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El presente trabajo es dedicado a Dios que es el que nos ha dado la vida y la sabiduría para poder realizar nuestro trabajo

Enviado por   •  15 de Junio de 2018  •  4.563 Palabras (19 Páginas)  •  681 Visitas

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En el erotismo el deseo angustioso de una perennidad en el placer se vuelve a sí mismo para eternizarse. Es una obsesión de penetración. Degradación que apunta en el último grado a una dimensión sacra. La continuidad absoluta es primigeniamente hierática. En ese devenir los seres se funden y se pierden momentáneamente bordeando la eternidad de la completa dialogización de los cuerpos. Una anulación de los límites de la identidad (paralela a la muerte) acontece provocando una emancipación temporal que sugiere un “más allá de lo real inmediato” [5]. Es el erotismo una violación del ser que confina con el acto de la muerte, que culmina en desfallecimiento y en el extravío de la discontinuidad.

El deseo es entonces una “sensualidad aberrante” [6] que proclama una independencia del goce en ese sentir del vértigo del abismo que provoca la continuidad. El hombre en la penetración de la alteridad supera la angustia que le provoca. Por ello el erotismo es simétrico a la muerte y en su juego de disolución acaece “una fascinación fundamental” [7] por ella.

La desnudez como manifestación explicita de las formas es el estado decisivo de la fusión. Los cuerpos se abren bajo esa trasgresión instaurando un sentimiento de obscenidad cuya naturaleza perturba su estado cerrado. El ser desposeído de sí mismo se derrama en otro. Ello implica una disolución de las formas constituidas que incluye no sólo la materialidad sino la dimensión psicológica y social que nos constituye.

La pretensión erótica es entonces aleatoria. No hay formas definidas que lo conformen lo que le proporciona un proceso de liberación. Desafía lo establecido para afirmar la vida embriagada de placer. El erotismo es una expresión de una dimensión interior que reforma la sexualidad. Es una manifestación en donde voluntariamente el hombre se trasciende a sí mismo en el otro, donde su identidad se pierde. Las formas establecidas, que se defienden por medio de la prohibición, son transgredidas. Pero esa trasgresión implica necesariamente la existencia de esa prohibición. El deseo entonces infringe a su contrario implicándolo. Ambivalencia que emancipa.

De esta manera “en muchos sentidos el erotismo es, como ruptura consciente de la ley, un límite de las palabras, ahí donde la trasgresión encuentra su espacio para hablar y ser hablada” [8]. La palabra en ese umbral se adecua con la sensualidad y adquiere sus características: ausencia de distinción de las formas, confusión, ambivalencia y ambigüedad de los objetos que conduce a la eternidad. El erotismo es sexualidad trasfigurada, expresada ambiguamente diferente, es pues metáfora. La poseía “está hecha de palabras enlazadas que despiden reflejos [...] nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo [...] su realidad real [...] se dispersa en una cascada de sensaciones que, a su vez se disipan” [9]. El erotismo es una búsqueda de la independencia del goce que acontece guiado por la imaginación y la creación en los cuales acontece un desdoblamiento que apunta a una fusión con lo otro: la discontinuidad deviene continuidad en el placer. La poesía es “placer [que] es un fin en sí mismo [...] el poema no aspira ya a decir sino a ser” [10]. El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado, cuerpo que es una presencia: “materia concreta [...] que, no obstante, es ilimitada”. No existe entonces una diferencia real entre la poesía y el erotismo.

Por excelencia “el tiempo sagrado es la fiesta” [11]. En el proceso liberador que plantea las subversiones acaece exasperando el deseo. Se exalta la sexualidad, “los impulsos tumultuosos [se] liberan en la fiesta” 12 que es regida por la violencia. La celebración apunta a al ser incompleto, abierto y mutable La actitud lúdica de lo festivo se extiende a todos los valores, ideas, fenómenos y cosas, lo cual “compromete y conjuga lo sagrado con lo profano, lo alto con lo bajo, lo grande con lo miserable, lo sabio con lo estúpido.” [13]

Esta disolución de formas y límites es expresada en la acentuación de las imágenes del cuerpo, la bebida y la satisfacción de las necesidades naturales. La carne con su carácter mundano e imperfecto a través de su comunicación con lo otro actúa como aniquilador de todo lo elevado y establecido: “expresa la alegría de las sucesiones y reencarnaciones, la alegre relatividad y la negación de la identidad y del sentido único, la negación de la estúpida auto identificación y coincidencia consigo mismo” [14]. Acontece en el erotismo festivo un culto a la belleza, pero es un culto trasgresor. La belleza es deseada para ser ensuciada, burlada, violada.

El cuerpo, el placer, el erotismo, la poesía son ejes de libertades individuales donde la violencia, la violación, la ironía, el humor, la burla, la fiesta, la celebración y la ridiculización ocupan un lugar céntrico. Ello “Permite mirar con nuevos ojos el universo, comprender hasta qué punto lo existente es relativo, y en consecuencia, permite comprender la posibilidad de un orden distinto del mundo”[15].

A toda aniquilación le sigue un renacimiento abierto al infinito. El erotismo y su símil la muerte, la poesía y lo festivo, se concatenan para perder al ser destruyendo sus límites. Hay una disolución que apunta a una insurgencia y a la vez a un renacimiento que es una aprobación de la vida.

En los cuentos de Azul... se establece una mecánica de descripción erótica que desvanece las formas. No sólo se presenta una clara diégesis que apunta a deshilvanar los límites de los objetos sino que expresamente acontece un culto a la sensualidad. En Rubén Darío está “en el centro de sus pensamientos la hembra, un poco al modo pagano, carnal y disfrutable por los sentidos” [16]. Descripción de cuerpos y sexualidad conforman una poética sobre la cual se basará una construcción erótica que utiliza como estrategia la fusión de diferentes artes para establecer una dinámica de continuidad: culto a la sexualidad que es trasgresión y muerte es a la vez origen y principio.

En “La Ninfa” [17] desde el título refiere a una dimensión sensual. Ellas eran “doncellas graves y hermosas; verlas podría provocar la locura y, si estaban desnudas, la muerte” [18]. La protagonista “Lesbia” es construida a partir de sus características y acciones eróticas: “actriz caprichosa y endiablada” se entretenía en “chupar como niña golosa, un terrón de azúcar húmedo, blanco entre las yemas sonrosadas [...] rostro encendido, de mujer hermosa, estaba como resplandeciente de placer”. Sus deseos muestran la pretensión sexual de ser violentada y perderse en el juego de la carne: “mi amante sería

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