzaban a emerger de aquel cuerpo antes inerte, gritos que eran apagados por las paredes del ataúd, semejantes alaridos eran solo comparables con aquellos que sus víctimas habían hecho antes. En un atisbo de esperanza, comenzó a revisar sus bolsillos en busca de un teléfono… no encontró nada. Pero en la bolsa derecha de su pantalón había algo: una moneda de un centavo, no era ninguna fortuna, pero seguramente nunca iba a necesitar más que eso estando ahí adentro. A medida que el tiempo pasaba, el aire enrarecía, el oxigeno se acababa lentamente, esa no era una preocupación pues sabía que no podía morir; pero sin embargo, al agotarse el aire comenzó a asfixiarse lentamente, la falta de oxigeno en sus pulmones le hacía retorcerse de angustia en busca de una bocanada de aire, se sofocaba, pero la muerte no llegaba ni llegaría jamás. Estaba confinada a una agonía eterna de la cual le era imposible escapar, se asfixiaría por la eternidad. Se encontraba totalmente sola, como en toda su vida había estado; pero no por mucho, pues con el tiempo, los gusanos que se moverían debajo de su piel, serian la compañía que nunca lo abandonaría.
quería pasarse de lista y beneficiarse egoístamente de la situación como lo había hecho en toda su vida, intentó aprovecharse de alguien que fue más listo que él, y al final creó su propia perdición pues sus deseos, al ser tan egoístas, le habían condenado, ella nunca se dio cuenta que al pedir un deseo que no fuese para sí misma, se salvaría de todo sufrimiento.
Su egoísmo la llevo a la desgracia, a la perdición y al sufrimiento.
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