El arte como liberación en Al filo del agua
Enviado por Kate • 5 de Enero de 2018 • 2.968 Palabras (12 Páginas) • 493 Visitas
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Para leer un libro se necesita paciencia y concentración, misma que Micaela perdió entre el bullicio de las ciudades que conoció. Lo anterior la llevó a actuar de forma desesperada para obtener lo más rápido posible aquello que tanto anhelaba.
“Micaela se prendió y descubrió en Damián el instrumento de su venganza…” (P. 150)
Los problemas de Micaela comenzaron desde el momento en que no supo canalizar la energía o deseo (ganas de salir del pueblo) y se desquitó con las personas de su alrededor, que también detestaba. De cierta forma creo que Micaela también vio en Damián Limón la manera de salir, pues el muchacho también había estado fuera desde hace años e incluso había conocido más que ella. Luego su deseo de salir se convirtió en un deseo de vengarse, de ser respetada y querida por el pueblo que tanta aversión le causaba.
“Los muchachos por poco me faltan al respeto. ¡Es divertido! ¡Inocentes! ¡Lo que van a sufrir cuando venga David! Para que aprendan lo que debe ser un muchacho elegante.” (P. 90)
Micaela estaba lo suficientemente aburrida como para que le divirtiera la atención masculina. Tenía energía que no sabía dónde enfocar o en que usar más que en enrolarse con los hombres y soportar las malas caras de las mujeres enlutadas.
Luego de trabajar en el Centro de Servicios Educativos de Clermont, Bawn Betts aseguró que los lectores habituales desarrollan mejor las capacidades de abstracción y concentración, así como también interpretan mejor contenidos, emociones y hacen mejores inferencias. La concentración de Micaela era tan débil que lograba desviarse con cualquier cosa hasta el grado de perder de vista el objetivo inicial. Micaela erró desde un principio, ya que nunca intentó salir sino más bien intentó que la sacaran del pueblo –primero intentó que fueran sus padres, luego David (el muchacho de la ciudad) y finalmente Damián –. La falta de voluntad y enfoque terminaron por arruinar a la menor de los Rodríguez. La muerte de la joven fue un motivo más para no querer enamorarse ni “desafiar” a Dios.
La primera mención de Damián ocurre en el rezo de su padre, donde no se explica el porqué del viaje de su hijo, ya que asegura que “nada le faltaba en casa…” y era un “muchacho entero, sin vicios, que había caído en la tentación de conocer el Norte…”.
El hijo de Timoteo Limón nunca tuvo un propósito más que intentar cambiar al pueblo religioso. No pudo. Pesaban más sus borracheras y escándalos públicos que las buenas intenciones que compartía con el resto de los norteños. Luego de las conversaciones fallidas en la parroquia, Damián se olvida de la idea y se aferra a otra: Micaela Rodríguez. Desde el momento en que Damián llega al pueblo una de las similitudes que compartía con Micaela cambia, pues su madre muere en cuanto lo ve. Damián queda huérfano de madre lo que, probablemente, podría aclarar un poco el inexplicable apego del muchacho con Micaela, ya que normalmente, cuando alguien se siente culpable, intenta “arreglar” la situación desde otro enfoque para quitarse un poco de este sentimiento negativo. Se podría decir que Damián intenta querer a Micaela como no pudo querer a su madre – aclaro que me refiero a un tipo de amor distinto. Aunque sólo sería una hipótesis –, ayudarla o sacarla del pueblo.
Los continuos desplantes terminan por desilusionarlo y eso lo deja sin un foco de atención. Damián siempre tiene la posibilidad de salir del pueblo, pero su pasión y aferre por Micaela es tan grande que decide llevársela. Falla, sí; pero logra liberarse y liberar a la muchacha del mundo terrenal. Damián, preso, es llevado fuera del pueblo.
De una u otra forma ni Damián ni Micaela podrán olvidar el pueblo. Ya sea porque fue ahí donde él cometió el asesinato o porque el alma de ella ande penando por las calles. Ellos sólo lograron la liberación física, la más común de todas las liberaciones.
Sea como sea, antes de que se comenzara a hablar de Damián y su crimen, fue Gabriel quien llegó a boca del pueblo primero. Era considerado como un simple campanero, sorprendió a todos con su ida –aunque no fue tanta como la conmoción que causó María al escaparse por la noche –.
Gabriel significa el que tiene la fuerza de Dios, lo que me hace recordar sus días de encierro en la Casa de Ejercicios, luchando contra la imagen de María y Victoria. Gabriel es un personaje silencioso, tímido, que ha tenido la fuerza para hablar con el cura Dionisio y exponerle su deseo de salir del pueblo.
Se describen las andanzas del campanero antes de tomar el liderazgo de las campanas como un niño torpe, victimizado, callado. Gabriel utiliza la melodía de las campanas para expresarse; sobre todo durante la partida de Victoria, haciéndolo al tocar una tras otra melodía sin importar el día o la hora, las miradas o los murmullos.
“El sonido actúa como un discurso indirecto sobre la emotividad, la racionalidad y el interior integral de cada persona.” – Dr. Jorge G. Garzarelli.
En un momento Gabriel le dice a María que él no podría tocar las campanas en otro lugar por el simple hecho de no conocer otro lenguaje que no sea el del pueblo. Sin embargo, la salida del muchacho lo lleva a estudiar música y a ser apadrinado por Victoria.
A Gabriel también le gusta leer, pero más que novelas prefiere poesía. “Plácenle los versos: le sugieren acordes de campanas; retiene muchos en la memoria y aun sin entenderlos cabalmente los recita frente al cielo…”. La musicalidad de la poesía le permite convertir versos en melodías para campanas, mismas que le crean un pensamiento fugaz que se olvida al convertirse en palabras y éstas terminan al hacerse música, la que al final de cuentas Schopenhauer considera un pensamiento individual.
Los silencios de Gabriel lo llevan a escuchar con mayor atención los sonidos de su alrededor, a encontrar melodías y palabras que escapan de los oídos descuidados del resto convirtiéndolo en un hombre lo suficientemente sensible a ciertas situaciones como el abandono.
Sin embargo, la ira o tristeza del campanero no fue a dar más allá que de las campanas que tocaba tan energéticamente; pero cuando éstas le son arrebatadas termina “rompiéndose” y alejándose del pueblo. Es decir, cuando Gabriel perdió su foco de atención –las campanas – hizo uso de la paciencia de la que era acreedor para no “obrar mal” o descarrilarse. Se mantuvo ocupado limpiando la parroquia, leyendo poesía y no estuvo de ocioso como Damián o Micaela. Gabriel nunca se aburrió. Pero entonces llegó el momento de la “ruptura”
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