El constitucionalismo liberal y sus críticos
Enviado por Ensa05 • 13 de Marzo de 2018 • 2.273 Palabras (10 Páginas) • 425 Visitas
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la mayoría conservadora pues sugiere la introducción del derecho al trabajo como obligación del Estado, sugería la modificación de la estructura jurídica del derecho de propiedad.
Pisarello destaca que estas clases conservadoras, no sólo no veían con buenos ojos la modificación del sistema económico, sino que el propio concepto de democracia pura era fuertemente rechazado. En este aspecto, resulta gráfica la cita de Toqueville, quien entendía que si la democracia no tenía frenos y contrapesos como en Estados Unidos, se podría configurar un abuso de poder en perjuicio de las minorías propietarias.
Frente a este marco de situación, y ante un agudo e inquebrantable arraigo del ideal democrático, el conservadurismo entendió que el logro de su cometido sólo podría ser canalizado manteniendo los principios esenciales de la revolución, sin alterar los poderes constituidos, esto es ceder un espacio de terreno generando apariencia de cambio, para lograr un objetivo final. Para ello se cerceno ostensiblemente el derecho al voto, imponiendo severas trabas, fundadas en circunstancias de residencia, tributarias, y se excluía a los condenados por delitos políticos y ciertos delitos comunes.
De este modo se impedía cualquier posibilidad de cambio surgida del pueblo.
En un tercer capítulo, el autor comienza advirtiendo que la expansión del sufragio y los intentos instaurar un régimen democrático pusieron en alerta a las clases conservadoras.
En este aspecto, en Europa lucía como vidriera el sistema instaurado por La Comuna de París, básicamente por los avances en materia social y democrática. El cariz del gobiernos parisino, se vio plasmado en una serie de acciones, que nos permitimos calificar de radicales para la época, el más saliente de ellos, fue el enorme grado de participación del pueblo en el gobierno, y otros como la expropiación de los bienes de la Iglesia, el retiro de los de los símbolos religiosos de los edificios públicos, la gratuidad de la enseñanza, y lo que aun hoy en día nos parece que resulta un gesto de trascendental importancia es la equiparación del salario de los políticos al de un obrero. Esto último, sin duda contribuye a romper la desvinculación entre pueblo y gobernante que presenta el sistema representativo, pues equipara en términos económicos a quien desempeña el gobierno con el pueblo.
De su lado, en Prusia Otto von Bismarck implementó una política que el autor denomina “política social preventiva”, cuyo objetivo era desactivar de manera preventiva la amenaza revolucionaria que se había extendido por Europa y, de esta manera, ganar a los obreros para el Imperio. El reformismo social preventivo de von Bismark, se apoyaba en los pensamientos de Hegel, Stein y Ferdinand Lasalle. Los dos primeros destacaban el rol del Estado como lugar de origen del proceso constituyente, Lasalle abordaba la cuestión no era un problema jurídico sino de poder, sostenía que la verdadera constitución debía reflejar los factores de poder. Creía que la verdadera reforma debía nacer en el movimiento obrero y de allí obligar a las instituciones a adoptar políticas que condujeran progresivamente al socialismo.
Von Bismark, se muñó de tales ideas e implementó modificaciones en la legislación laboral, tales como la ley de seguro y maternidad, de accidentes de trabajo y cuestiones vinculadas a la seguridad social. No obstante, Pisarello destaca que a la par ello, también se tomaron medidas tendientes a desactivar el movimiento obrero, tales como la prohibición del partidos socialista restricciones al derecho de asociación y huelga. El autor, deja entrever que, más allá de algunas acciones destacables en la política de von Bismark, no comulga con esta, la que podría entenderse como un plan político institucional tendiente a evitar un conflicto social, más que un plan cuyo objetivo sea el verdadero cambio en la sociedad.
Sin perjuicio de ciertas medidas tomadas como respuestas preventivas a lo que el autor denomina “la cuestión social”, la realidad estuvo por sobre estas, y se produjeron evento de eclosión social, tales como el movimiento de reivindicación femenina del 8 de marzo de 1857 en Estados Unidos. En Inglaterra, el tema fue puesto en el tapete por John Stuart Mill, quien propició también el voto femenino, lo que obviamente era un cambio necesario. Nos parece destacable además dejar sentado que según el autor, Mill estaba obsesionado por los abusos de la democracia pura y por la posibilidad de que la tiranía de las mayorías. Mill propicio además algunos sistema de autogestión de producción socialista, y llegó a criticar el crecimiento económico ilimitado.
No obstante, Pisarrello destaca que su pensamiento era por aquel entonces, la postura minoritaria en Inglaterra, pues la idea que preponderaba era la sostenida por Dicey (en la obra “Introducción al estudio de la ley y la Constitución de 1855), donde se presentaba la ley del parlamento como la confluencia equilibrada y meditada de tres voluntades, la del rey, del elemento popular y de la aristocracia. Tal pensamiento nos parece insostenible, pues parte de la base que el rey y la aristocracia puedan arrebatarle la voz al pueblo.
En Francia, por su parte si bien la tercera República el fuerte dominio del Parlamento fue mermando de la mano de Carré de Malberg, quién enalzaba la idea de que el parlamento debía ser un simple órgano estatal regulado por la Constitución, un órgano autolimitado y desvinculado de la idea revolucionaria de detentador del poder democrático. Lo propio aconteció en Alemania y en Italia.
Pisarello explica que con ciertos matices según la latitud, el derecho público europeo de fin de siglo XIX, era opuesto al principio democrático, lo que se veía reflejado en las constituciones, las que siendo estatales o parlamentarias, no aceptaban el poder constituyente o el principio democrático como fuente de legitimación.
Para compensar ello, el autor lo denomina limitaciones, entendemos que más que una limitación es un injustificable exceso de poder en perjuicio del pueblo, se dictaron en las distintos países ciertas leyes de contenido social y protección al trabajo, más en ningún momento se acertó en la cuestión democrática.
Para finalizar, Pisarello destaca que algunas ideas socialistas como las de Duguit, Menger y Bernstein, tuvieron cierta propagación en Europa pero nunca llegaron a materializarse en las instituciones del poder, debido bien a problemas internos de los sindicatos, que por la época seguramente eran el único medio catalización del principio democrático o bien las por las represión y demás medidas políticas tendientes a evitar la democratización tomadas por los gobiernos. Con ello, el autor concluye
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