EL USO DEL IMPERATIVO
Enviado por monto2435 • 27 de Diciembre de 2018 • 5.187 Palabras (21 Páginas) • 423 Visitas
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FORMAS DE MANDATO
No es lo mismo una orden positiva que una prohibición« Podemos dirigir una orden a cualquier persona pero solo podemos prohibir algo a aquellas personas que nosotros sabemos o suponemos que hacen o van a hacer lo que a nuestro juicio no debe hacerse. Carecería de sentido decir no vengas a quien no tiene ya la intención de venir».(M. Bassols de Climent (1945: II, 579).
El modo característico de la expresión de mandato es el imperativo. Este posee una morfología muy simple: cuenta con una única persona, la segunda en singular y plural; no tiene diferenciación de tiempos; le falta el aspecto; y no acepta la anteposición de las formas pronominales. Asimismo las formas de los restantes modos: infinitivo: ¡iros ya!; gerundio: ¡andando!, participio; ¡preparados!; indicativo: ¡te callarás de una vez!, etc. se usan, a veces, con la función impresiva que es propia de él, si bien el uso más generalizado en el lenguaje coloquial es el del infinitivo con valor de imperativo, tanto para el singular como para el plural.
S. Gili Gaya (1976 11 § 41)
en español moderno el infinitivo reemplaza preferentemente a la segunda persona del plural, quizás por su carácter menos concreto que la segunda del singular, y por consiguiente más acorde con la significación del infinitivo. Puede estar favorecido también por la igualdad de acentuación entre ambas formas, cosa que no ocurre con la de singular. Cabe pensar, además, que el carácter relajado de la d en la distensión silábica ¡callad! neutraliza sus rasgos fonológicos hasta el punto de confundirse con la r fricativa y relajada del infinitivo (icallar!).
M. Moliner (1975: II, 1476) manifieste que el infinitivo «esta forma se emplee sólo dirigida a la segunda persona del plural».
La Gramática de la Academia (1931: 313f) señala que usamos a veces el infinitivo en vez del imperativo. Este empleo lo considera el Esbozo (1973: 460) bastante extendido por España y América y un vulgarismo que no ha logrado consideración literaria, salvo cuando el autor reproduce el diálogo de los medios populares. A. Llorente (1986: 25) coincide con la Academia en la extensión del fenómeno, pero a diferencia de ésta sólo lo considera «un flagrante vulgarismo en la lengua escrita», pues se halla no sólo en el habla vulgar sino también en el habla coloquial de las personas cultas.
En gran parte del dominio lingüístico español peninsular, y no sólo en el habla vulgar sino también en el habla coloquial de las personas cultas, el imperativo plural afirmativo termina en -r (una r vibrante, o fricativa, según el énfasis) en vez de en -d; así se dice matar, comer, salir (y no matad, comed, salid), lo cual puede tolerarse en la lengua hablada pero sería un flagrante vulgarismo en la lengua escrita.
T. Navarro (1972: 103) indica que «en los imperativos tomad, traed, venid, etc., el habla popular sustituye corrientemente la d por una r débil y relajada [...], lo cual hace que estas formas ofrezcan la misma apariencia que sus infinitivos»
M. Seco (1986: 288): «En el habla popular se sustituye generalmente la desinencia -d, de la persona vosotros, por -r, diciendo venir, callar, en lugar de venid, callad: Seamos, prácticos, digo «serlo» vosotros... (Ser» prácticos si no queréis que vuestra vida revista los caracteres de una tela de Penélope» (Galdós, Torquemada, III, 162. La frase está puesta en boca de un hombre inculto). [...] Más difícil de explicar es que lo encontremos en una circular impresa que firman los maestros del pueblo de La Adrada (Ávila), fechada en setiembre de 1962: Queridos compañeros: Perdonar si nos dirigimos a vosotros para pediros dinero ... pero seguir leyendo y ya veréis como el caso es justo».
S. Fernández Ramírez (1986: II, 72-73) manifiesta que «las segundas personas plurales del imperativo han sustituido la dental -d por la vibrante -r en el habla familiar y corriente por causas no bien conocidas, tal vez por confusión con el infinitivo voluntativo».
Como se observa la mayor parte de los gramáticos se refieren al empleo del infinitivo de mandato del que existen testimonios en español desde el siglo XIII
«¡Dormir, auet folgura!» (Berceo, Sacr., 75); «¡Eya velar!» (íd., Duelo, 178-190); «¡Esforgar, cristiandat! [...] / Esforçar e non temer cosa!», «Non foyr commo rrapazes,/lidiar commo caualleros» (Alfonso Onceno, 1561 b, 1562 a, 1682 a-b); «¡Esforgar, amigo, que gato era!» (Corbacho, 230); «Holgar, gallinas, que muerto es el gallo», «Rehilar, tortero, que el huso es de madero» (Santillana, Refranes, 65 y 77); «A huyr, señor Casandro, que soltado se ha» (Timoneda, ap. K. 37.861); «Paciencia y barajar» (Cervantes, Quijote, II, XXIII, 292)». (R. Lapesa, 1983: 294-295)
pero poco o nada dicen sobre las causas del mismo. R. J. Cuervo en la nota 70 a la Gramática de A. Bello lo explica como el uso sustantivado del infinitivo:
El infinitivo puede tomarse como sustantivo, ya solo, ya acompañado de una modificación adverbial [...] Aplicación de este uso sustantivo parece el empleo del infinitivo como imperativo; en efecto se dice ¡callar!, ¡obedecer! lo mismo que ¡silencio!, ¡paciencia!, ¡cuidado! (R. J. Cuervo, 1988: II, 889)
En opinión de E. Lorenzo (19803 : 131) dos son las causas que han contribuido a la decadencia del imperativo plural
por un lado, causas fonéticas (inestabilidad de la -d final, como en Madrid, virtud) y, por otro, vaguedad deliberada cuando se vacila entre la forma usted y la forma tú (tocar el timbre o no tocar los objetos son formas más neutras y amplias que las del paradigma usual toca-toque-tocad, no toquen-no toques-no toque-no toquéis-no toquen). La propagación del infinitivo, o, si se quiere, la solución -r a la inestabilidad del imperativo plural (las otras -vení, veraz- pasan por vulgarismos), alcanza, como en el ejemplo citado antes, a la forma negativa, donde evidentemente no había problema fonético.
Por su parte, M. L. Hernanz (1982: 398 y 401), partiendo de la hipótesis de los verbos abstractos desarrollada por R. Lakoff (1968) y entroncando con la tradición hispánica procedente de la Gramática de A. Bello, considera que
los infinitivos imperativos se hallan subordinados en estructura profunda a un verbo realizativo abstracto que les da su significado de mandato. En este sentido, no se diferencian de las secuencias en las que ordenar aparece explícito más que en el hecho de que en el primer caso el verbo llevaría el rasgo [+Pro]: Os ordeno que salgáis en seguida.
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