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EL PEQUEÑO REY

Enviado por   •  20 de Mayo de 2018  •  2.084 Palabras (9 Páginas)  •  326 Visitas

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-Eres el rey. El pequeño gran rey del reino se viene abajo. – Dijo Hausser con entusiasmo. Al tiempo que le dio unas palmaditas en la espalda – Vuestras tierras son todas aquellas que tocan la luz matinal. De aquí para allá, su majestad, las tierras les pertenecen a otros locos.

La ministra Verdi que siempre estaba de buen humor, sacó su libreta y empezó a anotar todo lo acontecido con exactitud. – Hoy, siendo el día tal, de la hora no sé qué, apareció el rey… por cierto, --- Y escrutó al rey de pies a cabeza --- si quiere conquistar más tierras, tendrá que pelear con los locos de los otros reinos.

Liam estiró su brazo como señal de cortesía por primera vez hacia el rey. Los dos estrecharon las manos. Y La ministra Verdi le dio un caluroso abrazo.

-Veo su majestad. – Alegó Hausser el cabalga vacas – que como todo líder debe cargar una corona sobre su cabezota. Por cierto, no le han dicho que su cabeza tiene forma de fruta.

El niño asintió. En la escuela se lo recordaban todos los días.

Verdi empezó a escribir en su libreta. Mientras que Liam se rascaba la nuca. Hausser se pasó la mano por su largo bigote blanco y le guiño un ojo. De su bolsillo sacó una gran corona brillante.

El ministro que coloco la corona sobre la cabezota. Y el pequeño rey lució una corona dorada de lo más bonita.

-Ya que hemos terminado con el protocolo real. – Puntualizó Hausser haciendo un leve carraspeo - Debemos partir hacia el castillo, su majestad. ¡De inmediato!

El viejo emitió un silbido y apareció ante ellos una vaca lechera muy bien alimentada. Una campana gigante colgaba alrededor del ancho cuello y sobre su lomo, un asiento de terciopelo rojo.

-¡Ven morena mía! – Le dijo Hausser a la vaca haciéndole una seña – El es tu rey. Tu tarea será llevarlo al castillo y darle leche todos los días.

El niño rey al ver a la vaca se alegró mucho. Como le gustaban los animales, la vaca no suponía ningún problema.

-La vaca se llama Lola, pero por cariño la llamamos la vaca loca. Ella lo conducirá hasta el castillo sin contratiempos. Le sugiero de no mandarla mucho porque se enoja con cualquier tontería como las princesas.

El niño con cara de melocotón se rió ante la ocurrencia del Ministro Hausser. Con su ayuda se montó sobre Lola, partiendo hasta el castillo.

Al llegar a los confines del reino, el pequeño rey, el ministro Hausser, la ministra Verdi y el ministro Liam le contaron historias sobre los reinados anteriores, y dejaron muy en claro que para ver el progreso que reclamaba su pueblo, debían trabajar muchísimo. En la entrada de la ciudad había colgado un letrero que decía – Reino se viene abajo-. El trozo de madero lucio un poco descuidado y lo que parecía ser el gran castillo del rey, era exactamente una casa de pocas habitaciones.

-¿Esto es el castillo?, pero sí parece una casa. – dijo el rey confundido.

-Por supuesto que es una casa –contestó ella- para que sea el castillo que se imagina, debemos trabajar mucho para construirlo. Entonces, cuando esté listo, vendrán los turistas a gastar su dinero comprando artesanía del reino.

-¿Trabajar? – Pensó el rey –pero si yo nunca he trabajado. Mi mamá me hace la comida, me tiende la cama, me lava la ropa y mi papá me lleva al colegio, vamos al cine y jugamos futbol en el parque.

-¿Qué piensa su majestad? – preguntó Liam al rey con curiosidad.

- Es que trabajar… yo nunca he movido un dedo para algo. De hecho, mis papás me hacen todo lo que pido.

- Muy mal, -- dijo Verdi, anotándolo en su libreta a toda prisa – me temo que tendrá que fajarse los pantaloncillos y darle órdenes a sus súbditos. Esperan su primer decreto para comenzar los oficios.

Hausser, Verdi, Liam y el rey entraron a la casa. El ministro Hausser le mostró al niño lo que sería su habitación y este de nuevo quedó decepcionado. Pensó que estaría lleno de juguetes y demás objetos valiosos. Al contrario, solo había una cama tendida y una lámpara de mesa en el suelo. Luego, Liam llevó al rey hacia el sitial. El niño con cara de melocotón se puso triste porque la silla real estaba estropeada y sin pintura. Al fin y al cabo, era la silla del rey, y como tal, debía sentarse.

-Dígame su majestad, que haremos primero. – Dijo Hausser- el ministro Liam se encarga, como le dije; de los oficios del reino.

El rey estaba abrumado por la gran responsabilidad que se avecinaba. Se sentía incapaz de cumplir con cada tarea.

Liam le sugirió que convocara una asamblea extraordinaria para que el reino lo conociera, y delegara los oficios correspondientes. Hausser le recomendó también una junta con los animales domésticos. Lola, la vaca loca interrumpió la conversación como si trajera una mala noticia que darles.

-¡Qué tienes mi pequeña! ¿Por qué entras de esa manera? – exclamó Hausser. La vaca llevaba una carta entre los dientes y Hausser se la quitó. El ministro le dio lectura en voz baja. Al terminar, la tiró al piso y con las cejas fruncidas le dijo al resto- Tenemos problemas. Nadie del pueblo cree en el rey. Dice que es un irresponsable y que desea robarles el poco dinero que les queda.

El pequeño rey al conocer la noticia se entristeció. Nadie en el reino se viene abajo creía en él.

La asamblea precedió con un éxito sin precedentes. La ministra Verdi con pluma en mano registró cada palabra de lo que allí se habló. Hausser les contó cómo había aparecido el rey y que, aunque era pequeño, eso no quería decir que fuera un bueno para nada. El ministro Liam también alego que aunque el rey fuera un chamaco de ocho años, en él veía un gran potencial.

Al otro día, el pequeño rey se despertó en su modesta habitación. Delante de su camastro estaban de pie los tres ministros con caras que desbordaban felicidad. Hausser le narró los acontecimientos de ayer, y Verdi le leyó el contenido de su libreta. La vaca se puso en dos patas para aplaudir al rey. Todos aplaudieron porque el futuro pintaba fenomenal para el reino. “El trabajo duro y constante hace que los pueblos crezcan y sus habitantes sean más felices”.

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