Ensayo Cartas a un joven poeta Competencias lectoras

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Worpswede, cerca de Bremen, a 16 de julio de 1903

Me e ido hace unos días de parís, por cierto e seguido muy enfermo y cansado, para acogerme en esta gran llanura norteña, que con gran amplitud se calma mucho y el cielo. Ha de devolverme la salud. Pero en este lugar he venido a caer muy bajo una lluvia persistente hasta hoy, que es cuando en estas fechas empiezan a escampar muy poco sobre esta comarca.

Mi querido señor kappus: He dejado mucho tiempo sin respuesta una carta suya. No porque no lo hubiera olvidado. Al contrario: es una de esas cartas que nos agrada releer cuando volvemos a encontrarlas entre muchas.

CONCLUSIONES

Es sencillo imaginarlo en los lugares desde los que partieron sus cartas, escribiendo sentado frente al crepitar de la chimenea, bajo una manta en un París lluvioso y bullicioso; en el litoral italiano, en una terraza frente al Mediterráneo, observando al resto y a sí mismo en una reflexión eterna; en Roma, con el musitar de sus estanques siendo testigo de los trazos de su pluma, palabras que llenan páginas y páginas de cartas dirigidas a un niño poeta que se hace hombre en su compañía.

La obra es un epistolario que bien podría ser una pequeña biblia sobre el acto de madurar, una enciclopedia de ese tiempo situado en las coordenadas de la ansiedad, del desconcierto y de la búsqueda de respuestas. Mas las diez cartas son testimonio no sólo de la vida, sino de la riqueza del pensamiento de uno de los poetas más importantes del siglo XX. El hombre: solo. Cuando consiga convivir consigo mismo con la más absoluta confianza y sinceridad será puro y podrá ser un buen poeta. Todo artificio envilece su obra, corrompe la esencia que debe entregarse al papel sin negociaciones. Cabría preguntarse si esa entrega de sí mismo fue lo que debilitó su cuerpo, si Rilke se vació convirtiéndose en aquella frágil silueta que esquivaba las enfermedades llegándose a convertir en un nómada europeo.

Cartas a un joven poeta requiere humildad, realizar un duro ejercicio de desapego y abrirse de brazos, como Kappus, para recibir la ola de sus reflexiones. Kappus finalmente, se dedicó a la literatura. Publicó algunas novelas, pero ningún libro de poesía. Quizá porque, como él mismo declara en el prólogo a la obra, “ahí donde habla uno que es grande y único, deben callarse los pequeños”.

“Reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir” dice en su primera carta. Considera que el escribir no es un oficio, que es un instinto que sale de las entrañas cuyas raíces “se extienden en lo más hondo del alma”. Así, la de Rilke envuelve la obra y acompaña su lectura.